Hay ocasiones en las que la evolución de una especie no entiende de raciocinios, y puede pasar en 'poco tiempo' de una situación de "superabundancia" a estar "casi amenazada". Es lo que le ha ocurrido a la gaviota patiamarilla (Larus michahellis): en 2022 entró a formar parte de esta categoría en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) en España, pese a que desde principios de siglo había experimentado un crecimiento sin precedente.

Esta ave marina se está viendo afectada por el virus de la influenza aviar de alta patogenicidad (IAAP). El pasado 28 de junio, la Xunta de Galicia confirmó el segundo caso de gripe aviar en gaviota patiamarilla en lo que llevamos de año. Como ya advirtió el informe de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) y el Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades (ECDC) que se publicó a mediados de 2023, el virus incide "gravemente" en las gaviotas, en comparación con las aves de corral.

No obstante, conocer la evolución de esta especie en nuestro país es imposible, pues el último censo estatal se elaboró entre 2007 y 2009. Para este periodo, se estimó una población de casi 130.000 parejas reproductoras. Esta cifra podría haberse reducido drásticamente, a tenor de los trabajos más recientes que se han realizado a escala regional.

En el País Vasco, por ejemplo, la población ha caído un 68% desde principios de siglo, pasando de 5.500 a las 1.751 parejas que se registraron en 2021. La tendencia es similar en Galicia: en el Parque Nacional Islas Atlánticas, la población ha pasado de 30.000 en 2006 a 7.000 en 2020; esto es, un descenso de más del 75% en apenas 15 años. Otro ejemplo de este declive se encuentra en la isla Dragonera. Teniendo la colonia más grande del archipiélago balear, su población bajó un 74% 'sólo' entre 2009 y 2010. 

Sin vertederos, sin alimentación

Pese a que "en muchos lugares la caída supere el 80%", el biólogo Juan Arizaga, uno de los autores de la evaluación que catalogó a la gaviota patiamarilla como "casi amenazada", llama a la calma: "Cumple con los criterios para estar dentro de esta categoría, pero no es una situación grave", asegura a EL ESPAÑOL.

Para Arizaga hay un claro denominador común en el descenso registrado en varios puntos de España: los vertederos a cielo abierto. Convertidos en su principal fuente de alimentación, llevaron a la especie a una situación de "superabundancia" por el elevado volumen de residuos urbanos que se concentraban en estos lugares. También se beneficiaban de los descartes que los pesqueros desechaban al mar tras las capturas.

Sin embargo, con el cierre de los vertederos al aire libre (o un mejor control en el acceso a los mismos) y la normativa europea, aprobada en 2013, que buscaba reducir las capturas que antes se devolvían al mar disminuyeron sus recursos alimenticios, así como el número de individuos. "En sí, no es malo", incide Arizaga, "quizás es lo que debería ocurrir, que la especie vuelva a unos números que tendría de forma natural, y no potenciados por una fuente de alimentación artificial".

La alimentación de la gaviota patiamarilla no es de origen antrópico. De base, solían alimentarse de pequeños mamíferos, crustáceos o moluscos. Pero su extrema adaptabilidad le ha permitido modificar estos hábitos alimentarios. Según un estudio publicado en la revista Ecological Indicators en 2021, cerca del 50% de su dieta ya procede de despercidios humanos, frente al 20% que representaba a principios de siglo.

Aviso en las playas

Esta enorme adaptabilidad no sólo se refleja en su alimentación. En las últimas décadas ha ampliado su área de distribución desde las costas hacia el interior. Aun así, en territorio español las tres subespecies (michahellisatlantis y lusitanicus) se distribuyen por zonas de costa: el litoral mediterráneo, las costas atlánticas peninsulares y Canarias, y desde las costas gallegas hasta las del País Vasco, respectivamente.

En estos enclaves se suelen encontrar con grandes concentraciones humanas a las que han dejado de temer, como advierte Arizaga: "Hace años que, dicho coloquialmente, ya no se mata a todo lo que se mueve. Al desaparecer esta persecución directa, las aves se van confiando y pierden el miedo al ser humano".

"En el caso de la gaviota patiamarilla, es oportunista", prosigue. "Tiene un punto de agresividad y está adaptada a buscarse la vida como puede". También cree que influye negativamente "la infantilización" de cómo las percibe la sociedad: "Confundimos la fauna salvaje con animales domésticos. No hay que darles de comer".

Una bandada de gaviotas se acerca a la desembocadura del río Urumea en San Sebastián. Javier Etxezarreta EFE

Este gesto lo único que provoca es "un efecto llamada" con el que se las acostumbra a que les den de comer en estos lugares: "A nadie le gusta ir a la playa a comerse un bocadillo y que te lo robe un pájaro. Pero luego hay cantidad de gente echándole comida a las gaviotas".

Una desconocida enfermedad paralizante

Otro de los factores que juega un papel importante en el declive es una "enfermedad paralizante" aún no bien conocida y que podría estar relacionada con un nuevo adenovirus. En algunas poblaciones de Galicia, Málaga y Portugal ya se ha observado una importante mortalidad debido a esta causa que está falta de estudios concluyentes.

La investigación más reciente al respecto descartaba las toxinas y apuntaba al botulismo como la causa más probable de esta enfermedad. Desde la asociación Amigos de la Tierra sospechan que podría tratarse en realidad de casos de IAAP: "Si se comparan los síntomas de esta extraña enfermedad desconocida —alas caídas, cuello torcido o extrema debilidad, entre otros— con los de la gripe aviar, coinciden punto por punto", asevera Antón Lois, el portavoz de esta organización en Vigo.

Los especialistas consultados por este periódico descartan esta posibilidad. "Aunque se desconoce qué agente produce el conocido como síndrome parético, sí que sabemos que lleva más de una década causando una mortalidad muy alta, y el primer brote de gripe aviar comenzó a finales de 2021", señala Paulo Lago, técnico del programa marino de SEO/BirdLife en Galicia.

"Otras enfermedades podrán tener unos síntomas similares, pero la gripe aviar se puede detectar fácilmente", añade Elisa Pérez-Ramirez, viróloga veterinaria en el Centro de Investigación en Sanidad Animal (CISA) del CSIC. "Es muy difícil, de hecho, que pase desapercibido cuando se analizan las muestras en los laboratorios.

Un declive sin final

En relación con la gripe aviar, Lois cree que no sería descabellado pensar en ella como la causante de una posible desaparición de esta especie en las costas gallegas. "Ha habido bastantes casos en gaviotas, pero no como para decir que pondrá en riesgo su supervivencia", discrepa Pérez-Ramirez.

La viróloga sí que considera que es problemático su función como vectores: "Al no morir por el virus, pueden actuar como puente entre diferentes especies". Esto fue precisamente lo que ocurrió en otoño de 2022 en una granja de A Coruña, donde se registraron varias muertes en visones americanos.

A los pocos meses, un estudio publicado en Eurosurveillance sugirió que el virus había saltado desde las aves silvestres a los mamíferos. El jefe de servicio de Sanidad Animal de la Consejería del Medio Rural de la Xunta, Jesús Orejas, también confirmó a medios locales que lo más probable es que el origen del brote fueran las gaviotas.

Todos los expertos coinciden en que la gripe aviar no se puede considerar, de momento, la principal causa de un declive en el que no se atisba un final claro. "No sabemos cuándo, pero llegará un momento en el que se detendrá", confía Arizaga. "Porque nadie se ha puesto a pensar qué haríamos con las gaviotas si continúa este descenso".