Las tierras indígenas de la Amazonía brasileña son el hogar del mayor número de pueblos indígenas aislados del mundo. También albergan una de las mayores reservas minerales del planeta aún sin explotar. Por ello han estado en el punto de mira de los intereses de desarrollo durante décadas.
El actual presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, pretende permitir la explotación de sus recursos minerales a través de un proyecto de ley (PL191/2020) que pone en peligro a los bosques y las sociedades únicas que protegen.
Si bien la minería aún no está permitida en las tierras indígenas, las compañías mineras llevan años solicitando permisos para explotarlas. Actualmente existen 3.600 proyectos en tierras indígenas en las que viven grupos aislados. Estos ocupan más de 10 millones de hectáreas, una extensión comparable a la de Islandia. Además, la Agencia Nacional de Minería de Brasil trata de atraer más inversores, y es esperable que el interés aumente con la aprobación del PL191/2020.
Desafortunadamente, las áreas ricas en minerales están ubicadas justamente en las zonas más remotas, donde los pueblos indígenas se han mantenido aislados. Así, existen más proyectos de minería en tierras indígenas con grupos aislados que en las que no los tienen.
Grupos aislados muy amenazados
De aprobarse el proyecto de ley PL191/2020, las operaciones mineras afectarán a 25 tierras indígenas que albergan a 43 grupos aislados, según revelamos en un estudio recién publicado. La situación es especialmente preocupante para 21 grupos, cuyas tierras concentran la mayoría de los proyectos.
En algunos casos, la minería dejaría poco espacio para salvaguardar los derechos indígenas. Por ejemplo, en las tierras indígenas Xikrin do Rio Catete y Baú, los proyectos de minería ocupan alrededor del 80% del territorio. Estas cifras podrían alcanzarse sin problema, ya que el proyecto de ley no prevé ningún límite.
La situación es crítica en la tierra indígena Yanomami, un vasto territorio que protege a siete grupos aislados en la frontera con Venezuela. Allí, las solicitudes de minería ocupan 3,3 millones de hectáreas, una extensión equivalente a la de Cataluña. Su impacto se sumaría a la invasión masiva de mineros ilegales de oro que afronta el territorio y que está provocando cientos de muertes indígenas como consecuencia de la propagación del COVID-19.
¿Cómo afecta a los pueblos indígenas?
La minería afecta a los pueblos indígenas aislados de varias formas. La deforestación ocasionada por la minería reduce el territorio utilizable por estos grupos y aumenta las posibilidades de contacto no deseado. A veces se argumenta que la minería tiene un efecto muy localizado y por tanto irrelevante. Sin embargo, el desarrollo generado alrededor de un proyecto de minería provoca un gran impacto ambiental. De hecho, el 9 % de la deforestación en Amazonas se debe a la minería directa o indirectamente.
Por otro lado, la contaminación de los ríos provocada por la minería es uno de los mayores problemas ambientales y de salud de la Amazonía. Como resultado de la extracción intensiva de oro, sus pobladores se encuentran entre los más expuestos al mercurio del mundo. Los graves problemas de salud derivados del mercurio deben afectar de igual forma a los indígenas aislados.
Finalmente, la llegada masiva de trabajadores a la región de un grupo aislado tiene múltiples impactos. El aumento demográfico puede agotar los recursos alimentarios en los bosques y ríos de la zona, comprometiendo los medios de vida de las comunidades aisladas.
Además, las personas no indígenas traen consigo enfermedades para las que los pueblos aislados no tienen inmunidad. Un breve contacto puede diezmar sus poblaciones, como ha ocurrido repetidas veces en el pasado. Incluso en ausencia de contacto, los pueblos aislados pueden verse afectados por un aumento en la incidencia de enfermedades transmitidas por mosquitos como la malaria.
Conocerlos para protegerlos
Existen 120 grupos de indígenas aislados registrados en la Amazonia brasileña. La Fundación Nacional del Indio (FUNAI) es la agencia gubernamental encargada de estudiarlos y protegerlos. La FUNAI conoce bien algunos grupos aislados, que se han localizado desde tierra o desde el aire. Sin embargo, para la mayoría sólo posee algunos indicios de su existencia.
En el estudio, demostramos que el trabajo de la FUNAI es esencial para la protección de estas sociedades aisladas. De todas las tierras indígenas con grupos aislados, las que tienen grupos bien conocidos registran menos intereses mineros que las que no los tienen. Las grandes compañías mineras prefieren operar donde no existan grupos aislados bien conocidos que pongan en peligro su reputación.
Además, los grupos aislados conocidos podrían obstaculizar la obtención de las licencias necesarias. El texto actual del proyecto de ley PL191/2020 permitiría las operaciones mineras en tierras indígenas con grupos aislados, pero no dentro del territorio estrictamente frecuentado por estos. Por tanto, los grupos aislados peor estudiados representan un menor riesgo para obtener una licencia porque los límites de sus territorios son totalmente desconocidos.
Hoy en día todavía se registran nuevos grupos aislados a un ritmo mayor del que se estudian. La situación ha empeorado desde que la Administración Bolsonaro llegara al poder en 2019. La FUNAI está siendo desmantelada, con recortes de personal y de presupuesto que han paralizado su actividad.
Los resultados demuestran que es urgente estudiar a todos los grupos aislados para protegerlos. Conocerlos bien permitirá disuadir a las empresas de invertir en sus tierras y brindar información sobre su ubicación en el caso de que se apruebe el proyecto de ley PL191/2020. Para conseguirlo, el Gobierno de Brasil debe devolver a la FUNAI las condiciones operativas y financieras necesarias.
Cómo evitar su desaparición
Muchos de pueblos indígenas aislados en la Amazonia brasileña saben de la existencia de otras sociedades. Algunos incluso han sufrido violencia y epidemias asociadas a episodios de contacto en el pasado. Con esta experiencia, han optado por ejercer su derecho de aislamiento como estrategia de supervivencia.
Brasil posee una de las políticas más antiguas y robustas para proteger los derechos de los pueblos indígenas aislados. Sin embargo, las características de la Amazonía hacen que a veces sea difícil llevarlas a cabo. Estas dificultades de gobernabilidad se han agravado en el actual escenario político brasileño, lo que impide garantizar una coexistencia segura entre las operaciones mineras y los pueblos aislados.
La evidencia científica indica que el Gobierno brasileño debe invertir en el estudio de la localización y vulnerabilidad de los grupos indígenas aislados conocidos en la Amazonia brasileña. Al mismo tiempo, debe evitar cualquier aumento de la presión de desarrollo que ponga en peligro a los indígenas aislados que viven en su territorio. Si no lo hace, podría provocar la extinción de pueblos, sociedades y culturas únicas.
*Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.
*Sara Villén Pérez, investigadora postdoctoral en Ecología (Programa Talento de la Comunidad de Madrid) de la Universidad de Alcalá.