Emprendedores españoles han demostrado que ingredientes desechados de la cerveza pueden alimentar peces, desperdicios vegetales pueden servir para fabricar muebles y que el aceite usado puede reconvertirse en detergente: son ejemplos de que cualquier residuo dispone de una nueva vida útil como recurso.
Los proyectos que intentan dar una nueva oportunidad a los desperdicios de nuestra sociedad son cada vez más originales, como muestra el proyecto Life Brewery, cuyo objetivo es "reutilizar subproductos que se generan durante la fabricación de cerveza como nuevas fuentes de materia prima en piensos para alimentar a los peces".
Así lo ha explicado en una entrevista con la agencia Efe Mikel Orive, experto de procesos eficientes y sostenibles del centro tecnológico vasco AZTI, donde los investigadores han desarrollado varios tipos de ingredientes aprovechando los más de 6 millones de toneladas de bagazo y 1 millón de toneladas de levadura generados en la producción de cerveza, que "tienen mucho valor como proteína vegetal".
Un panel de consumidores probó los pescados alimentados con estos piensos y otros alimentados con piensos comerciales "y no han notado ninguna diferencia", lo que demuestra que el producto final "no altera el sabor ni la textura de los peces", ha explicado Orive.
Aprovechar algo que se va a tirar y reducir la explotación de los recursos marinos es la idea que subyace en esta iniciativa, que también podría aplicarse en la creación de piensos para otras especies animales, aunque la línea actual de investigación se ha centrado en acuicultura porque "es un sector con una demanda creciente".
Una mezcla mágica: detergente con acetite usado
Reciclado es también el aceite que emplea la empresa Souji, cuyos creadores buscaron alternativas para reutilizar el aceite usado en casa y lograron transformarlo en un producto de limpieza utilizado para lavar ropa, como detergente o friegasuelos.
Souji, que significa "limpieza" en japonés, es un líquido elaborado a base de minerales y vegetales que al mezclarse en las proporciones correctas con aceite usado de cocina y agitarse un minuto se transforma en un detergente que es "un 96 % menos contaminante que las marcas corrientes", ha explicado la cofundadora de la empresa, Catalina Trujillo.
"Se consigue el mismo resultado que con el proceso tradicional de fabricación de jabón pero en un minuto y sin necesidad de usar productos peligrosos, como la sosa cáustica", ha añadido, antes de explicar que uno de los principales obstáculos que encontraron para su comercialización fue romper la falsa idea de algunos clientes de que las prendas "olerían a aceite en lugar de a ropa limpia".
Trujillo ha destacado que esta iniciativa "no es sólo un detergente, porque nuestro foco es el reciclaje" y en ese sentido la sostenibilidad "está presente en todo el ciclo", con envases reutilizados y reutilizables.
Una lechuga convertida en mueble
La economía circular también es la protagonista de la empresa aragonesa Feltwood, encargada de dar valor a los residuos de origen agrícola y vegetal y transformarlos en embalajes, mobiliario y aislamientos para construcción, entre otros productos.
"El planeta no puede admitir tantos residuos como producimos", advierte su directora, Arancha Yáñez, quien puso en marca este proyecto al detectar demanda de materiales de buenas características técnicas que no generaran un problema ambiental.
Teniendo en cuenta que "el 40 % de lo que se cultiva no es válido para alimentación", la compañía comenzó a emplear los desechos vegetales como opciones alternativas al plástico y la madera, hasta conseguir productos ecológicos, biodegradables y compostables, sin usar adhesivos ni aglomerantes.