Una España sin noches: así contamina el constante alumbrado nocturno a nuestras ciudades
La contaminación lumínica se relaciona también con enfermedades y afecta a la biodiversidad, además de emitir de gases de efecto invernadero.
2 octubre, 2021 03:14Noticias relacionadas
Vivimos en un mundo sin noche. La luz artificial nocturna del alumbrado público y privado inunda nuestras calles, pero también invade nuestras casas, las zonas naturales y el cielo nocturno. Según parece es el progreso imparable de nuestra sociedad y un barniz mágico para prevenir la delincuencia.
En cambio es sorprendente el anuncio que aparece en la entrada de muchos pueblos franceses, advirtiendo del apagado total o parcial del alumbrado desde las 23 horas o las 24 horas hasta las 6 de la mañana. Son las villes et villages étoilés, un conjunto de 12.000 pueblos y ciudades con un sello de calidad ambiental para recuperar la noche, para volver a admirar la Vía Láctea y para evitar la intromisión lumínica humana en los ecosistemas nocturnos.
Esta iniciativa es posible gracias al nuevo y puntero reglamento francés que regula la contaminación lumínica, elaborado para dar cumplimiento a la sentencia judicial emitida a partir de la denuncia de diversas asociaciones francesas en defensa de la noche. Numerosos municipios aplican esta medida con mayor o menor rigor, desde el pequeño pueblo de Roussieux de 23 habitantes hasta Estrasburgo con 280.000.
Acostumbrados como estamos a vivir bajo una constante y potente luz nocturna, esta medida nos puede sonar ridícula e incluso peligrosa. Podríamos pensar que estos pueblos serán asaltados cada noche por miríadas de delincuentes y los accidentes de tráfico serán muy frecuentes.
Sin embargo los estudios estadísticos y registros policiales demuestran que ni la delincuencia ha aumentado ni los talleres de reparación de coches hacen su agosto. La relación directa entre luz y seguridad, con la que nos bombardean constantemente, es falsa. Existen numerosas investigaciones policiales y de expertos que la desmienten.
España, siempre iluminada
Maravillados por el éxito de la iniciativa francesa, ¿no se podría implementar la medida en España? ¿Por qué no apagar las luces de los pueblos que así lo decidan libremente para salvar la noche?
Recuperar el cielo nocturno, además de un ahorro económico, atraería turismo de estrellas, fotógrafos de paisajes nocturnos, amantes de los murciélagos, de las mariposas nocturnas, etc. Un negocio limpio, sin necesidad de nuevas infraestructuras. De hecho la red de Reservas y Destinos Turísticos Starlight pretende precisamente esto: fomentar y proteger la noche en lugares escogidos.
Pero este sueño puede que se convierta realmente en una pesadilla. Actualmente se encuentra en exposición pública un Proyecto de Real Decreto por el que se aprueba el Reglamento de ahorro y eficiencia energética y reducción de la contaminación lumínica (PRD a partir de ahora) propuesto conjuntamente por el Ministerio de Industria y por el Ministerio de Transición Ecológica. Leído este detenidamente, se llega con decepción a concluir que el PRD no fomentará la eficiencia energética y que las medidas propuestas aumentarán sobremanera la contaminación lumínica. Con ello, el Estado español se apartará deliberadamente de las tendencias europeas.
Nuestro sueño de apagar las luces de los pueblos que así lo deseen, durante las horas centrales de la noche, para la salvaguarda de la biodiversidad o simplemente para organizar una noche de estrellas o ver la lluvia de las Perseidas, no será posible si este PRD se aprueba tal y como está.
La nueva norma prohíbe que el flujo de luz de las calles se pueda reducir por debajo de un 20% y, de manera explícita, no permite el apagado total de las luces. De esta manera, fiestas tradicionales como las Noches de las Velas que se celebran en numerosas ciudades como Titaguas (Valencia) o Valladolid están en peligro.
Más luces que amenazan la biodiversidad
La flamante norma obligará, además, a iluminar todas las rotondas, así como cada una de sus salidas a lo largo de 200 metros. En España hay unas 28.000 rotondas. Si suponemos que cada una de ellas tiene 3 salidas, esto implica unos 28.000 x 3 x 200 = 16.800 kilómetros de luces, que viene a ser como dos veces la longitud de la costa española.
Muchas de estas rotondas son urbanas, soportan mucho tráfico y ya estarán iluminadas, pero no así las rotondas de las zonas rurales, que suelen estar cerca de áreas de conservación de la biodiversidad de la red Natura 2000, en las que circulan como mucho uno o dos coches cada hora.
Las filas de lámparas actúan como barreras al desplazamiento de los insectos nocturnos, porque los captan y les causan la muerte por agotamiento o por depredación. De hecho, la contaminación lumínica está considerada como una de la causas de la disminución de los insectos, muchos de ellos responsables de la polinización nocturna de los cultivos.
Con este proyecto, la salvaguarda de la noche está en peligro en España. No solo porque se exigen siempre mínimos exagerados de luz en las calles, sino porque las pocas restricciones a emisiones lumínicas siempre tienen excepciones. Por ejemplo, los ríos, las playas, la superficie marina no podrán ser iluminados directamente, pero no se restringe que lo sean de manera indirecta, como si un fotón rebotado fuera menos perjudicial. Con lo cual, el derecho a la emisión de luz siempre prevalecerá frente a la protección de la naturaleza fluvial o marina.
El PRD que se pretende aprobar es tremendamente permisivo con la iluminación ornamental y festiva. De manera que la tendencia creciente a instalar exageradas luces de Navidad seguirá.
Un retroceso en contaminación lumínica
La contaminación lumínica es un problema serio. La luz artificial nocturna trastoca nuestro ritmo circadiano, se ha relacionado con distintos tipos de enfermedades (insomnio, depresión, obesidad, cáncer de mama y próstata, etc.), puede generar una falsa sensación de seguridad, afecta a la biodiversidad, supone un gasto energético y económico, además de contribuir a la emisión de gases de efecto invernadero.
El PRD ignora deliberadamente los estudios realizados sobre los efectos perjudiciales de la luz artificial nocturna. Tampoco tiene en cuenta que, desde hace unos 10 años, existen diversas redes de detectores para monitorizar la contaminación lumínica, situados en zonas naturales, rurales y urbanas. Los que nos dedicamos a analizarla sabemos cómo ponerle límites.
La aprobación de este PRD supondría un retroceso en la lucha por la defensa de la noche. Hace unas semanas el Parlamento Europeo acordó la necesidad de abordar la contaminación lumínica en el marco de la Estrategia de Biodiversidad 2030 de la Comisión Europea y el plan de contaminación cero.
Hace dos años el organismo científico-técnico europeo Joint Research Centre (JRC) publicó la EU Green Public Procurement Criteria for Road Lighting and traffic signals, una guía de contratación verde para la iluminación de carreteras. ¿Cuál es la razón por la que el proyecto de RD no se basa en esta guía europea y opta por la autarquía normativa con la iluminación no sostenible de alto impacto ambiental?
Necesitamos otra reglamentación que realmente tenga por objetivo la preservación de la noche para proteger la biodiversidad, la salud humana y el acceso al cielo nocturno, considerado como patrimonio natural y cultural, así como para la astronomía, tanto la profesional como la amateur. Recordemos además que este cielo nocturno es el recurso natural que permite actividades de astroturismo.
Y no olvidemos que estamos en emergencia climática y que cualquier incremento del uso de la energía debería estar muy bien justificado. Y en este PRD no lo está, ya que claramente fomenta el derroche energético. Necesitamos una normativa que nos conduzca progresivamente a una mayor sobriedad luminosa.
*Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.
**Enric Marco Soler, autor y Técnico Superior de Astronomía en la Universitat de València.