Vigilar el tiempo mundial no es tarea fácil. Como explica Francisco Javier Tapiador, catedrático de Física de la Tierra en la Universidad de Castilla-La Mancha, todos los pluviómetros del mundo no ocuparían una superficie mayor que la de un campo de fútbol.
Por eso, la agencia espacial de Estados Unidos, la archifamosa NASA, puso en marcha el programa Global Precipitacion Measurement, que mide la precipitación en todo el mundo vía satélite.
Tapiador trabaja desde hace una década en este proyecto, articulando la contribución española. Reconoce que el satélite no estaba preparado para medir la increíble cantidad de lluvia que cayó sobre algunos puntos de Valencia el pasado 29 de octubre. Esto les ha obligado a recalibrar los valores del algoritmo para nuestra área.
Sin embargo, la pasada DANA, que ha dejado más de 200 víctimas mortales y millones de euros en pérdidas materiales, no es algo que le haya sorprendido a él o a ningún otro experto en clima: eventos así son excepcionales pero el cambio climático los volverán más frecuentes.
El físico es realista. Ya poco se puede hacer para frenar el cambio climático y es probable que el sur de España se transforme en una región semi-árida donde las precipitaciones pueden ser torrenciales: una combinación de sequía y aguaceros.
¿Cómo de excepcional fue la DANA que asoló el este y sur de la península el 29 de octubre?
Fue bastante inusual. La cantidad de precipitación en media hora obligó a la NASA a cambiar el umbral máximo del algoritmo que estima las lluvias por satélite. En el Levante siempre ha habido gotas frías (ahora las llamamos DANA por una cuestión técnica), pero esta ha sido bastante espectacular.
¿Cómo de habitual será una DANA de ese tipo en el futuro?
Es posible que sea más habitual. Nuestros modelos de clima nos llevan diciendo desde hace décadas que este tipo de situaciones van a ser más intensas y frecuentes según avance el cambio climático. No ha sido una sorpresa. Sabíamos que algo así iba a acabar ocurriendo. Y también sabemos, porque lo hemos calculado, que en el futuro pueden ser más frecuentes.
Usted forma parte del proyecto Global Precipitation Measurement de la NASA. ¿Cuál es su objetivo?
Sí, soy parte del equipo científico internacional desde hace más de diez años, aunque llevo trabajando en ello desde hace veinte. He dirigido varios proyectos de investigación nacionales para articular esta contribución española a la GPM.
Se trata de una misión espacial para medir la precipitación en todo el mundo. Para eso, en 2014 lanzamos un radar al espacio, el satélite principal de la misión. Es un radar parecido a los que tiene la Aemet, solo que este da vueltas alrededor de la Tierra y emplea otras frecuencias. Así podemos ver mejor la lluvia: desde arriba y en todas partes, incluido el mar.
Dese cuenta de que no tenemos pluviómetros en todas partes. De hecho, si combinamos todos los del mundo, su área conjunta sería menor que la de un campo de fútbol.
Lo que hacemos después es combinar la información de este radar orbital con otros satélites, como los que miden la emisión de microondas de la Tierra, y a partir de ahí determinamos cuánta lluvia y nieve cae en cada sitio con la mejor precisión posible, porque no hay una tecnología mejor en este momento. Ya estamos trabajando en la siguiente misión para cuando esta acabe su vida útil, pero de momento es lo que hay.
Una de las razones de la intensidad de la DANA es un Mediterráneo con temperaturas muy por encima de lo habitual. ¿Es una bomba de relojería?
Sí, eso es otra cosa que llevamos décadas diciendo. Un Mediterráneo caliente es una bomba de relojería para el clima de esta región del planeta. Ya lo estamos sufriendo, de hecho. Aunque hay que hacer cálculos precisos para determinar la contribución del calentamiento global al episodio, a grandes rasgos ya se puede decir que el fenómeno es congruente con las predicciones del cambio climático que hicimos hace décadas.
¿Qué pasará con esa parte de España que no da al Mediterráneo?
Lo que vemos en los modelos es una gran diferencia entre la mitad norte y la sur. El sur de España va camino de convertirse en un lugar con un clima como el de Marrakech, lo cual no es incompatible con que nos caiga en un día la precipitación de todo un año, que es lo que ha sucedido ahora.
El norte de España está protegido por barreras montañosas, y seguirá siendo húmedo, pero tampoco hay que confiarse porque un pequeño cambio en la precipitación de esas zonas y un aumento de temperatura puede tener efectos adversos sobre la vegetación. A mí me preocupa más el sur, de Atocha para abajo.
¿Hay que darle un nuevo sentido al concepto de 'clima mediterráneo'? ¿A qué se parecerá el clima español de los próximos años?
El clima mediterráneo tiene la característica de su variabilidad: aguaceros, sequías, vientos, calmas en una sucesión poco predecible en detalle, pero más predecible en las medias.
El clima español en los próximos años, en las próximas décadas, va a ser un clima de grandes contrastes regionales. Lo que decía antes: una mitad norte con un clima parecido al actual y una mitad sur cada vez más semi-árida. Pero hay que darse cuenta de que año a año podemos encontrarnos con sequías en el norte y aguaceros en el sur y en el Levante. No es incompatible, aunque cueste entenderlo. Lo relevante es la tendencia a largo plazo. Eso es lo que define los climas, y los problemas que podemos tener.
¿Es tarde para revertir la situación?
Creo que sí. El clima tiene cierta 'inercia' que hace que el calentamiento continúe durante décadas aunque paremos de emitir gases de efecto invernadero. Y, además, no tiene pinta de que vayamos a parar. Ahora ya estamos en la fase de mitigar y adaptarnos a los efectos del cambio climático.
A la hora de prevenir un desastre como el causado por la DANA de octubre, ¿será suficiente con confiar en obras de ingeniería?
La ingeniería, que yo creo que es la clave de los esfuerzos de mitigación y adaptación, es central, pero no creo que sea suficiente.
Los ingenieros civiles, que son los que ahora tienen que proporcionar soluciones inmediatas para que el año que viene no vuelva a suceder lo mismo, ahí o en otro sitio, tienen en cuenta los estudios de otros profesionales, como los físicos o los geógrafos, pero nosotros no proyectamos. Son ellos los encargados de diseñar las infraestructuras necesarias para minimizar los efectos de lo que está por venir.
Es importante, no obstante, que sus actuaciones tengan en cuenta lo que sabemos del nuevo clima, que es algo de lo que no sé si son conscientes. Tienen que liderar el proceso, pero es importante que se aseguren de contar con la mejor ciencia disponible.
La ideología política parece estar influyendo en asuntos como si emitir una alerta o no a la gente, si rediseñar cauces o renaturalizarlos… ¿Teme que una valoración suya basada en su conocimiento y experiencia se interprete como una opinión basada en la ideología?
No, la verdad es que no tengo ese temor. En mis libros y artículos he dejado bastante clara que mi visión no es en absoluto ideológica. En España: anatomía de un país extraordinario (Arzalia) dejé claro que mi análisis del país se alinea con la lealtad al Estado, no a unos colores. Lo mismo en La España Vertebrada (Renacimiento).
No tengo hipotecas ideológicas, no dependo de nadie, no busco ni espero favores, no milito en ningún partido ni nadie me da consignas. Lo que cuento cuando me preguntan es mi opinión profesional pensando en el bien de mi país y de mis conciudadanos.
Si acaso, se me puede acusar de tener una visión funcionarial del tema, de esa tradición española de servicio público al margen de los políticos. Hay gente que eso no lo ve bien.