El volcán de La Palma no muestra signos de agotamiento. Los continuos desprendimientos en el cono principal alimentan de lava las lenguas que arrasan cada vez más terreno. Las hectáreas devastadas suman más de 850, la deformación del terreno se mantiene en ocho centímetros y los gases que forman el penacho volcánico se cuentan por miles de toneladas. Todos ellos parámetros que indican que la erupción está más viva que nunca.
Los expertos que vigilan día a día el volcán no ven que el final de la erupción de La Palma se produzca en el corto y medio plazo. Según declaraciones de María José Blanco, portavoz del Comité Científico del Pevolca y directora del Instituto Geográfico Nacional (IGN), la emisión de dióxido de azufre es una de las principales señales que indican que el volcán se está apagando. En ese escenario, la tasa de SO2 tendría que estar en las 100 toneladas diarias, y no en las más de 17.000 toneladas diarias registradas hasta ahora. Una cantidad que está además subestimada.
El equipo del Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan) mide a diario este parámetro para recopilar información sobre el estado de la erupción y tratar de predecir cuál será el siguiente paso del volcán. Como aseguraron desde Involcan a EL ESPAÑOL, si se llegase a observar una tendencia descendente de los niveles de dióxido de azufre, sería "una señal inequívoca de que la erupción se acerca a su final".
Además de la medición del dióxido de azufre, los científicos desplegados en la isla vigilan muy de cerca otros factores como la deformación del terreno. Esta fue una de las señales que avisaron de que el volcán iba a entrar en erupción. Los días previos, el terreno se fue abombando cada vez más, llegando incluso a alcanzar los 28 centímetros, lo que se traducía en que el magma estaba empujando con fuerza bajo la superficie. Si en algún momento se detectase que ese abombamiento se reduce, esto significaría que el volcán está dejando de alimentarse del magma procedente del manto.
Otro aspecto importante es el nivel de sismicidad que registra la isla. El IGN ha informado en un comunicado de que la isla ha registrado un total de 184 terremotos en las últimas 24 horas en la zona afectada por la reactivación volcánica de Cumbre Vieja. De ellos, cinco se han producido a profundidades de unos 30 kilómetros y el resto en torno a los 12 kilómetros.
Como aseguró en otro artículo Jesús Ibáñez, sismólogo del Instituto Andaluz de Geofísica, los sismos menos profundos son un síntoma de que el magma está en contacto con la corteza. Los más profundos, en cambio, reflejan la cantidad de energía liberada por el material magmático bajo el volcán. "Ese aumento de la energía es el que deforma el terreno y rompe en forma de terremoto", aseguró el investigador.
Los expertos apuntan que si el nivel de sismicidad redujese su intensidad, podría ser otra de las señales del final de la erupción. En Canarias lo que ocurre es que durante una erupción volcánica como la de La Palma, "los terremotos aumentan en número y magnitud a medida que pasa el tiempo hasta que decaen bruscamente".
Ahora bien, como apuntó Ibáñez, los terremotos pueden seguir produciéndose en profundidad incluso cuando la erupción haya finalizado. En este punto, según el experto, es importante tener en cuenta que el volcán se apagará en el momento en que la presión del interior de la tierra sea menor que la ejercida en el exterior. Por el momento, se desconoce hasta cuándo seguirán produciéndose los terremotos, y es una de las incógnitas irresolubles que plantea el volcán. En este sentido, los expertos intensifican la vigilancia volcánica para intentar prever un cambio en la erupción.
Los precedentes del Cumbre Vieja
Los episodios anteriores de erupciones volcánicas en superficie en Canarias se remontan a unos años en los que la tecnología para medir estos parámetros no estaba tan desarrollada, por lo que la información que se tiene de aquellas erupciones es limitada. La última erupción producida en el archipiélago tuvo lugar en la isla de El Hierro en el año 2011 (el volcán Tagoro), pero fue submarina, por lo que tampoco puede dar muchas pistas sobre la posible evolución del Cumbre Vieja.
Anterior a esta, La Palma vivió un episodio eruptivo en 1971. El Teneguía entró en erupción en una zona que no estaba habitada, por lo que la tragedia creada por el volcán fue mucho menor que lo que lleva soportando la isla en este último mes. Su duración, además, fue mucho más breve que la que vive La Palma en estos momentos.
Durante los 24 días de erupción, los científicos trataban de recopilar las pistas que iba dejando el volcán, pero sin la tecnología de ahora. Seguían el recorrido de la lava y lo apuntaban a mano en un mapa, una información que ahora registran los satélites al segundo. Esta erupción expulsó unos 40 millones de metros cúbicos de lava y devastó un total de 276 hectáreas. Unas cifras que, al lado del Cumbre Vieja, acaban por quedarse pequeñas.
A lo largo de su historia, el archipiélago de Canarias ha llegado a tener hasta 19 erupciones. La más extensa fue la producida en el siglo XVII en el que hoy es el parque nacional de Timanfaya, en Lanzarote. Esta erupción llegó a durar hasta seis años.
No obstante, las limitaciones para recopilar información sobre los volcanes en aquella época y el reducido número de erupciones merman el conocimiento sobre cuánto puede durar una erupción. La muestra, como han asegurado distintos expertos a este periódico, no es suficiente para extraer una media fiable sobre la duración estimada. La incógnita, por tanto, continuará y solo queda vigilar los pasos del volcán para tratar de predecir sus próximos movimientos y conocer en qué punto se encuentra la erupción.