El guacamole de Mercadona, el salmorejo de Aldi, los berberechos de Carrefour o el chocolate negro de Eroski. Las marcas blancas levantan auténticas pasiones entre los consumidores de a pie. Estos productos, más económicos, pertenecientes a grandes cadenas de distribución y presuntamente de una calidad más baja, parecen vivir una suerte de revival. De hecho, son cada vez más las personas que identifican directamente las cadenas de supermercados en función de los exitosos productos de marca blanca que venden en sus estanterías.
Así, de entre todos los yogures de marca blanca que podemos encontrar en el súper, el más popular, el que está en el boca-oreja desde hace años es el yogur griego natural de Lidl, que comercializa Milbona, la marca de lácteos de la cadena. El Comidista, la sección de alimentación y gastronomía de El País, por ejemplo, lo incluyó en un listado de 12 productos de marca blanca que valen la pena. Y basta con bucear un poco en internet o hacer una búsqueda en algunas redes sociales como Twitter para encontrar auténticas legiones de fans. Pero, ¿se trata de un producto recomendable desde el punto de vista nutricional?
Los yogures han pasado de ser un alimento saludable, cuyo consumo habitual se ha asociado tradicionalmente a un menor riesgo de obesidad y a efectos beneficiosos para la salud digestiva, a considerarse un producto no tan recomendable debido a la importante cantidad de azúcar que esconden muchas variedades. La voz de alarma la daba el pasado mes de septiembre un estudio publicado en la revista médica BMJ Open. "No todos los yogures son tan saludables como quizás los perciban los consumidores y hace falta reformularlos para que se reduzca su contenido en azúcares libres", advertían los investigadores que participaron en el trabjao.
El estudio, sin embargo, salvaba de la quema a los yogures griegos, que generalmente tiene una mayor cantidad de proteínas y grasa que el yogur normal, y un menor volumen de lactosa y calcio. "Dentro de los lácteos, el yogur puede ser un producto saludable interesante si tiene una composición adecuada. El problema que encontramos es que la mayoría de gamas (bífidus, desnatados, de sabores, etc.) vienen cargaditas de azúcar", confirma Isabel Pérez, dietista-nutricionista responsable del centro Nutrisalud Dietética.
Pérez explica que para valorar la calidad nutricional de un yogur habría que fijarse, más que en reclamos como "light" o "bio", en la lista de ingredientes y en la tabla nutricional. En la primera, deberán aparecer "como mucho, dos o tres ingredientes": leche, fermentos lácticos y opcionalmente leche en polvo o nata. "Es esencial que no contenga azúcar añadido, como tal o bajo algún seudónimo como 'melaza', 'concentrado de fruta', 'jarabe de fructosa', etc.", explica. Además, en la tabla nutricional debería indicar un contenido de no más de 4-5 gramos de azúcar por unidad de 125 gramos. "En un yogur natural, ésta es la cantidad de lactosa naturalmente presente en la leche de partida que se utiliza para hacer el yogur", señala la especialista.
Así, si acudimos a la lista de ingredientes del griego natural de Lidl, que se comercializa en botes de un kilo y en envases de 125 gramos, podemos ver que el azúcar no aparece, "y eso es ya un punto a favor". "Además, tiene un aporte alto de proteínas (4,6 gramos/100 gramos), lo que unido a la grasa (10 gramos/100 gramos) hace que tenga un poder saciante mayor que un yogur desnatado", advierte. Estos valores son similares a los de otros yogures griegos de otras marcas como el Oikos de Danone (aunque este tiene algo menos de proteínas y grasa) y mejores que la variedad de yogur griego natural de Nestlé, por ejemplo, cuyo contenido en proteínas (3,2 gramos) y grasas (8,4 gramos) es bastante inferior.
La razón por la que esta variedad de yogur es rica en grasa tiene una explicación tecnológica. "El yogur griego tradicional se hace desecando el yogur, retirando parte del agua para obtener una textura más cremosa. Aquí conseguimos ese efecto añadiendo nata al proceso de elaboración, lo cual aumenta el aporte de grasa obviamente, pero no es algo negativo. La grasofobia está siendo poco a poco superada", considera la nutricionista. Así, un yogur de 125 gramos como éste nos aporta 12,5 gramos de lípidos, una cantidad que no es excesiva y "además es fuente de vitaminas liposolubles", según la experta.
Vale, ya sabemos que esta variedad de yogur es un producto saludable. Pero, ¿podemos decir que su consumo se encuentra asociado a un menor riesgo de obesidad? Pérez asegura que no está del todo claro que el consumo de lácteos, y en concreto del yogur, prevenga el sobrepeso. "En el contexto de una alimentación saludable pueden ser una buena opción si se eligen variedades de calidad y no desplaza el consumo de otros alimentos como la fruta. Si queremos, podemos agregar fruta troceada, frutos secos, semillas, canela o cacao puro para dar sabor de forma saludable", finaliza.
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