Abrir el grifo y que apenas salga un hilo de agua a determinadas horas es una realidad en algunas localidades del sur de España. Es el caso de Benamejí o Lucena, dos pueblos de Córdoba que estas últimas semanas se han visto abocadas a realizar cortes de agua por la situación de escasez que está atravesando la región.
Así lo reflejan los datos de la Junta de Andalucía que muestran que el mayor embalse de la comunidad andaluza, el de Iznájar (Córdoba), sufre sus peores niveles de agua para el mes de agosto desde que hay registros. De hecho, la reserva está al 21%, situándose hasta tres puntos por debajo de la media de los últimos 10 años (58,8%).
Quien lo conoce sabe que este embalse es todo un mar de interior que no solo abastece a unos 250.000 cordobeses, sino que además provee de agua a la agricultura, tiene aprovechamiento hidroeléctrico y de navegación o recreativo. Es guardián, además, de auténticos tesoros arqueológicos, porque en 2017, cuando las aguas del pantano descendieron hasta el 24%, dejaron al descubierto una almazara de la época romana del siglo III. Las estructuras pétreas llegaron a ser objeto de estudio del Centro de Investigaciones Históricas y Arqueológicas de Iznájar (Cihai), al menos hasta que las aguas volvieron a cubrir el yacimiento.
No obstante, años antes, Iznájar vivió su mayor crisis: la de la terbutilazina. Este fertilizante y otros procedentes de la agricultura se encuentran -aún hoy- en el fondo del embalse lo que, unido a una caída repentina en los niveles provocaron en el verano de 2005 un corte de suministro durante cinco días que dejó sin agua a miles de cordobeses. No era apta para consumo humano.
Episodios como este demuestran que el hecho de que un embalse como el de Iznájar llegue a mínimos históricos es preocupante, porque puede poner en riesgo el abastecimiento de la población. Joaquín Paéz, presidente de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG), asegura a este periódico que, de momento, y a los niveles actuales, las provisiones de agua están garantizadas, pero asegura que están en una situación "delicada y preocupante", porque "no se recuerda un año hidrológico tan malo desde el año 1995 -en cuanto a precipitaciones y aportaciones de agua a los embalses-".
Para Felipe Fuentelsaz, coordinador de Agricultura de WWF, el embalse de Iznájar "es muy característico y siempre es un indicativo de cómo está el sistema". Como Páez, reconoce que el hecho de que el mayor pantano de Andalucía registre un mínimo histórico es "de máxima preocupación" y recuerda "el fantasma del año 1995", cuando se vivió una situación de extrema sequía con una reducción de los recursos hídricos de un 80% que afectó al suministro de millones de personas.
Lo más probable es que este año no se alcancen esos niveles de emergencia, pero la cuenca del Guadalquivir sí está actualmente en situación de alerta, como ha corroborado el presidente de la CHG a EL ESPAÑOL, que apunta que los que peor están -dentro de los de regulación general dedicados a agricultura y abastecimiento- son los de la provincia cordobesa, a un 22,4% de su capacidad actualmente. En el total de Andalucía, la media de los embalses del Guadalquivir está en un 28,6%.
Una cuenca "al límite"
"Estamos consumiendo mucha más agua de la que podemos consumir", sentencia Fuentelsaz, que apunta que especialmente en Andalucía existe una actividad económica "muy ligada al uso del agua", sobre todo en lo que se refiere al "boom de hectáreas dedicadas al regadío" y que están suponiendo "un lastre" para la región. "Al final, llevamos muchos años, con unos niveles muy bajos de los embalses, esperando que los inviernos sean buenos, con precipitaciones, pero es que los datos son catastróficos", apunta.
En este sentido, desde la CHG aseguran que de los sectores que utilizan agua en el Guadalquivir, el 87% está dedicado a la agricultura. "Es el gran consumidor de agua", asegura su presidente, quien añade que "hay que ser más eficientes con el regadío" y ser conscientes de que es un recurso escaso con una tendencia a la baja -de un 21%menos en los embalses- en los últimos 40 años. Por este motivo, solo se contempla el crecimiento cero: "Se acabó añadir más hectáreas de regadío. Esta cuenca ya ha llegado al límite para aportar agua a nuevas hectáreas", afirma Páez. Y es que, según datos de la Confederación, hoy en día, el regadío en Andalucía abarca unas 890.000 hectáreas, una tercera parte del que existe en todo el país.
La preocupación es latente en un momento en el que la campaña de regadío todavía no ha finalizado. Las previsiones, asegura Páez, es que a finales de septiembre se acabe con unos niveles entorno al 20% en los embalses. Este año, añade, se han reducido "las dotaciones de agua al regadío en un 50%", lo que se traduce en "un año duro para el sector agrícola".
Así lo corrobora Ignacio Fernández de Mesa, el presidente de la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores de Córdoba (Asaja), que cuenta que esa reducción está teniendo consecuencias en la gestión de los cultivos. "La situación es muy preocupante", asegura, y sobre todo "para terminar los cultivos permanentes que ahora están pendientes". Una campaña de riego que finaliza el 30 de septiembre, fecha en la que la CHG prevé que los niveles de las reservas hídricas ronden el 20% de su capacidad después de desembalsar el objetivo de 900 hectómetros cúbicos que, aseguran, van a cumplir.
Ahora bien, si la situación de escasez hidrológica se une a una meteorología seca y con pocas precipitaciones, "habrá que empezar a hablar de la declaración excepcional de sequía extraordinaria en la región", advierte Páez. Añade que, "ahora mismo, en el índice de escasez estamos en situación de alerta. Si pasáramos a situación de emergencia y se repitiera durante dos meses consecutivos, es entonces cuando se declararía la sequía extraordinaria". Pero, como apuntan, desde la Confederación, se mueven siempre en una situación de incertidumbre: "A pesar de que manejamos un recurso escaso y además muy mal distribuido en el tiempo, esperamos no llegar a ese escenario".
Solo el 30% de embalses en niveles óptimos
Una situación que no solo se queda circunscrita a las provincias andaluzas. Según los últimos datos del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco), solo cinco de 16 demarcaciones hidrográficas se sitúan en niveles totales óptimos: Cuencas Internas del País Vasco, Cuencas Internas de Cataluña, Cantábrico Occidental y Tinto, Odiel y Piedras. El resto se encuentran a un volumen inferior a la media en los últimos 10 años, siendo Guadalquivir, Guadiana y Guadalete y Barbate las que están en niveles más críticos (en torno al 30%). En total, la reserva hídrica en España se sitúa al 42% de su capacidad.
Sergio Vicente, experto en hidrología e investigador en el Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC), asegura que los caudales de los ríos en España han descendido mucho en los últimos años. El clima tiene un efecto directo: a más temperatura, el agua embalsada puede evaporarse a más velocidad. Sin embargo, el científico subraya que, sobre todo, lo que más afecta al descenso de las reservas de agua son otros dos factores.
Por un lado, en el área mediterránea, lo que se ha producido es un abandono generalizado de las zonas de montaña que antes se trabajaban mediante agricultura tradicional y se pastoreaban de forma muy intensa, y al abandonarse estas áreas, se ha producido un fenómeno de revegetación natural, ayudado -en algunos casos- con repoblaciones forestales. En este sentido, asegura Vicente, zonas que estaban completamente desnudas hace 50 u 80 años ahora son bosques que consumen agua. "Eso no significa que sean malos, cumplen otro tipo de funciones: introducen agua de más calidad, reducen la erosión del suelo, aumentan la fertilidad, recargan mejor los acuíferos… pero consumen más agua".
Además de esto, el experto destaca el incremento de demanda como otro de los factores detrás del descenso del nivel de los embalses. "La agricultura -sobre todo de regadío- está consumiendo entre el 80% y 90% de todo el agua", subraya, y su superficie se ha incrementado el doble desde los años 60. Como apunta el experto, al final de las campañas de riego los embalses "cada vez se ven más estresados", porque tienen que hacer frente a una mayor demanda y también a una demanda creciente de agua por parte de la atmósfera.
En opinión de Fuentelsaz, la situación exige "una visión más estratégica", porque "no podemos mirar el río como solo una zona para embalsar agua en pantanos". A su juicio, el riesgo hídrico es muy alto, y esto no va a cambiar, por lo que hay que adaptarse a las condiciones climáticas. La solución pasa, a su modo de ver, por frenar el regadío, eliminarlo de zonas sensibles o sin permisos, y adoptar medidas para disminuir el consumo lo máximo posible.
En esto coincide el investigador del IPE-CSIC, quien, además de una reducción global de las emisiones y una buena gestión forestal en los bosques, subraya que en España se hace necesario controlar las demandas, y "posiblemente donde haya una mayor capacidad de actuación sea en la agricultura".
Para Vicente, la demanda de agua en España es muy notable, lo que ha hecho que los recursos hídricos hayan descendido "de una forma dramática" y que los escenarios a futuro no sean buenos. Las peticiones, además, seguirán incrementándose por el aumento de las temperaturas y el descenso de las precipitaciones, por lo que -asegura el experto- "si esto se da en un escenario con mucha demanda de agua, podemos llegar a un cóctel explosivo y que no se puedan cubrir las demandas".
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