Cristina Escribano se quedó impactada cuando se detuvo a mirar la papelera de su cuarto de baño tras acabar una menstruación. Era una estampa que había visto durante años, una imagen normalizada que había pasado por alto. Pero hace un año y medio reparó en el cubo de basura y se dio cuenta de la cantidad de residuos que generaba con la regla. Tampones, aplicadores de plástico, compresas, además de los envoltorios de cartón o de plásticos de estos productos para el periodo. Un sin fin de artículos no reutilizables y, la mayoría, no reciclables. Fue entonces cuando esta ingeniera alimentaria de 24 años empezó a buscar alternativas más ecológicas.

Y es que el plástico es uno de los principales materiales de los artículos convencionales para la regla que producen multinacionales como Procter&Gamble a través de Ausonia, Tampax y Evax. Según la organización ecofeminista Women’s Environmental Network, hasta el 90% de una compresa y el 6% de un tampón es plástico. El resto es pulpa de madera, rayón o algodón. A esto hay que sumarle el plástico de aplicadores y envoltorios. Los aplicadores están hechos a base de polietileno y polipropileno, materiales que también se añaden a la cuerda del tampón para que sea más resistente, los dos principales plásticos hallados en los océanos.

Aunque la mayoría de estos artículos menstruales de un solo uso acaban en vertederos, no pocos se desechan erróneamente en el váter y terminan abriéndose camino al mar. El contenedor al que hay que tirarlos es el gris, el de restos, en ningún caso hay que depositarlos en el retrete. Aún así, los productos sanitarios son el quinto residuo plástico más común en la basura hallada en las playas europeas, según datos de la Comisión Europea, por encima de las tazas de café de plástico, los cubiertos o las pajitas. 

En este contexto, las feministas ecologistas le han declarado la guerra a los plásticos que se cuelan hasta el periodo de las mujeres. Ella Daish es una activista británica de 27 años que se ha sumado a esta misión. Desde Twitter denuncia con fotos la gran cantidad de aplicadores de plástico que acaban en el mar. "Se usan durante segundos, ¡pero tardan más de 500 años en descomponerse! Están destruyendo el medio ambiente con su contribución de plástico al océano", critica. Bajo la campaña #EndPeriodPlastic (acabar con el plástico menstrual), la activista presiona a gobiernos y a marcas para que pongan fin a estas prácticas tan poco ecológica.  

Por si a alguien le quedaban dudas, lejos de culpabilizar a las mujeres, estas activistas denuncian a las empresas que amasan abultados beneficios a costa de la menstruación y que hacen oídos sordos a opciones más sostenibles pero menos rentables.

Una mujer tiene la regla durante 40 años aproximadamente. En este tiempo sangrará alrededor de cuatro días al mes, lo que supone un total de 1.920 días con la menstruación. Partiendo de que de media se utilizan cuatro compresas o tampones al día, una mujer en toda su vida utilizará cerca de 7.600 unidades de productos menstruales. Un volumen considerable de residuos. Por suerte, cada vez hay más pequeñas empresas o cooperativas que ofrecen alternativas más ecológicas o reutilizables. 

Alternativas más ecológicas

Una de estas marcas, Natracare, vende tampones con aplicador de cartón, compresas de algodón orgánico, sin plásticos, compostables y embalados en papel y cartón. También hay opciones que vuelven la vista atrás y recuperan las compresas de tela, al estilo de las toallas que utilizaban nuestras abuelas. Una opción más actualizada son las bragas absorbentes que, por ejemplo, la marca Cocoro vende por 30-50 euros y duran hasta dos años. 

Escribano se decantó por la copa menstrual, disponible tanto en látex como en silicona y que se puede comprar por entre 25 y 50 euros. "Es una opción más ecológica, una inversión a largo plazo y, además, más saludable", explica a EL ESPAÑOL. Se trata de un dispositivo que se introduce en la vagina pero que, a diferencia de tampón, no absorbe la sangre, sino la recoge en el interior hasta que se extrae y se vacía en el váter. 

Aunque pueda parecer un invento actual, fue en 1937 cuando la estadounidense Leona W. Chalmers puso a la venta la primera copa menstrual, fabricada con caucho vulcanizado, según se puede leer en el Museo de la Menstruación. En esa misma época, el médico Earle Haas inventó el primer tampón con aplicador que comercializó a través de la marca Tampax. 

Pero en sus inicios la copa no tuvo éxito. Era demasiado grande y rígida, a lo que se sumaba la reticencia de las mujeres a manipular sus genitales y las secreciones vaginales por cuestiones culturales. Fue en 1987 cuando apareció en el mercado la copa de látex, reutilizable y en dos tamaños, que aún está disponible. Su éxito llevó a que en el año 2000 se fabricara la primera copa de silicona.

La gran diferencia con las opciones convencionales es que la copa no es un producto de usar y tirar. Después de cada uso hay que limpiarla con agua y al final de la menstruación esterilizarla. Puede durar hasta 10 años y en este tiempo se calcula que genera el 0.4% de los desechos plásticos producidos por las compresas de un solo uso o el 6% de los deshechos por el uso de tampones, según concluyó un reciente estudio publicado en The Lancet

"La adaptación es dura, sobre todo al tratar de colocarla, pero cuando le coges el truco se hace mucho menos aparatoso que los productos convencionales", cuenta Escribano. Desde lacopamenstrual.es han creado una comunidad en torno a este producto donde las mujeres pueden resolver cualquier duda. Desde cómo doblar la copa para insertarla en la vagina a cómo extraerla, con detalladas explicaciones y vídeos. También subrayan desde la web alguna de sus ventajas: dura hasta 12 horas, se puede utilizar para dormir y supone un gasto de 0,20 euros al mes frente a los 4 euros de los tampones o 2,50 euros de las compresas. 

Más investigación

El citado estudio sobre la copa, que revisó 43 investigaciones previas y consultó a más de 3.000 mujeres, concluyó que se trata de un producto eficaz y seguro para ellas. El 70% de las mujeres que la han probado quieren continuar utilizándola. No obstante, los científicos concluyeron que se necesita más investigación sobre los costes y los efectos en el medio ambiente de los diferentes productos menstruales. "A pesar de que 1.900 millones de mujeres en todo el mundo están en edad de tener la menstruación, hay pocos estudios de buena calidad que comparen los productos sanitarios (que hay en el mercado)", lamentó Penélope Phillips-Howard, autora principal de este análisis. 

"Las copas menstruales contribuirán a disminuir la contaminación plástica de los productos sanitarios desechables", agregó Phillips-Howard, quien descubrió que, a pesar de que 199 marcas de copas menstruales disponibles en 99 países, es una alternativa que se conocen muy poco. Esta visión coincide con la experiencia de Cristina Escribano. "Cada vez más compañeras se suman pero es cierto que aún cuesta este cambio. Supongo que hay que tomar decisiones que, aunque sean mas trabajosas, son mejores para el medio en el que vivimos. Si seguimos así llegará un día que ni tampones ni copa. No habrá margen de decisión", opina esta joven ingeniería alimentaria. 

El pasado marzo la Unión Europea aprobó una norma para combatir los plásticos de un solo uso, un residuo que supone el 80% de la basura que se encuentra en el mar. Con la directiva, a partir de 2021 se prohibirá la venta de bastoncillos para los oídos, pajitas y cubiertos de plástico, entre otros productos. Aunque no prohíbe productos como los aplicadores de plástico de los tampones, las empresas que comercializan estos artículos altos en plástico estarán obligadas a informar a los consumidores sobre el impacto medioambiental negativo de sus artículos. 

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