En la última semana, unas declaraciones del cocinero y divulgador Juan Llorca encendían los ánimos de algunos usuarios en Twitter. "Prefiero que un niño no desayune a que tome cualquier bebida chocolateada y una magdalena", decía Llorca en una entrevista en la Cadena SER. En realidad, esta falsa dicotomía pretendía servir de ejemplo para desmontar dos falsas creencias que están arraigadas entre la población y con las que algunas compañías han hecho caja durante mucho tiempo: que el desayuno es la comida más importante del día y que necesitamos ingerir alimentos cargaditos de azúcar (como los cereales de desayuno, por ejemplo) para poder rendir durante el resto de la jornada. No es verdad.
Pero vayamos por partes. ¿Cuál es el origen de esta creencia tan extendida? Según Daniel Ursúa, dietista-nutricionista, divulgador y autor de Nutrihabits, es posible que la importancia que tradicionalmente se le ha dado a la leche para el crecimiento de los niños haya influido de forma determinante. "Como la leche hay que acompañarla con algo, se apuntan los cereales de desayuno, la bollería y el cacao azucarado, que es la manera rápida de conseguir que, sobre todo los niños, desayunen sin grandes problemas", sostiene el especialista. Y de aquellos polvos estos lodos: el número de niños obesos se ha multiplicado por 10 en las últimas cuatro décadas.
Hace un par de años, la OCU publicó los resultados de un trabajo coordinado por la World Action on Salt and Health (WASH), una organización internacional vinculada a la London School of Medicine and Dentistry, en el que se analizó el contenido nutricional de 19 tipos de cereales distintos que se venden en nuestros supermercados. El informe concluyó que el 58% de los cereales de desayuno contienen niveles altos de azúcar, superiores al 22,5%. "Si desayunas un buen cuenco de cereales con leche por las mañanas, debes saber que, aparte del maíz, trigo, arroz o cebada, también estás comiendo una proporción de azúcar que desborda lo necesario", apuntaba la organización.
Así lo confirma también Ursúa. "La gran mayoría de los cereales de desayuno que podemos encontrar tienen gran cantidad de azúcar añadido, bien sea en forma de chocolate o directamente en su forma más reconocible. Además, los cereales que no llevan azúcar añadido están tan refinados que, a nivel fisiológico, son prácticamente iguales que el azúcar", advierte el especialista, que señala también que entre los ingredientes pueden encontrarse grasas de mala calidad.
Sin embargo, éste no es el único problema que plantean estos productos hipercalóricos y ultraprocesados. "Los ultraprocesados alteran nuestra percepción del sabor aumentado el umbral del dulzor, pueden producir cambios en nuestra microbiota y, sobre todo, hacen que comamos mucho más de lo que necesitamos, porque son muy palatables y se comen de forma rápida y sin apenas masticación".
Entonces, ¿qué hacemos con nuestra vida?
Ante este panorama, ¿es posible comprar en el supermercado cereales saludables? ¿Qué características deben cumplir para ser una buena elección nutricionalmente hablando? ¿En qué debemos fijarnos? Según Ursúa, lo más importante es el porcentaje de harina integral que tengan. "Cuanto mayor sea el porcentaje, mayor saciedad nos va a aportar y mayor densidad nutricional va a tener ese cereal, puesto que menos va a ser la parte que nos perdamos. Por otro lado, cuanto menos azúcar y grasas de mala calidad tengan, mejor".
El también dietista-nutricionista Carlos Ríos publicó hace algún tiempo un artículo en su web en el que abordaba las opciones que tenemos a la hora de sustituir el tradicional desayuno insano que hemos tomado toda la vida. Según Ríos, "los cereales de desayuno reales y saludables son los copos de avena y los copos de centeno integrales", cuyas bondades a la hora de combatir la diabetes tipo 2 o el sobrepeso han sido demostradas en distintas ocasiones.
Las marcas también han desarrollado variedades de cereales integrales con chocolate como ésta. El consumidor medio podría llegar a pensar que se trata de opciones saludables. Pero no es así. "A pesar de que puedan tener algo más de harina integral o añadan distintos cereales, son, fundamentalmente, cereales refinados con azúcar y grasas de mala calidad", confirma Ursúa. La legislación española no señala qué cantidad mínima de harina integral ha de tener un alimento para que pueda anunciarse como tal. Ocurre con el pan también. Así, la única manera de que no nos engañen es leer las etiquetas del dorso. "El único requisito es que aparezca el porcentaje en el envase".
La normativa tampoco dice nada de reclamos como fitness o digestive, que suelen inducir a error a los consumidores y que son puro marketing. Algo similar puede ocurrir con las variedades que se anuncian "sin azúcar". "Suelen sustituir el azúcar por edulcorantes. Aunque calóricamente haya una gran diferencia, siguen manteniendo los mismos inconvenientes en cuanto al umbral del sabor", advierte el dietista-nutricionista, que además señala que "el consumo de ultraprocesados, aunque sea a base de edulcorantes, está asociado con otros hábitos poco saludables".
"Vale, y si no tomo azúcar por la mañana, ¿cómo rindo durante el resto del día? ¿Mi cerebro no necesita glucosa?", podrían insistirte. Ursúa responde: "El cerebro necesita glucosa, que no azúcar, y ésta puede obtenerse de fuentes muy dispares. La más rápida, que no por ello la mejor, es el azúcar refinado. Apenas tenemos que hacer ningún esfuerzo para obtener la glucosa, lo que puede conllevar otros problemas. En cambio, los cereales integrales, las frutas o las verduras son fuentes igualmente válidas de glucosa y, además, nos aportan otros beneficios que no obtenemos del azúcar".
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