La erupción volcánica en La Palma ha resucitado una hipótesis que lleva larvándose más de 20 años y que supone una considerable fuente de frustración para vulcanólogos, sismólogos y muchos palmeros residentes: que un gran derrumbe de las laderas de Cumbre Vieja provoque un tsunami en el Atlántico lo bastante fuerte como para devastar no solo el archipiélago canario, la costa africana y Europa Occidental, sino Nueva York, el Caribe e incluso Brasil.
El propio comité científico del Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias (Pevolca) se veía obligado horas antes de la erupción a refutar esa teoría, que se basa en un único artículo publicado en 2001 en Geophysical Research Letters. En él, Steven Ward, del Instituto de Geofísica y Física Planetaria de la Universidad de California, y Simon Day, de la Universidad de Londres, planteaban el "potencial desastre" con olas de 25 metros estrellándose contra los rascacielos de Manhattan si entre 150 y 500 km3 de roca eyectada caían al mar.
Pevolca sostiene que no existen datos que soporten esa hipótesis, que "carece de base científica contrastada" como han repetido diversas investigaciones en las últimas dos décadas. Sin embargo, la teoría del 'megatsunami de La Palma' se resiste a desaparecer. El zeitgeist catástrofista que acompañó al cambio de milenio, y que inundó de películas y series cuajadas de apocalipsis tanto naturales como esotéricos, le debe mucho a la popularidad de la tesis. En 2005, la BBC británica lo incluyó en un documental expresivamente titulado Cuatro maneras de acabar con el mundo.
Aunque la cadena pública británica ha tenido que hacer en paralelo un amplio trabajo de pedagogía para explicar que habían explotado el worst case scenario, o "peor de los escenarios posibles" -"Si lanzas un ladrillo a la bañera, salpicará mucho; si lo rompes en 10 trozos y los tiras, obtendrás diez salpicones más pequeños", explicaba un vulcanólogo-, la hipótesis es demasiado jugosa como para que otras productoras de documentales ficcionalizados y aficionados tanto a los volcanes como a las teorías de la conspiración lo hayan dejado pasar fecha reciente.
Es por eso que Robin George Andrews, vulcanólogo, divulgador y colaborador de medios como el New York Times, National Geographic o The Atlantic, ha querido publicar un hilo de Twitter para calmar las inquietudes de los lectores a uno y otro lado del océano. El resumen sería que, aunque en la historia de la formación del archipiélago hay precedentes de grandes movimientos geológicos, nada indica en fecha reciente que esa posibilidad exista. Y si llegara a ocurrir, los efectos no tendrían nada que ver con un 'megatsunami'.
Con 125.000 años de antigüedad, explica Andrews, Cumbre Vieja es un volcán joven y activo, que tiende a presentar erupciones en forma de fallas en el flanco que dejan escapar coladas de lava. Es lo que ocurrió con el Kilauea en Hawái, y está ocurriendo ahora en La Palma. Y así ha sido en los cerca de 7.000 años de historia volcánica en la isla canaria registrados por el Global Volcanism Program del Instituto Smithsonian. Nunca ha habido "un Vesubio", insiste el especialista.
Por otro lado, quedan evidencias de avalanchas gigantescas de tierra en épocas remotas: parte del norte de La Palma vertió 200 km3 de material de un volcán colapsado al mar hace 560.000 años, "provocando seguramente un gran tsunami". Ahora que la actividad geológica ha pasado al sur de la isla, ¿podría volver a ocurrir? "No es tan sencillo", advierte Andrews.
Según cita, Dave Petley, experto en aludes de la Sheffield University, visitó en persona Cumbre Vieja en 2017 para comprobar esta hipótesis, y "no halló evidencias" de que una parte del volcán pudiera considerarse "inestable". Tras la erupción del Teneguía en 1971, añadía, tampoco se presentaron indicios de riesgo de derrumbe. Aunque no se puede descartar que parte de la ladera se desprenda y caiga al mar, concluía, en ningún caso se darían las magnitudes de las que hablaba el artículo de Ward y Day.
Esto no significa que un tsunami provocado por un volcán no preocupe a los expertos: Andrew cita una simulación de 2015 según la cual, si 80 km3 del Cumbre Vieja cayeran al mar, podría generar olas de dos metros hasta Estados Unidos. Pero como insiste el vulcanólogo, no hay indicio alguno que haga pensar en la posibilidad de un derrumbe grande o pequeño. Para ello cita un documento del Instituto Volcanológico de Canarias:
"Para que el flanco de Cumbre Vieja llegara a reunir condiciones próximas a la inestabilidad tendrían que darse simultáneamente un terremoto de magnitud excepcionalmente alta y una erupción volcánica explosiva de gran magnitud, o bien que el edificio volcánico actual alcanzara en su crecimiento natural al menos mil metros más sobre la máxima elevación actual. Para alcanzar esta altura tendrían que transcurrir más de 40.000 años, tomando como referencia la tasa media de crecimiento de la isla en el último millón de años".