Nunca hemos tenido unos alimentos más seguros ni una comida de tanta calidad. No se trata de una afirmación gratuita. No lo decimos nosotros, lo recordaba hace unos meses el profesor de Biotecnología de la Universidad de Politécnica de Valencia J.M. Mulet. "Sólo hay que ver la de gente que se moría de intoxicaciones alimentarias hace 30 o 40 años y la que se muere ahora", decía el divulgador en una entrevista concedida a EL ESPAÑOL.
Sin embargo, la desinformación y los bulos siguen campando a sus anchas por internet. El último, creado por un grupo conspiranoico de Facebook, dispara contra las hamburguesas de vacuno y cerdo de Mercadona. En concreto, denuncian que están elaboradas con E 120 (ácido carmínico), un colorante orgánico rojizo que se extrae de un insecto conocido como cochinilla y que se lleva utilizando, prácticamente, desde los tiempos de Maricastaña.
Según se lee en el post difundido por este grupo de Facebook, "este colorante se consigue aplastando insectos de la familia de la cochinilla (hacen falta 10.000 hembras para fabricar un kilo de producto)", y luego se combina con "aluminio, amoniaco o calcio para extraer las tonalidades de colores". Además, advierten de que su consumo puede provocar "fuertes reacciones alérgicas y asma", y alertan de que "en roedores, se ha constatado de una merma importante en su desarrollo y crecimiento".
Tal y como cuenta Miguel Ángel Granado, experto en seguridad alimentaria y responsable de Food & Safe, este aditivo siempre ha estado en el centro de la polémica. "Ya en los años 70 se lanzó la idea de que provocaba hiperactividad en niños. Los estudios científicos nunca han podido corroborar esta tesis y han revelado que 'no existe relación directa entre el consumo de colorantes y problemas del comportamiento'", explica Granado.
Tampoco es cierto que el consumo de alimentos en los que se utilice el ácido carmínico, como también se denomina al E120, pueda provocar reacciones alérgicas o asma en personas sanas. Y mucho menos que puedan provocar problemas en el desarrollo y el crecimiento. "Todos los aditivos que se utilizan en la industria alimentaria son sometidos a controles y estudios en los que se verifica su seguridad y se obtienen datos para conocer la dosis máxima permitida", confirma el especialista. "Eso no quita que haya personas con hipersensibilidad a ciertos componentes y que le afecten en su salud, al igual que existen alergias e intolerancias muy específicas", añade.
El proceso de fabricación de este colorante no es tan sencillo como se puede extraer de la publicación de Facebook que alerta sobre él. Es cierto que se extrae de la cochinilla (Dactylopious coccus), un insecto que podemos encontrar sobre todo en las plantaciones de cactus que utiliza la industria para su producción. "Una vez que estos insectos están totalmente secos y deshidratados, son molidos finamente, y posteriormente diluidos y filtrados con sales minerales. Las diferentes tonalidades de colores se consiguen dependiendo del alimento y de la cantidad que se vaya a producir".
Un aditivo polivalente
Las hamburguesas o los productos cárnicos no son los únicos alimentos del supermercado que incluyen el ácido carmínico. Este aditivo lo podemos encontrar también en productos de repostería, conservas, helados y bebidas varias. Además, la industria farmacéutica también se vale de él para dar color a enjuagues bucales o dentífricos, por ejemplo. Así, se trata de un compuesto polivalente que, según el experto, ayuda a que los consumidores no descarten los productos en función de su apariencia exterior.
El bulo también señala a otro sospechoso habitual, el sulfito de sodio, y enlaza a una conocida web de pseudociencia en la que se desliza que su consumo puede llegar a poner en peligro la vida de aquellos que padecen asma. Tal cual. ¿Qué hay de cierto en esto?
Granados explica que los sulfitos son conservantes que se utilizan para "ralentizar el crecimiento microbiano en los alimentos" y alargar su durabilidad. Es cierto que el grupo de aditivos en el que se encuentra el sulfito de sodio (E220-E228) han sido reconocidos como alérgenos, por lo que las personas con alergia a estos compuestos deben evitar consumir alimentos que los contengan. Sin embargo, para el resto, no existe mayor problema. Ocurre lo mismo con las personas alérgicas al huevo o a la lactosa. "No hay evidencia científica que confirme la peligrosidad de los aditivos en los alimentos, siempre que no sobrepasen los límites legales establecidos", finaliza Granados.
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