Las imágenes, publicadas por el diario Washington Post, son espectaculares. Un hombre en Conway (Carolina del Sur) camina por un parque en medio de una fuerte tormenta. De repente, un rayo impacta sobre la parte derecha de su cuerpo, a la altura del hombro, y le hace caer al suelo, tirando su paraguas. Sin embargo, el sujeto no tarda ni un segundo en levantarse y escapar de la zona de impacto. Ha sobrevivido milagrosamente. O, en realidad, no tanto.
Que un rayo impacte sobre un ser humano es un fenómeno tan espectacular como inusual. De hecho, la probabilidad de que caiga encima de nosotros uno de estos destellos de luz cargados de energía eléctrica es realmente remota. Los expertos calculan que 1 de cada 3.000.000 de rayos que surcan el cielo y llegan hasta la superficie caen sobre nosotros. Sin embargo, pese a lo que habitualmente se cree, sobrevivir a uno de estos fogonazos es mucho más habitual de lo que se cree, aunque las consecuencias pueden ser realmente graves.
La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica, un organismo científico dependiente del Gobierno de Estados Unidos, calcula que en el país norteamericano caen alrededor de 25 millones de rayos al año. Pues bien, estas tremendas descargas de energía eléctrica sólo provocan una media de 51 muertes al año. "Sólo el 10% de las personas alcanzadas por un rayo mueren. El otro 90% debe hacer frente a lesiones de distinta consideración y grados de discapacidad, a veces para el resto de sus vidas", apunta esta administración.
Las lesiones que puede causar un rayo se producen de distintas formas. Es posible que el rayo hiera directamente a la persona, que la descarga eléctrica se produzca por el contacto del sujeto con alguna superficie sobre la que impacte, o que la descarga nos llegue a través del suelo. En los casos más graves los sujetos sufren una parada cardíaca, pudiendo llegar a morir en el acto.
Consecuencias de diversa índole
"Cuando una persona es alcanzada por un rayo, el corazón puede dejar de latir o latir de manera irregular, y cuando late de manera irregular, la respiración a menudo se detiene", advierte el manual de diagnóstico elaborado por Daniel P. Runde, profesor de Medicina de Emergencia de la Universidad de Iowa. "El corazón puede volver a latir por sí mismo, pero si no se ha reiniciado la respiración, el organismo queda privado de oxígeno. La falta de oxígeno y, posiblemente, las lesiones del sistema nervioso pueden hacer que el corazón deje nuevamente de latir", añade.
La cosa no queda aquí. A causa de la descarga eléctrica, resulta también habitual que se produzcan lesiones cerebrales, que pueda haber una perforación de los tímpanos o que aparezcan lesiones oculares como cataratas. Estas lesiones pueden ir -o no- acompañadas de quemaduras. "La piel puede no presentar ninguna marca o tener quemaduras leves con un patrón ramificado como en forma de pluma, formando grupos de manchas puntiformes minúsculas como quemaduras de cigarrillo, o en estrías causadas por el sudor convertido en vapor", explica el manual.
Los mitos sobre los rayos son también múltiples. Tal y como explica la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos, no es cierto que las suelas de goma de los zapatos nos protejan de estos destellos eléctricos, ni que estemos más protegidos debajo de un árbol, ni que los metales que podemos llevar en el cuerpo como relojes o joyas atraigan a los rayos. De igual forma, tampoco es cierto que una persona a la que le ha caído un rayo se encuentre ‘electrificada’ y que pueda provocarnos una descarga. "El cuerpo humano no almacena electricidad, y las víctimas de rayos requieren atención médica inmediata. Es perfectamente seguro tocar a una persona que ha sufrido la descarga de un rayo para brindarle primeros auxilios".