"De hombros blancos, de faz soberbia, la reina de una estirpe que se agota". Estas palabras fueron pronunciadas por el naturalista y divulgador Félix Rodríguez de la Fuente sobre el águila imperial ibérica en El hombre y la tierra. Que le dedicara dos episodios a esta "estirpe que se agota" no era por una alarma en ocasiones propia del medio televisivo. Cuatro años antes de aquellas emisiones, en 1974, Jesús Garzón había realizado el primer censo nacional de esta especie, cuyos resultados eran demoledores: se contabilizaron un total de 39 parejas.
Esta cifra se redujo a la decena en los próximos años, por lo que —como advirtió Rodríguez de la Fuente— el águila imperial ibérica estaba a punto de extinguirse. A diferencia de otras especies que se han encontrado en esta situación, no se podía criar en cautividad a esta ave, que es la única rapaz endémica de la Península Ibérica. Por tanto, dependía de él mismo para su supervivencia.
La especie aumentó hasta las 104 parejas en 1988. Desde entonces, la población ha crecido a un ritmo del 6% anual de media. Esto ha provocado que entre 2021 y 2022 se censaran 841 parejas reproductoras de águila imperial ibérica (821 en España y 20 en Portugal). Los datos presentados por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico suponen un incremento del 53% de la población desde 2017, el último año en el que se recopiló un censo coordinado a nivel ibérico.
"Parecen muchos ejemplares, pero no lo son. La progresión ha sido espectacular porque partíamos de un número muy bajo", reconoce a este periódico Sol Andrada, la directora de la Fundación Amigos Águila Imperial, Lince Ibérico y Espacios Naturales. Que esta institución naciera en 2002 en una reunión de propietarios privados en Doñana no es casual, ya que el 80% de las águilas imperiales se cría en fincas privadas.
Andrada pone en valor la labor de este tipo de propiedades para la conservación de la especie: "Pueden sacar adelante a sus crías por la tranquilidad y el refugio que caracteriza a la finca privada. Además, ¿cómo no vas a querer tener un animal tan emblemático?". Aunque, sin duda, no ha sido el único motivo por el que el águila imperial ibérica no se ha extinguido, tal y como parecía hace tan 'solo' cuatro décadas.
Cómo ha sido posible
Pese a la cría en cautividad, lo cierto es que tanto el águila imperial como el lince ibérico han seguido un recorrido similar en su evolución. Y es que ambas especies eran perseguidas a mediados del siglo XX por su condición de depredadores. "Al considerarla una alimaña, el Gobierno español te pagaba por entregar sus garras", apunta Andrada.
Como recuerda el biólogo Juan José Ferrero en la revista Quercus, gracias al esfuerzo de naturalistas como José Antonio Valverde o el propio Félix Rodríguez de la Fuente se consiguió que varias especies desaparecieran de la categoría de "animal dañino" que impuso la Ley de Caza aprobada en 1903.
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Otro de los inconventes es, según señala la directora de la Fundación Amigos Águila Imperial, Lince Ibérico y Espacios Naturales, que el águila imperial se distribuye por zonas en las que el conejo (la base de su alimentación) no suele ser abundante. De hecho, la escasez puede dar lugar al fenómeno conocido como cainismo. "Por ejemplo, si nacen dos o tres crías y la pareja no es capaz de traer la suficiente comida, el pollo más fuerte acaba con la vida de sus hermanos".
Es por este motivo por el que algunas comunidades, como la de Madrid, han subvencionado zonas de campeo en fincas privadas. "Si mejoras el hábitat del conejo, es posible que atraigas al águila imperial", explica Andrada. La región madrileña cuenta con una elevada densidad de águilas imperiales, superando las 83 parejas en 2022.
Concentración en Castilla-La Mancha
Además de la ya citada, esta especie se distribuye por cinco comunidades autónomas: Andalucía, Extremadura, Castilla y León y Castilla-La Mancha. Esta última es la que acoge el mayor número de parejas reproductoras: en 2022 se censaron 396 territorios de águila imperial ibérica, lo que supone el 47% del total existente en España. Las amplias zonas de esta región que cuentan con hábitats muy favorables para la especie han permitido un incremento relevante de parejas.
Por su parte, la provincia clave para esta especie es Toledo, donde se localizan más del 50% de los territorios de águila imperial que se registraron en territorio castellano-manchego. Esta concentración se debe, en gran medida, a que el águila imperial construye sus nidos en los árboles. A diferencia del águila real, que es capaz de hacerlo en las rocas.
La expansión natural de esta especie es cubrir toda la Península Ibérica. "Lo normal es que llegue hasta los Pirineos", vaticina Andrada. También se prevé que se extienda por el norte de África. "Ya hay águilas imperiales españolas que han cruzado el Estrecho de Gibralar. Claro, para ellas eso no es nada", comenta con sorna la directora de la Fundación.
Amenazas en la actualidad
Un factor importante de mortalidad no natural ha sido el envenenamiento con cebos tóxicos ilegalmente colocados en el medio natural. Entre 1992 y 2017 se detectaron 195 ejemplares muertos por esta causa. La aprobación de planes de actuación y la persecución del uso ilegal de cebos envenenados han posibilitado que esta amenaza se haya reducido proporcionalmente en los últimos años. No obstante, existe otra amenaza que sigue afectando a la especie y que no entiende de fronteras.
Así, si el ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha veía gigantes en los molinos de viento, el águila imperial cree haber encontrado árbol sin hojas cuando, en realidad, acaba de posarse en un tendido eléctrico. Actualmente la electrocución es la principal causa de mortalidad no natural de la especie. "Ahora bien, el águila imperial no se electrocuta en todas las torres eléctricas que hay en el campo", advierte Andrada. Por eso considera importante localizar aquellas zonas que esta especie utiliza como oteadero de caza o simplemente para reposar.
Este año las administraciones públicas, los propietarios de fincas privadas y entidades conservacionistas e investigadores se reunieron, en coordinación con el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico para hacer balance de la evolución de la especie. Tal vez alguien piense que habiendo pasado de 39 a 841 parejas reproductoras la eliminación del águila imperial como especie en extinción es inminente. Nada más lejos de la realidad.
"Aunque la situación es muy buena, decidimos seguir manteniendo a la especie en el mayor grado de protección", confiesa Andrada. Recuerda que el águila imperial depende de ella misma para su supervivencia. Y no sólo eso, sino que al ser una especie endémica, España y Portugal tienen la máxima responsabilidad a nivel mundial para asegurar la conservación de esta especie. "Si desaparece en la Península, lo hará para siempre".