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Hace ya más de dos décadas que un pueblo sevillano protagonizó el mayor desastre ambiental de la historia de Europa. El muro de contención de la balsa minera de Aznalcóllar se rompió y desató el desastre. Al menos 5,5 millones de metros cúbicos de lodos tóxicos y unos dos millones de aguas ácidas con metales pesados se vertieron a los ríos Agrio y Guadiamar, donde recorrieron 62 kilómetros hasta casi llegar a Doñana. 22 años después, y con un proceso penal abierto, la reapertura de la mina de Aznalcóllar sigue adelante.
El desastre ecológico de 1998 fue el segundo más grave de un total de 59 en todo el mundo, con un impacto contaminante -según el CSIC- cien veces superior al del Prestige, el petrolero que cubrió de miles de toneladas de crudo las costas gallegas. La sombra de aquella catástrofe medioambiental se cierne ahora sobre el nuevo proyecto que pretende reavivar una mina con un pasado teñido de negro, pero que esconde minerales de gran valor estratégico para la transición energética y el desarrollo tecnológico como el zinc o el cobre.
Tras la rotura de la presa, de la que los expertos ya alertaban por aquel entonces por su inestabilidad, la Corta -o boquete- de Aznalcóllar acumula desde entonces los lodos tóxicos de hace 22 años, de cuando los camiones recogieron el material derramado para acumularlo en esta zona.
Como cuenta Isidoro Albarreal, experto en minas de Ecologistas en Acción, es precisamente aquí donde el nuevo proyecto plantea depositar parte de los residuos mineros procedentes de la explotación una vez se ponga en marcha. La diferencia con lo que ocurrió hace dos décadas es que no se trataría de una balsa sino de una especie de boquete en el que se acumularían estos fluidos.
A apenas unos kilómetros de la Corta de Aznalcóllar, se encuentra la Corta Los Frailes, donde se planea reactivar la mina. El plan propuesto consiste en una mina subterránea de unos 450 metros de profundidad. Esta corta es la misma que estaba siendo explotada cuando el desastre del año 1998, solo que ahora se llevará a cabo bajo tierra y no a cielo abierto.
Entre otras cuestiones, en principio el proyecto cuenta con dos rampas de unos cinco kilómetros para la salida del mineral. Además, dispondrá de hasta 14 niveles de galerías y cámaras donde se extraerá el material de unos 20 metros de anchura, 30 metros de altura y una longitud mínima de 10 metros. El método de explotación será el de arranque desde subniveles, de tal forma que una vez sacado el mineral, se sellarán las galerías con pasta.
Vertidos directos al Guadalquivir
Todo este enjambre minero bajo la Corta Los Frailes podrá iniciarse una vez que se vacíe el agua contaminada que permanece desde la explotación de la mina en los años 90 en esta zona. Para ello, en 2017, se propuso verter el contenido de nuevo en el río Guadiamar, algo que fue rechazado por la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG) y obligó a presentar otra alternativa para librarse de esos fluidos contaminados.
La última propuesta presentada en este sentido ya no plantea verter al Guadiamar. Al fin y al cabo, unos 42 kilómetros de este río forman parte del Corredor Verde que conecta Doñana con Sierra Morena y que tiene un alto valor ecológico. La alternativa propuesta ha sido construir una tubería de unos 30 kilómetros que conduzca los vertidos al río Guadalquivir. Así lo explica Albarreal, que asegura que hasta 14 millones de metros cúbicos de agua contaminada se verterían durante unos 12 o 14 meses en el río.
La tubería no saldría directamente de la Corta Los Frailes, sino que partiría de una depuradora que aún está por construir. No obstante, Albarreal duda de la depuración final de estos vertidos: "Dicen que la van a depurar, pero habrá que ver si esa depuración es óptima porque, desde luego, ese agua tiene mucha cantidad de metales pesados".
La zona concreta donde se llevarían a cabo estos vertidos es en lo que se conoce como estuario del Guadalquivir, formado por la unión de agua dulce y la salada del Atlántico. Este tramo no se considera un río sino que es denominado como dominio público marítimo. Como asegura Albarreal, "quien es competente aquí es la Junta de Andalucía y uno de los motivos por los que llevan la tubería ahí es porque los límites de vertidos ahí son más laxos que los de un río. Le exigen más calidad de agua en el Guadiamar que en el estuario del Guadalquivir".
Juan José Fernández, alcalde y -como él se denomina- último minero de Aznalcóllar, asegura que "faltan pocos días para que se apruebe la exposición pública de conducción de la tubería" y que ese agua estará tan limpia una vez depurada que "se podrá hasta beber". Por contra, Albarreal cuenta que hace tiempo que dejó de comer los langostinos de Sanlúcar de Barrameda, porque "reciben mucha contaminación minera de los vertidos. Los metales pesados acaban sin duda en la cadena trófica".
De momento, todas las administraciones están a favor. Para Ecologistas, sin embargo, el nuevo proyecto minero plantea riesgos evitables. Y es que, aunque este plan no va a tener una balsa de lodos como sí ocurrió en el año 1998, los vertidos depositados en la Corta de Aznalcóllar a lo largo de los años, no sólo pueden plantear un riesgo de filtraciones a las aguas subterráneas, sino que también hay ciertas dudas de que no vaya a rebosar después de 15 de años vertiendo material en el mismo lugar.
El acuífero de Gerena se encuentra muy cerca de otro proyecto minero conocido como Cobre Las Cruces, que ya mantiene parcialmente contaminada esta reserva de agua. Como apunta Albarreal, este segundo proyecto minero -el de Los Frailes- también tendría implicaciones sobre el acuífero y, además, sobre la disponibilidad de agua para consumo: "Es una reserva para Sevilla capital y zonas del área metropolitana en épocas de sequía. Si llega una sequía fuerte y la ciudad se queda sin agua, echaría mano de ese acuífero, pero se lo va a encontrar seco y contaminado".
El panorama tras el desastre
Paula Madejón, del CSIC, recuerda cómo fue la recuperación tras el desastre del 98 en Aznalcóllar. "El lodo derramado acidificó la tierra. Se perdieron al menos 10 centímetros de suelo y mucha materia orgánica", cuenta la investigadora, por lo que una de las primeras actuaciones recayó en intentar aumentar el pH del suelo "para evitar la dispersión de esos metales en la cadena trófica". Unos compuestos que, como asegura, pueden perdurar en superficies hasta 400 años.
"Es un enfermo crónico", lamenta la experta. Dos décadas después, "desde el punto de vista medioambiental, las plantas no están absorbiendo metales tóxicos, pero las concentraciones totales siguen siendo altas", asegura Madejón, aunque insiste en que ahora mismo los suelos están estables y no encierran peligro.
Sin embargo, para llegar a este punto, fueron necesarias labores de rehabilitación y recuperación de toda la zona después de que la empresa dueña de la mina de Aznalcóllar por aquel entonces dejara el proyecto en 2001, abandonando a su suerte a cientos de trabajadores y uno de las mayores catástrofes medioambientales de la historia.
Como cuenta Albarreal, "después del 98, [Boliden] siguió un par de años, se llevó un montón de subvenciones públicas y después se quitó de enmedio, no pagó ni un solo duro del desastre que provocó". A partir de este momento, fue la Junta de Andalucía quien se hizo cargo del mantenimiento de la mina a través de la empresa pública Esmasa y de los trabajadores.
Quién está tras el nuevo proyecto
"Soy el último minero de Boliden y he luchado durante más de 15 años, porque no quería resignarme a que la mina se estuviera cerrando", explica el alcalde de Aznalcóllar, que asegura haber participado hasta en huelgas de hambre para tratar de evitar el cierre. En 2014, la Junta decide que no va a mantener más la mina y los mineros se quedan en paro, y "fue entonces cuando empezó la lucha por la restauración de la mina".
La mina se saca a concurso público, y es el que ahora mismo está siendo juzgado por irregularidades en la adjudicación. Hay 16 procesados, de los que 13 son funcionarios que participaron en la mesa de adjudicación de la mina. Los delitos que se les imputan son de tráfico de influencias, malversación, prevaricación, fraude contra la Administración y prevaricación ambiental.
El concurso se adjudicó a Minera Los Frailes, propiedad en un 97,31% de Grupo México y en un 2,69% por la empresa sevillana Minorbis. Como cuenta Albarreal, adjudican el proyecto al consorcio Grupo México-Minorbis. "Es una empresa mexicana que tiene minas por todo América y tiene solvencia económica. Se presentó por detrás, como apoyo de Minorbis. Una vez que se lo adjudican forman una nueva empresa que se llama Minera Los Frailes, pero que en realidad es Grupo México".
Esta empresa es conocida por su historial de delitos contra el medioambiente. Es la protagonista de la peor catástrofe ecológica que ha vivido México. En 2014, una presa de residuos del yacimiento de Buenavista del Cobre reventó y vertió más de 40.000 litros de sulfato de cobre en la cuenca del río Sonora.
Los expertos consultados por este periódico creen que el nuevo proyecto no originará un desastre como el del 98, pero sobrevuelan las dudas acerca de la puesta en funcionamiento de la mina por los posibles efectos medioambientales en la zona. El propio alcalde asegura que están esperando "como agua de mayo" la reapertura de la mina, porque son "un pueblo rico, lleno de gente pobre". Y es que Aznalcóllar, desde el cierre de la mina, es uno de los pueblos con más parados de Sevilla. "El alcalde de Aznalcóllar y el pueblo esperamos esa mina ya no en años, sino en pocos meses", cuenta Fernández.
Para Albarreal, sin embargo, aunque no vaya a existir una balsa ni pueda haber una rotura ni un vertido como el del 98, sí habrá vertidos "durante 15 años a través de la tubería que van a poner al estuario del Guadalquivir. Se va a producir la misma contaminación difusa o más que la que se produjo en el 98, solo que entonces fue en un solo día, de golpe". En su caso, cree que aún faltan mínimo tres años para que se funcione a pleno rendimiento, y lamenta que "casi seguro" obtendrán todos los permisos necesarios para poder explotar la mina de Aznalcóllar.