Los milagros no existen. Los alimentos milagrosos, tampoco. Y las dieta milagro, aún menos. Que no te la cuelen: ni la de la berenjena, ni la del pepinillo, ni la dieta détox o la del pH. La pérdida de peso debe ser un objetivo a conseguir gracias a la adopción de hábitos de vida saludables y a una dieta sana, integrada principalmente por alimentos de origen vegetal y siguiendo un patrón que cumpla con los estándares del Plato para comer Saludable de Harvard.
Sin embargo, el común de los mortales sigue creyendo en los milagros. Los seres humanos somos una especie impaciente, que ansía el aquí y el ahora. En lo que se refiere al cuerpo y a la imagen, aún más. De ahí que los gurús y las dietas milagro causen furor allende los mares y se vendan libros como rosquillas en los que se proponen regímenes de lo más variopinto. La otra cara de la moneda es que, según la encuesta de la Percepción de la Ciencia y la Tecnología, elaborada por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades y la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología, sólo un 48% de la población tiene en cuenta la opinión médica a la hora de hacer una dieta y, de hecho, un 18,7% no la tiene en cuenta nunca.
Y, claro, luego pasa lo que pasa. Muchos de estos manuales defienden las supuestas bondades de unas dietas sumamente restrictivas (también conocidas como hipocalóricas), que acaban no sólo perjudicando nuestra salud, sino provocando que recuperemos el peso al poco tiempo de perderlo. Es lo que comúnmente se conoce como efecto rebote o efecto yo-yo, un término que acuñó hace años el investigador de la Universidad de Yale Kelly D. Brownell, en clara alusión a la velocidad con que se pierden y se vuelven a ganar kilos.
¿Cómo y por qué se produce?
¿Pero cómo se produce el efecto yo-yo? Lo explicaba de una forma muy sencilla el dietista-nutricionista Pablo Ojeda en un artículo publicado en EL ESPAÑOL sobre los errores más habituales a la hora de adelgazar. "Se incurre en un déficit nutricional severo y, con la pérdida de líquido, se pierden cinco o seis kilos de forma rápida. Al tener seis kilos menos, el gasto metabólico es mucho menor y basta con tomar cuatro o cinco bocados para que, ante semejante déficit nutricional, se recupere el peso inmediatamente".
Son numerosos los estudios que han analizado y documentado el efecto rebote. Por ejemplo, hace un par de años, una revisión realizada sobre el efecto yo-yo de distintos programas para reducir el sobrepeso y la obesidad de niños adolescentes en diferentes países concluía: "Hay estudios en los que se evidencia el efecto rebote en los programas de corta duración o cuando la intervención se hace al margen de la rutina diaria de los niños. Durante las intervenciones se reduce considerablemente el IMC (índice de masa corporal), pero después aumenta de forma rápida hasta llegar a niveles iniciales o incluso superiores de peso".
Mucho antes, en 2007, otro estudio realizado por investigadores de la Universidad de Oviedo sobre el efecto rebote y publicado en la revista Psychology, Health and Medicine, ya apuntaba también en esa dirección. "Los resultados muestran que los efectos positivos a corto plazo con respecto a la salud no se mantienen a largo plazo, ya que la mayoría de las personas finalmente regresan a su peso original". Es decir, que las dietas hipocalóricas son, como dice el refrán, pan para hoy y hambre para mañana.
Entonces, ¿qué hacemos para perder peso y no recuperarlo?
Ante esta tesitura, ¿cuál es la clave para tener éxito con una dieta? La adherencia. O lo que es lo mismo: la capacidad para adquirir un nuevo hábito dietético (saludable) que perdure en el tiempo y que le lleve a cumplir con sus objetivos. Lo explicaba el dietista-nutricionista Daniel Ursúa, autor del blog Nutrihabits, en este artículo: "Tanto dentro de la alimentación como fuera, la adherencia es la clave para cualquier cambio de hábitos. Conseguir una nueva adherencia a un nuevo patrón alimenticio implica que no nos cueste esfuerzo mantenerlo y que incluso lo echemos en falta cuando nos salimos del mismo".
El departamento de Salud de Estados Unidos publicó hace algún tiempo un artículo sobre los mitos y las verdades relacionadas con la pérdida de peso. Esta reputada institución no sólo señala que las dietas de moda "no son la mejor manera de perder peso permanentemente", sino que advierte además de que si pierdes más de medio kilo a la semana durante varias semanas es muy posible que desarrolles, entre otros problemas, cálculos biliares. "Si sigue una dieta de menos de 800 calorías al día durante un largo tiempo, puede llegar a tener problemas graves de corazón", asegura.
El artículo finaliza: "Las investigaciones sugieren que la manera más segura de perder peso y no volver a ganarlo es siguiendo una dieta saludable con menos calorías de las que antes consumía y haciendo ejercicio todos los días. La meta es perder entre un cuarto de kilo y un kilo a la semana. Elija alimentos saludables. Coma porciones pequeñas. [...] Estos hábitos también disminuyen la probabilidad de desarrollar enfermedades del corazón, presión arterial alta y diabetes tipo 2". Ya saben: la paciencia es la madre de todas las ciencias.