Los gobiernos deberían actuar con la misma urgencia sobre el clima que sobre el coronavirus, según coinciden los activistas, ya que la evidencia demuestra que esta crisis de salud pública está reduciendo las emisiones de carbono más que cualquier política.
El brote de coronavirus, que ha matado a más de 6.600 personas e infectado a más de 173.000, ha causado alarma en todo el mundo y los dirigentes actúan en consecuencia. A diferencia de la respuesta que se ha dado al calentamiento global, los líderes políticos y corporativos están demostrando que se pueden tomar medidas radicales de emergencia siguiendo el consejo de los científicos para proteger el bienestar humano.
En China, lugar de origen de la enfermedad y mayor emisor de carbono del mundo, las medidas tomadas por las autoridades evidencian, sin buscarlo, que con solo una pequeña reducción del crecimiento económico se consigue un fuerte recorte de dióxido de carbono del 25%, según reveló la semana pasada un estudio de Carbon Brief.
Si esta tendencia continúa, los analistas dicen que es posible que se produzca la primera caída de las emisiones mundiales desde la crisis financiera de 2008-09, según informa The Guardian. Una desaceleración de las emisiones de CO2 debería servir, según los expertos en cambio climático, para cambiar comportamientos negativos para el planeta, sobre todo en el caso de los viajes.
El tráfico aéreo mundial disminuyó un 4,3% en febrero por la cancelación de decenas de miles de vuelos a zonas afectadas. Pero Rob Jackson, presidente de Global Carbon Project, opina que esto solo sería significativo si conduce a un cambio de comportamiento a largo plazo, particularmente en la aviación, que es una de las fuentes de emisiones de más rápido crecimiento.
"Si esto pudiera cambiar la forma en que viajamos…conducir a más reuniones virtuales...", apunta Jackson. De otra forma, "no veo el lado positivo al coronavirus. Si las emisiones de gas disminuyen temporalmente genial, pero no habrá un cambio significativo a largo plazo a menos que nos sorprenda en una recesión global. Nadie quería eso en 2008 y nadie lo quiere ahora".
Reducir los viajes
Siguiendo el consejo de las autoridades sanitarias para evitar las aglomeraciones y los desplazamientos, millones de personas se han quedado sin clases o han pasado a trabajar desde casa. También se han cancelado decenas de miles de vuelos y los obispos italianos han dejado de dar misa. En gran parte del centro de China, las fábricas se han cerrado, con repercusiones en todo el mundo.
El virus también ha interrumpido varios eventos relacionados con la industria de los combustibles fósiles. En las últimas semanas, se canceló el Salón del Automóvil de Ginebra, después de que Suiza prohibiera todas las reuniones públicas de más de 1.000 personas. En Houston, se suspendió la gigantesca reunión anual de ejecutivos del petróleo y del gas de CeraWeek, al igual que el Gran Premio de Fórmula Uno en Shanghai.
También se han cancelado conferencias internacionales. Donald Trump pospuso la cumbre del 14 de marzo con los líderes de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático. La Feria del Libro de Londres, el Mobile World Congress en Barcelona, la Game Developers Conference en San Francisco, también se han suspendido, lo que se traduce en miles de toneladas de CO2 menos como resultado de los vuelos que no cogerán los participantes.
Cambios esperanzadores
El Fondo Monetario Internacional, integrado por 189 naciones, y el Banco Mundial cambiarán su habitual reunión de primavera en Washington por una teleconferencia virtual. Una medida de emergencia que el ahorro económico y de carbono podría convertir en norma.
La cuestión es si eso cambios son solo temporales. Las ganancias climáticas de China, estimadas hasta ahora en cerca de 200 megatoneladas de CO2, podrían ser de corta duración si las fábricas abren y aumentan la producción para compensar el negocio perdido. El presidente Xi Jinping ha anunciado que el gobierno proporcionará paquetes de estímulo adicionales para ayudar a que se recupere la economía.
Algunos informes sugieren que podría ser contraproducente para el clima si esto significa aumentar la producción de carbón o relajar los controles ambientales. La última vez que China sufrió una amenaza importante para el crecimiento del PIB fue durante la crisis financiera de 2008-2009. En un año, el gasto extra del gobierno aseguró que tanto la economía como el CO2 volvieran a subir.
Acciones radicales
Los analistas consideran que aún es demasiado pronto para saber si el coronavirus empujará las emisiones globales hacia el camino descendente necesario para que haya alguna esperanza de mantener el calentamiento global en el margen relativamente seguro de 1,5 grados por encima de los niveles preindustriales. Dependerá de hasta qué punto se propaga el virus y de si los efectos económicos se prolongan.
Corinne Le Quéré, profesora de ciencia del cambio climático en la Universidad de East Anglia, Reino Unido, explica al The Guardian que hasta ahora la crisis solo puede retrasar el crecimiento del CO2, no revertirlo.
"En los últimos 10 años, las emisiones han crecido a una tasa anual del 1%, o alrededor de 317 megatoneladas, por lo que se necesitaría una reducción realmente grande para ver una caída este año. Es plausible, pero no creo que podamos decirlo en esta etapa".
Pero, Le Quéré señala que incluso una desaceleración haría ganar tiempo para la acción: con avances tecnológicos, precios más bajos a las energías renovables y más presión social sobre los gobiernos para que cambien de rumbo. La respuesta al coronavirus también podría demostrar que las acciones radicales pueden funcionar.
"Estamos viendo que cuando los gobiernos ven que hay una emergencia, actúan de inmediato con medidas acordes con la amenaza. Esa evaluación aún no se ha hecho con el cambio climático, aunque los gobiernos han declarado que es una emergencia", sentencia la experta.