Madre y cría orangután de Sumatra (Pongo abelii) permanecen unidos hasta los nueve años, más que cualquier otro mamífero no humano. Durante este tiempo, estos grandes simios dependen de sus progenitoras para aprender a desenvolverse en la vida, buscando qué comer y cómo obtener esa comida, antes de independizarse.
Sin embargo, a diferencia de nosotros, las madres orangután no parecían involucrarse activamente en ese aprendizaje, sino que se comportaban más bien como modelos pasivos, cuyas conductas eran reproducidas por sus crías, según investigaciones anteriores, basadas en la adquisición de las habilidades desde el punto de vista de las crías.
Un nuevo estudio, publicado en la revista Scientific Reports, se ha centrado en el papel que desempeñan las madres y demuestra por primera vez que en realidad las hembras son maestras activas.
El equipo de investigadores del Instituto Max Planck de Comportamiento Animal de Constanza (Alemania) descubrió que cuando las madres orangután buscan comida, adaptan su comportamiento a la edad y las capacidades de sus crías, ayudándolas así a aprender socialmente nuevas competencias.
El trabajo plantea la posibilidad de que los orangutanes lleven a cabo la enseñanza –un comportamiento poco frecuente entre los animales– y arroja luz sobre los factores que condujeron a la evolución de la enseñanza en los humanos.
Aprender a buscar comida
Durante el periodo de destete que suele producirse a los ocho o nueve años –uno de los periodos más largos de dependencia nutricional en cualquier mamífero–, los jóvenes orangutanes deben aprender a reconocer y procesar más de 200 alimentos, muchos de los cuales requieren varios pasos antes de poder ser consumidos.
Por ejemplo, las flores y las hojas, fáciles de comer, no necesitan de ningún tratamiento, mientras que la corteza debe desprenderse del árbol y rasparse con los dientes para extraer las partes nutritivas. Los productos más difíciles requieren herramientas, como palos que se convierten en cepillos para excavar la miel de las colmenas.
Hasta ahora se pensaba que el modo en que aprendían estas complejas habilidades de forrajeo era observando y mirando cómo lo hacían sus madres, y pidiéndoles la comida. Pero quedaba un misterio: ¿este proceso de aprendizaje era realmente unilateral?
"Era desconcertante ver que las madres parecieran siempre tan pasivas durante estas interacciones de alimentación", dice Caroline Schuppli, del Instituto Max Planck de Comportamiento Animal, líder del trabajo.
"Las madres pasan mucho tiempo con sus crías y mantienen una conexión muy estrecha, pero nunca parecían participar activamente en la adquisición de sus habilidades", añade la experta para quien faltaban datos para entender del todo esta relación. En realidad, "no conocíamos el papel del modelo".
Ayuda activa de las madres
Para ello, Schuppli se asoció con investigadores de la Universidad de Zúrich (Suiza), la Universitas Nasional (Indonesia) y el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva (Alemania) para recopilar datos sobre el papel de la madre en el desarrollo de habilidades de los hijos. Analizaron los datos de 1.300 casos de solicitud de comida por parte de 27 jóvenes orangutanes de Sumatra a lo largo de doce años en la zona de Suaq Balimbing, en Sumatra (Indonesia).
Para cada evento, se puntuó si la madre dejaba que la cría tomara la comida o no, y luego se analizó esto con información sobre la edad de cada individuo que pedía alimento y las propiedades del producto en sí.
Los resultados mostraron que las madres orangután sí responden a sus crías durante la alimentación y, por tanto, facilitan las oportunidades de aprendizaje: cuando sus crías solicitan comida, las madres ajustan su tolerancia según la edad de sus hijos (es decir, en función de sus niveles de competencia) y según la dificultad de procesamiento del artículo alimenticio.
Las madres muestran los mayores niveles de tolerancia cuando sus crías adquieren habilidades de reconocimiento y tratamiento de alimentos, así como cuando se trata de productos difíciles de procesar con herramientas. En este último caso, las progenitoras se mantienen tolerantes durante todo el periodo de dependencia de sus crías. Con las hojas que pueden recogerse e ingerirse enteras, estas muestran niveles generales de tolerancia más bajos y dejan de compartirlas cuando la cría ha alcanzado cierta edad.
"Nuestros resultados sugieren que las madres participan activamente en el aprendizaje de habilidades de sus crías, pero lo hacen de forma reactiva y no proactiva. Curiosamente, hubo muy pocos casos en los que se compartiera activamente la comida. Esto significa que los orangutanes más jóvenes tienen que tomar la iniciativa durante el aprendizaje", recalca Schuppli.
Según los autores, aún está por comprobar si los ajustes de comportamiento de las madres pueden clasificarse o no como enseñanza funcional. "Estos hallazgos nos dan una visión especial de los factores que conducen a la evolución de la enseñanza", dice la científica. "Aunque esta es bastante rara en el reino animal, el trabajo muestra que estos orangutanes tienen al menos algunas condiciones cognitivas, ecológicas y sociales para apoyar la capacidad de enseñanza", concluye.