El 'veranillo de San Miguel', en honor al santo que se celebra el 29 de septiembre, o 'veranillo del membrillo' por coincidir con la cosecha de este fruto, es una cita producto de la aleatoriedad. Al contrario que las temporadas de calor acotadas en el calendario como la canícula, el buen tiempo al comienzo del otoño se presenta algunos años y otros no, explica la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). Dado que las horas de sol todavía son largas en estas fechas, la 'cara o cruz' del posicionamiento de un anticiclón o de una borrasca sobre España determinará en cada ocasión si se cumple.
Al menos, esa era la norma antes de que el rápido calentamiento encadenase varios años de veranos cada vez más intensos y largos en el hemisferio norte, con enormes anticiclones que bloquean el paso a las masas de aire más humedad y frías de la estación. El 'veranillo' de este año es en realidad la prolongación de un verano especialmente tórrido dentro de la serie histórica y que se resiste a irse. Las altas presiones han facilitado el ascenso de aire cálido africano procedente del Sáhara, que se ve recalentado además por la radiación solar apenas obstaculizada por la práctica total ausencia de nubes.
La "fase álgida" de este episodio cálido, tal y cómo lo define Aemet, va a prolongarse por lo menos hasta el próximo lunes 2 de octubre. Mientras tanto, se esperan alcanzar récord de calor para un mes de octubre que superarán de los 32 a los 34ºC en gran parte del interior peninsular y la costa cantábrica. En la depresión del Ebro se alcanzarán los 34 a 36ºC, y en la 'sartén de España', el valle del Guadalquivir, se esperan de 36 a 38ºC, rozando los 40ºC en Sevilla o Córdoba. Será, dependiendo de la zona, temperaturas de cinco a diez grados por encima de la media histórica para esta época del año.
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"Este episodio es absolutamente extraordinario", declara Rubén del Campo, portavoz de Aemet, en declaraciones a Science Media Centre. "Hablamos de temperaturas máximas propias del mes de agosto en buena parte del territorio peninsular español y también en las islas Canarias". Según el meteorólogo, esta clase de anomalías inéditas desde el comienzo de los registros van a ser cada vez más frecuentes. El pasado episodio de calor extremo en primavera ya sirvió de anticipo, y encadenamos varios récords estacionales: "El propio verano del 2022, el otoño de 2022 y el invierno de 2023 fueron en su conjunto los más cálidos de la serie histórica".
Otra forma de medir la excepcionalidad del actual calentamiento es la comparativa de días en los que se batieron récords de calor y frío. En 2022 hubo 35 récords de días cálidos y dos de días fríos, explica Del Campo. ¿Dónde está el problema? "En un clima sin la influencia del cambio climático antropogénico serían esperables cinco récords de cada. En el año 2023, si se cumplen los pronósticos, es posible que tengamos 25 récords de días cálidos y ninguno de días fríos. Por tanto, la desproporción es clara y con mucha seguridad es consecuencia del cambio climático antropogénico".
El portavoz subraya que no se puede hablar de 'ola de calor' ya que esta tipología está reservada para los meses de julio y agosto, aquellos que concentran la elevación de la mortalidad por altas temperaturas. Sin embargo, no hay que descartar consecuencias negativas de este 'veranillo', advierte. "El riesgo de incendios se va a disparar, especialmente en el tercio norte de la península. Además, septiembre ha sido un mes muy lluvioso, pero no hemos terminado con la sequía y el agua embalsada no va a recuperarse en los próximos días".
La 'nueva normalidad climática'
"En el pasado siempre hubo episodios de calor tanto en primavera como en otoño, pero no con la frecuencia y magnitud como en la actualidad", declara José Miguel Viñas, meteorólogo de Meteored a SMC. "Lo que hasta hace no mucho era excepcional es la nueva realidad climática". El alargamiento del tiempo veraniego aumenta el número de días calurosos sobre la primavera y el otoño, lo que aumenta los efectos desfavorables sobre la población, además de los fenómenos meteorológicos extremos y "cada vez más intensos".
Para Viñas, la respuesta tiene dos patas: de un lado, la adaptación climática; del otro, la mitigación. "Debemos reducir con urgencia las emisiones a la atmósfera de gases de efecto invernadero procedentes de la quema de combustibles fósiles. Esto implica cambiar profundamente el modelo de sociedad insostenible que hemos ido creando. Es un reto difícil, pero no imposible". Del Campo coincide: "Una reducción de esas emisiones favorecería no sobrepasar determinados umbrales que pueden exacerbar los peores efectos del cambio climático".
Sin embargo, también hay medidas más inmediatas a tomar, apunta el portavoz de Aemet. "Ya sabemos que tenemos olas de calor más largas e intensas y tenemos que ser conscientes de ello. También debemos tener en cuenta que vamos a vivir en las próximas décadas en un país con menos recursos hídricos, con periodos de sequía más largos e intensos e interrumpidos por periodos de lluvias que pueden ser más torrenciales y menos 'aprovechables'. Probablemente deberíamos adaptar la demanda de agua a la oferta que hay y no al revés", concluye.