La vitamina C es una sustancia bien conocida por todos. O, por lo menos, eso es lo que se piensa. Gracias a la ciencia actual podemos afirmar rotundamente que ni cura el resfriado ni el alimento donde se encuentra más presente es la naranja. Esta sustancia química se llama, también, ácido ascórbico y su origen etimológico también es bastante desconocido.
Ascórbico significa, básicamente, contrario al escorbuto. El escorbuto, por su parte, es una enfermedad con unos síntomas muy desagradables, pero de fácil curación. Esta patología era especialmente preocupante hace unos siglos y, sobre todo, en los viajes por mar. La alimentación de los marinos destacaba por su escasez en frutas y en verduras, y es que era muy difícil conservarlas a bordo.
A los marinos y piratas que sufrían escorbuto se les reconocía fácilmente por sus encías hinchadas y sangrantes, por su aspecto demacrado y por sus heridas que no terminaban de curarse. Muchos de ellos morían con un terrible aspecto.
Ahora se sabe que les faltaba vitamina C. Esta sustancia permite sintetizar el colágeno y esto, a su vez, mantener la estabilidad de los tejidos del cuerpo. Los científicos aconsejan consumir, como mínimo, entre 75 y 90 miligramos al día, pero lo ideal sería alcanzar los 200 miligramos.
A parte de evitar la catástrofe del escorbuto, la vitamina C ayuda al sistema inmunitario, es un antioxidante y metaboliza el hierro. Sin embargo, debe ser consumida a diario porque es soluble en agua y, por tanto, el cuerpo la termina eliminando.
Para hacernos una idea, la naranja contiene 53,2 miligramos de vitamina C por cada 100 gramos de esta fruta. Una cantidad considerable, pero existen alimentos con una cantidad superior. Hay que destacar que los más interesantes son aquellos que se pueden comer crudos, ya que hervirlos, remojarlos o saltearlos puede rebajar el contenido de ácido ascórbico.