El ser humano lleva masticando chicle de alguna forma desde hace miles de años. Como lo leen. Lo hicieron los habitantes del Neolítico con el alquitrán de la corteza de abedul; los griegos, con la resina del árbol del lentisco; y hasta los indios americanos masticaban una suerte de goma que extraían de los abetos. Desde entonces, la cosa ha cambiado mucho y ahora podemos encontrar en el supermercado una amplísima variedad de chicles, con y sin azúcar, de los más variopintos sabores: desde sandía hasta hierbabuena o arándanos. Sin embargo, no conviene abusar de ellos.
Los chicles son un alimento que, al igual que el resto de productos que podemos encontrar en el supermercado, se someten a todo tipo de controles de seguridad para que su ingesta sea segura y no suponga ningún problema para nuestra salud. Y son un alimento por la simple razón de que a través de ellos ingerimos algunos nutrientes (aunque sea en una cantidad muy pequeña) y, además, así lo indica la legislación. En concreto, el Real Decreto 1601/2010, por el que se aprobaron "las materias básicas para la elaboración de la goma base del chicle o goma de mascar".
Un consumo excesivo de chicles o caramelos de los llamados "sin azúcar" puede tener, sin embargo, efectos laxantes en nuestro organismo. La clave se encuentra en la presencia de algunos polialcoholes como el sorbitol o el xilitol, unos edulcorantes que la industria utiliza para su fabricación. Tal y como explica el tecnólogo de los alimentos Mario Sánchez, también autor del blog de divulgación Sefifood, este efecto se produce en nuestro intestino grueso debido a que "los polialcoholes están formados por hidratos de carbono no digestibles, los cuales fermentan por la acción de bacterias, produciendo, en exceso, diferentes efectos gastrointestinales no muy agradables".
Así lo advierte también la FDA, la agencia estadounidense responsable de la regulación de los alimentos y los medicamentos. "Los alcoholes de azúcar también pueden producir gases abdominales, distensión abdominal y diarrea en algunos individuos porque no son absorbidos completamente por el cuerpo y son fermentados por bacterias en el intestino grueso", se puede leer en la página del organismo.
También en repostería
Los chicles o los caramelos no son los únicos alimentos en los que se utilizan estos polialcoholes con potenciales efectos laxantes. También podemos encontrarlos en productos de repostería o en los caramelos sin azúcar. "Este tipo de edulcorantes están en chocolates, magdalenas, refrescos… En definitiva, todo aquel producto que tradicionalmente tiene un sabor dulce y cuyo aporte calórico desea ser reducido al sustituir el azúcar".
Según cuenta el experto, el objetivo de los edulcorantes, incluso en productos como los chicles de menta, cuyo sabor no es precisamente dulce, es sustituir al azúcar en su composición y, de esta forma, que el aporte de calorías sea "nulo o muy bajo". "En la mayoría de ocasiones los edulcorantes tienen un poder mayor que el azúcar, por lo que es necesario añadir una cantidad mucho menor para conseguir el mismo dulzor", advierte Sánchez.
La cantidad de chicles, caramelos o bollos sin azúcar que hay que tomar para que tengan un efecto laxante en nuestro organismo va a depender principalmente de cada uno de nosotros. "Según la legislación, es obligatorio incluir la advertencia de 'un consumo excesivo puede tener efectos laxantes' cuando el contenido de polialcoholes supere el 10% de la composición total del producto. Debemos tener en cuenta que productos como los chicles o caramelos van a tener una concentración bastante alta de los mismos, por lo que no conviene comer muchos a la vez si no queremos ir corriendo al WC".
Sin embargo, tal y como advierte Sánchez, no todo va a ser malo. Estos polialcoholes también tienen algunos efectos beneficiosos para nuestro organismo. El xilitol, por ejemplo, el edulcorante que se extrae de la madera del abedul, contribuye a la buena salud de nuestros dientes al combatir las caries y minimizar la adherencia de la placa bacteriana. Así lo han refrendado algunos estudios, de ahí que lo recomienden habitualmente los odontólogos para distintos tratamientos.
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