Por si alguien no se había enterado, las navidades han llegado. Desde mediados de noviembre los centros comerciales nos venían avisando del retorno de una tradición muy arraigada en nuestra sociedad: el sobreconsumo. Y, aunque la población se divide entre quienes detestan y quienes adoran la navidad, es inútil resistirse a los atracones de polvorones, de langostinos y del clásico aperitivo de tu tía a base de huevo hilado. Todo ello, por supuesto, maridado con varias copas de vinos de todos los colores.
De entre toda esa variedad cromática de vinos, destaca el dorado y con burbujas, el cava o el champán. ¿La principal diferencia entre ambos? La denominación de origen: el champán es el vino espumoso realizado en la región francesa de Champagne y el cava el que se realiza a este lado de los Pirineos. Además, la variedad de uvas utilizada es diferente y en el caso del champán se mezclan diferentes añadas.
El cava ha sido siempre percibido como el sucedáneo del champán, sin embargo, su calidad comparada no se demuestra en función del producto en general sino de las diferentes marcas. Es decir, los expertos aseguran que existen champanes pésimos y cavas excelentes, ninguno es mejor que el otro. La principal razón de esta característica es que ambos vinos se realizan por el mismo sistema de elaboración: el método champenoise.
Lo básico de un cava
Los mostos, que más tarde se convertirán en cava o champán, pasan por dos fermentaciones, la primera en una cuba, donde el azúcar se transforma en etanol (la molécula del alcohol), y la segunda en la botella, donde el dióxido de carbono forma las características burbujas de este vino. En esa segunda fermentación, además, se añade azúcar para que el vino adquiera más concentración de alcohol (o graduación) y, también, para que quede azúcar residual.
Depende del azúcar que quede en la botella al final del proceso, el champán y el cava se etiquetan de distinta forma: Brut (de 0 a 12 gramos de azúcar por litro), seco (de 12 a 50 gramos de azúcar por litro) y dulce (a partir de 50 gramos de azúcar por litro). Por esta razón, aquellos que se hayan propuesto desafiar a las poderosas navidades y pasar por ellas sin ganar peso deben fijarse en la etiqueta de la botella.
Azúcar y burbujas
"La utilización de azúcar añadido en la fermentación del vino no altera los efectos del etanol que se forma a través de él. De hecho, se utiliza en muchos vinos para que aumenten de graduación cuando las uvas que se utilizan no tienen suficiente azúcar. Sin embargo, hay que observar aquello que consumimos y plantearnos si es necesario consumir más azúcar en una celebración", explica Francisco David Rodríguez Gracía, profesor de bioquímica y biología molecular en la Universidad de Salamanca y escritor del libro Cerebro y alcohol.
Al ser un vino espumoso con cierta proporción de azúcar, es normal preguntarse si después de una comida copiosa es el mejor momento para consumirlo. Rodríguez García lo tiene claro, "el alcohol no aporta nada, no existe una medida ideal y, además, a partir de una pequeña cantidad nuestro cerebro busca seguir bebiendo aunque nos hayamos propuesto no pasarnos. Se debe a que busca el placer que le produce esta droga, pero no hay que olvidar que el etanol es tóxico".
El champán o el cava se suelen tomar más como un gesto de celebración que como vino de acompañamiento durante la comida y, por este motivo, en una misma noche no se suele abusar mucho de este vino en concreto. Sin embargo, durante esa misma jornada probablemente se hayan tomado otras bebidas alcohólicas y es fundamental ser consciente de lo que ya se ha consumido antes de seguir bebiendo alcohol.
Ante todo moderación
"Lo importante no es la mezcla de distintas bebidas alcohólicas, sino la cantidad de alcohol neto que hemos ingerido. Mucha gente se escuda en que no le gusta el whisky pero sí la cerveza y, pensando que es menos dañina, beben tantas que igualan o superan el alcohol que habría en dos copas de ese destilado", explica el especialista. "Por eso no hay que pensar que un tipo de bebida o una cierta cantidad son inofensivos. Como todas las drogas, la intoxicación depende de los gramos que se consumen", añade.
Otros problemas muy frecuentes en las navidades son las irritaciones de estómago provocadas, precisamente, por el abuso del alcohol y de la comida. Estas molestias evitan poder disfrutar de estos días de vacaciones a los que muchos les han cogido manía. Francisco David Rodríguez García propone reconciliarnos con las pascuas haciendo un ejercicio de reflexión: "Yo no pretendo ser un aguafiestas. No hay momentos mejores ni peores para beber, ni cantidades buenas. El alcohol siempre es malo para la salud y cuanto menos tomemos, mejor para nosotros".
Con champán, con cava o con cualquier bebida menos agua, lo importante es levantar nuestras copas para desear una feliz Navidad y un próspero año nuevo. Porque aunque ver a la familia y sentarse a cenar no siempre es tan agradable como en el anuncio del turrón, el mes que viene nos espera la cuesta de enero y el comienzo de la "operación bikini". Chin, chin.