Un depredador no necesita tener la mayor velocidad ni los mejores reflejos para atrapar a un pájaro. Así lo ha demostrado un estudio, publicado en la revista Current Biology, tras obtener la primera prueba documentada de una tortuga gigante de Aldabra (Aldabrachelys gigantea) entrando a matar.
El reptil muerde la cabeza de un polluelo detiñosa picofina (Anous tenuirostris), lo mata y se lo come. Es la primera vez que se capta este comportamiento con una cámara, y es probable que no sea el único caso de quelonios que acechan y depredan pájaros. "No podía creer lo que estaba viendo", explica Justin Gerlach, investigador de la Universidad de Cambridge en Reino Unido. "Era horroroso y sorprendente al mismo tiempo", continúa.
El vídeo fue grabado en los bosques de la Isla de Fregate, en las Seychelles, un archipiélago situado frente a la costa de África oriental en el océano Índico. Las imágenes muestran como una tortuga hembra adulta se dirige directamente a paso normal hacia su objetivo: una cría de tiñosa picofina varada en un tronco.
"Miraba directamente al ave y caminaba decididamente hacia ella. Esto era muy, muy extraño, y totalmente diferente del comportamiento normal de estos reptiles", indica el autor.
A fuego lento
La tortuga se acerca a su presa despacio, pero decidida. Cuando llega a una distancia en la que puede asestar mordiscos, alarga la boca. El polluelo intenta defenderse picoteando al reptil, pero sus esfuerzos son inútiles. Una vez llega al final del tronco sin ningún otro lugar donde ir, el quelonio aplasta sus mandíbulas directamente sobre la cabeza del pájaro, que se desploma desde el tronco. La tortuga baja y se lo traga entero. El proceso completo dura siete minutos.
Aunque la gente suele asociar la velocidad de estos reptiles —o la falta de ella— con unos hábitos herbívoros sencillos y benévolos, este no es la primera evidencia de tortugas que consumen carne o partes de animales ricas en calcio, como huesos o caparazones, en la naturaleza. "En estudios previos, no era posible saber si el quelonio había matado directamente al animal, o si simplemente lo había encontrado convenientemente muerto", afirma el experto.
El vídeo, grabado por Anna Zora, subdirectora de conservación y sostenibilidad de la Fundación de la Isla Fregate, ofrece las primeras pruebas de un ataque deliberado y planificado. Por un lado, el reptil se acerca al polluelo con las mandíbulas abiertas y la lengua retraída, lo que, según Justin Gerlach, es típico del comportamiento agresivo de las tortugas, como si el ave fuera algo que hay que matar, en lugar de simplemente comida.
Además, el quelonio parecía tener experiencia en la captura de pollos. Las tiñosa picofinas son aves que anidan en los árboles. Cuando los polluelos se caen, su instinto es evitar el suelo a toda costa. Probablemente por eso, la cría permanece en el tronco incluso mientras la tortuga se acerca. "Me pareció que ese individuo había cazado con éxito antes; parecía saber lo que hacía", destaca el investigador.
Nuevos interrogantes
Aunque esta tortuga parece ser una cazadora experimentada, quedan preguntas por responder. ¿Cuántos pájaros cazan? ¿Con qué frecuencia lo hacen? ¿Cuánta nutrición obtienen de ello? ¿Este comportamiento ocurre en otros lugares? "Podríamos estar ante una población que está desarrollando un nuevo tipo de comportamiento con implicaciones evolutivas o es solo una observación interesante por el momento", se cuestiona Gerlach.
El experto sospecha que los esfuerzos de conservación en la isla Fregate podrían ser parte de lo que está impulsando la aparición de esta inusual conducta. Aunque las poblaciones de aves marinas y tortugas han estado en declive durante los últimos cientos de años, los planes de recuperación en la isla han revivido a ciertos grupos que cuentan ahora con altas densidades de individuos.
"Se están recreando unas condiciones que favorecen estos comportamientos naturales y que no se habían visto en cientos de años", sugiere el autor. Es posible que el paladar de estos reptiles no se limite a las aves. Mientras sea lo suficientemente lento para atraparlo, ¿por qué no comerlo? “Hay muchas historias de quelonios que comen conchas de caracol por el calcio para hacer sus propios esqueletos, pero podrían también comer sistemáticamente caracoles”, añade el experto.
A pesar de todas estas incógnitas, el autor afirma que una cosa es cierta: “Está claro que disfrutan comiendo aves. Se toman muchas molestias, al contrario que cuando ingieren plantas”.