En España hay un total de 25 aves en peligro de extinción, según el Catálogo Español de Especies Amenazadas que actualiza el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO). Se trata del vertebrado que peores cifras ofrece, con 13, por delante de los peces y de los mamíferos y los reptiles, con ocho en ambos casos. Una de esas aves que están al borde de su extinción es el urogallo.
Este animal se recogía en dos subespecies, el urogallo cantábrico y el pirenaico, hasta la publicación de la última actualización del MITECO en el mes de junio. La fusión de los dos taxones no tiene otra explicación que la amenaza de ambos. En la Cordillera Cantábrica se contabilizaron 200 ejemplares en el primer censo nacional. Por su parte, el urogallo pirenaico cuenta con 655 individuos. A priori, puede parecer que esta última se encuentra en una mejor situación. Sin embargo, un estudio publicado en la revista científica Ardeola estimó que en 30 años se produciría la extinción definitiva de esta subespecie.
"Da mucha pena. Ojalá se pueda revertir la situación", anhela Juan Antonio Gil, uno de los autores del citado trabajo en el que se ha analizado la evolución del urogallo en los Pirineos centrales durante las últimas dos décadas. "Tras hacer censos durante la época de celo de la especie, hemos detectado un declive significativo: entre 2000 y 2017 el declive de la población ha sido del 58%".
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Esta caída porcentual es menor que la de la Cordillera Cantábrica. El área ocupada por el urogallo en este enclave geográfico se redujo en un 83% desde la década de 1970 hasta 2019, según las cifras que manejan desde el Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC). "El declive numérico es evidente", asegura en esta ocasión el doctor en Biología por la Universidad de Oviedo Mario Quevedo, quien conoce mejor el urogallo cantábrico.
Medio pollo por gallina
Aunque la diferencia entre los ejemplares de una subespecie y otra es indudable, los dos expertos consultados por EL ESPAÑOL coinciden en que no hay una respuesta clara de por qué continúa el declive. "La conservación es compleja porque no sabemos lo que pasa", lamenta Quevedo. Esta incógnita es mayor cuando la caza del urogallo —una de sus principales amenazas— se prohibió por ley en España desde el año 1979.
"Ya no es un problema de caza", señala Gil. Ahora bien, la actividad cinegética pudo tener serias consecuencias en esta ave. "Hasta la prohibición se cazaban los machos que más se exponían y los que mejor cantaban". Es probable que esto produjera que los mejores ejemplares fueran retirados del medio. "Tal vez los machos que tenemos ahora no sean los mejores".
La pérdida de los mejores machos se puede encontrar tras la baja productividad que presenta la especie: 0,6 pollos por gallina. "Lo normal es que nacieran hasta 11 crías, y entre dos o tres llegarán a la población adulta. En la actualidad 'necesitarías' dos gallinas para obtener un pollo", expone Gil.
La baja productividad del urogallo ha suscitado un debate entre los especialistas de la especie acerca de la crianza en cautividad. Esta alternativa sólo se ha llevado a cabo todavía en la Cordillera Cantábrica, alrededor de la cual se han construido dos centros de cría en cautividad. Uno de ellos, en Sobrescobio (Asturias), fracasó al no alcanzar la reintroducción de ningún pollo en la naturaleza.
"Teniendo en cuenta que no conocemos con detalle por qué se mueren estos pájaros en el hábitat natural, criar animales en cautividad para soltarlos y solventar el problema es más que discutible", apunta Quevedo. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), de hecho, no lo recomienda, al ser una medida basada en la retirada de puestas. "Si la cría en cautividad no funciona, esta no deja de suponer una mortalidad añadida a la especie".
Falta un stock genético
Gil también cree que están soltando ejemplares con un alto coste. "No se puede implementar medidas que supongan un gasto elevado y vayan a la basura". Aunque en la subespecie pirenaica no se ha planteado aún la cría en cautividad, el miembro creador de la Fundación para la Conservación del Quebrantahuesos (FCQ) considera que la única medida, antes de que se produzca la desaparición de la especie, pasa por la creación de un stock genético.
Por su parte, Quevedo va un paso más allá de esta propuesta: "Para entender si hay un déficit genético en los pájaros cantábrico y pirenaico se podrían cruzar ambas especies". En su opinión, esto podría mejorar la genética del Tetrao urogallus. Aunque incide en que se realice con los ejemplares que ya están en cautividad: "No conviene jugar demasiado con la población que queda en el medio natural".
Los cambios que se han producido en el hábitat son precisamente otra de las posibles causas que explica su declive. Según el informe del Observatorio Pirenaico de Cambio Climático publicado en 2018, la temperatura media en los Pirineos aumentó un 1,2 ºC en los últimos 50 años. Esta cifra supone un 30% más que la media mundial.
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"Como a nivel global la población también se encuentra en declive, igual tiene relación con que las condiciones están cambiando los ecosistemas", explica Gil acerca de una ave que entró en la Península hace 20.000 años, durante la última glaciación europea.
Además, el urogallo se caracteriza por ser una especie longeva. "Es capaz de vivir casi 15 años. Por tanto, la extinción no se produce de la noche a la mañana, sino a lo largo de décadas", destaca el secretario de la FCQ. Éste ha observado un declive desde que comenzó a interesarse por el urogallo, recién cumplida la veintena de edad. "He visto cantaderos con cinco o seis machos en los que ahora sólo queda uno. Si no mejoramos la productividad, no hay nada que hacer", remacha Gil.