A la cumbre del clima le quedan pocos días para echar el cierre hasta el año que viene. En estas casi dos semanas de negociaciones ante la crisis climática que vive el planeta, los pasillos enmoquetados de la Feria de Madrid han ido sumando cantidad de incoherencias. Aunque como insiste el eslogan de la COP25 es "Tiempo de Actuar" (un mensaje que se repite aquí y allá en las paredes de Ifema), hay muchos detalles que se quedan fueran de este guión de buenas intenciones con el medio ambiente.
Nada más pasar el control de seguridad de la entrada, con los siempre atentos trabajadores de Prosegur, y de que los agentes de la ONU den el visto bueno con una media sonrisa, un despliegue de maceteros da la bienvenida a los miles de políticos, periodistas, activistas, empresarios, lobbistas y observadores que recorrerán hasta este viernes este recinto. Pero el toque natural de las plantas, dentro de un encuentro tan restringido como la COP, queda rápidamente eclipsado por otro detalle: los vasitos desechables que acompañan a los dispensadores de agua de manantial.
Una opción para hidratarse bastante ilógica ya que el primer día del encuentro, el pasado 2 de diciembre, se repartió a los participantes en la cumbre una botella reutilizable de vidrio, que se puede rellenar en las fuentes de agua del grifo que hay en los pasillos de los pabellones. Esta dualidad lleva a que cada día se utilicen miles de vasos, que aunque prometen ser 100% biodegradales e invitan a que sean reutilizados, no dejan de ser una opción de usar y tirar.
"Pero no solo eso, se está proporcionando agua en fuentes mediante bidones de 5 galones de policarbonato (unos 19 litros), cuando el agua de la ciudad de Madrid es excepcional para su consumo. Incluso se da la paradoja que estas fuentes de agua en botella plástica usan como refrigerador de gases fluorados que afectan gravemente a la capa de ozono y al clima, toda una contradicción", señala Julio Barea, responsable de campañas de Consumo y Biodivesidad de Greenpeace.
Para sobrellevar las dos semanas de cumbre, además de hidratarse, los asistentes a la COP25 no dejan de recargar los niveles de cafeína. Las colas para tomar una taza de café nunca desaparecen, sobre todo a media mañana. La historia empieza a descarrilar al echar un vistazo a la tabla de precios. Un café con leche cuesta 2,15 euros y a la hora de comer se encuentran menús que asciende a 17 euros. Unos precios desorbitados que sorprenden en una cumbre que promueve la justicia social. Pero fijémonos por ahora en la barra de la cafetería.
No hay ni rastro de las tazas reutilizables de cerámica, aquellas que se usaban antes de que se asentara la cultura Starbucks. Sin embargo, para contrarrestar incoherencias, hay servilletas marrones 100% recicladas, cubiertos compostables, azúcar que se dispensa en botecitos de cristal y que se mezcla con palitos de madera. ¿Será un hábito implantado desde hace tiempo en Ifema?
Dos camareros responden tajantes que no. "Cuando acabe la cubre volveremos a lo de antes, al plástico, supongo", explica uno de ellos. Se refiere a las cucharillas y a las tapas de plástico, que las cafeterías norteamericanas de take away nos enseñaron que se colocan sobre las tazas de papel, de las que estos días de cumbre no hay ni rastro.
Para comer, algunas de las opciones más económicas disponibles en Ifema, aunque con los precios inflados, las sirven cadenas como Telepizza o Burger King. El menú Whopper cuesta 10,10 euros, mientras que fuera puede adquirirse por 6,99 euros. Sobre las dos de tarde estos dos establecimiento están a tope y las mesas se van llenando de paquetitos de patatas, hamburguesas y vasos de usar y tirar. "Es imposible tomar una infusión, café o comer algo dentro de la COP que no esté contenido o venga dentro de envases de un solo uso", se queja Barea.
Para salvarse las espaldas, estas empresas delegan responsabilidades y llaman a sus clientes a reciclar. Con carteles que presumen de una "green attitude" (actitud verde), estos establecimientos de comida rápida interpelan a sus clientes a separar sus residuos en los contenedores que hay disponibles hasta cinco colores (restos, envases, papel, vidrio y orgánico).
Pero esta dieta, además de poco saludable y generadora de muchos residuos, no sigue las recomendaciones de la ONU para frenar el calentamiento del planeta. La reducción de emisiones, además de ser necesaria en el sector energético, también pasa por la transformación de la producción de alimentos. Los científicos del IPCC, panel de expertos que asesora a la ONU, recomendaron en un reciente informe dietas basadas en alimentos de origen vegetal y, en el caso de productos de origen animal, apostar por aquellos de producción sostenible con pocas emisiones.
El colofón final a las incongruencias de la COP25 lo ponen las empresas energéticas patrocinadoras de la cumbre. Estas se encuentran en el top diez de las compañías más contaminantes de España, es decir, las que emiten más gases de efecto invernadero junto con las petroleras, según el informe Big Polluters in Spain 2019 elaborado por el Observatorio de la Sostenibilidad. Activistas de Extinction Rebellion han denunciado estos días cómo estas empresas intentan hacerse un "lavado de cara" con sus stands en la cumbre del clima.