La contaminación por plástico es uno de los retos medioambientales más urgentes a los que se enfrenta el planeta. Las dramáticas imágenes que vienen a la mente son las de las tortugas marinas ensartadas con pajitas, playas sepultadas bajo los desperdicios y ballenas varadas con el estómago a reventar de bolsas de basura. Hay una consecuencia, sin embargo, que tiende a pasar desapercibida pese que sus consecuencias son inmediatas para nosotros: la presencia de microplásticos en los productos que ingerimos y, por ende, en nuestro organismo.
Por microplásticos se entienden las particulas sintéticas de un tamaño inferior a los 5 mm que se encuentran en multitud de objetos. Algunos están pensados para ser consumidos dentro de un umbral tolerable, como son las microesferas que contienen geles, dentríficos y productos de belleza. Pero otros entran en la cadena alimentaria de forma inesperada, como los microfilms o microfibras que se desprenden de la ropa al lavarla y de los envases como las botellas de plástico.
Como consecuencia, estamos asimilando microplásticos en unos niveles mucho más elevados de los que podemos controlar. Al estudio que identificaba estas sustancias en el 93% del agua embotellada por marcas a nivel global, se sumaba recientemente un estudio de la OCU que hallaba contaminantes plásticos en hasta el 70% de la sal y el marisco que se vende en España. Los productos marinos son los más expuestos por la concentración de desperdicios transportados por el alcantarillado y los ríos, que se acumulan posteriormente en los océanos.
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Pero, centrándonos en el consumidor: ¿Qué cantidad de microplásticos pasa por nuestro cuerpo como norma? Esto es lo que se propuso comprobar un grupo de investigadores de la Universidad de Viena y de la Agencia del Medio Ambiente de Austria. Sus hallazgos han sido presentados en la convención de la United European Gastroenterology (UEG) y ofrecen una perspectiva irrefutable en base a los análisis de heces de ocho sujetos, uno por país: Finlandia, Italia, Japón, Holanda, Polonia, Rusia, Reino Unido y la propia Austria.
Cada uno de los participantes debía anotar escrupulosamente qué comía el día anterior a que le fuera tomada la muestra. Ninguno de ellos era vegetariano, y seis de los ocho incluían en su dieta pescado de mar. Todos ellos, según atestiguaron sus anotaciones, se vieron expuestos a los microplásticos al beber de botellas de plástico y alimentarse de comida envasada. El análisis reveló una concentración media de 20 micropartículas por cada 10 gramos de deposiciones.
La contaminación, además, presentaba una multiplicidad de focos. Hasta nueve tipos de microplásticos fueron identificados en las heces, de un tamaño entre los 50 y los 500 micrómetros. Los materiales más comunes fueron el polipropileno (PP) y el tereftalato de polietileno (PET), dos sustancias de uso común en los envases de alimentación y los textiles. Estos pueden acumularse en el tracto gastrointestinal, donde interferirán en la tolerencia y la respuesta inmunológica, o contribuirán a la transmisión de patógenos y tóxinas.
Según el investigador principal, el Dr. Philipp Schwabl, se trata del primer estudio que confirma lo que se sospechaba desde hace tiempo: "Que los microplasticos alcanzan el intestino humano". Un hecho particularmente preocupante, subraya el experto de la División de Gastroenterología y Herpetología de la Universidad Médica de Viena, cuando se presentan enfermedades previas y crónicas.
"En modelos animales, las mayores concentraciones de plástico se encuentran en el estómago e intestinos. Pero las más pequeñas de las micropartículas son capaces de penetrar en el torrente sanguíneo, el sistema linfático y de llegar incluso hasta el hígado"- alerta Schwabl. "Ahora que tenemos la primera evidencia de microplásticos en el interior de los seres humanos, necesitamos seguir investigando qué implica para nuestra salud".
Se calcula que más de ocho millones de toneladas de plásticos y microplásticos terminan cada año en el mar, entre el 2 y el 5% de la producción mundial, y provocan la muerte de 1,5 millones de animales marinos. Lo hacen a través de objetos de uso común: no solo bolsas y botellas, sino los cubiertos desechables, bastoncillos para los oídos, bolígrafos, globos infantiles cápsulas de café y hasta los palos de los chupachups.
La comercialización, importación y exportación de utensilios de plástico de un solo uso (platos, vasos, cubiertos, o pajitas) estará prohibida en España a partir del 1 de enero de 2020, y los productos que se fabriquen con este fin deberán contener al menos un 50 % de sustancias biodegradables, una composición que se elevará al 60 % a partir de 2025.