¿Por qué los espectadores, de entre todos los aperitivos posibles, consumen masivamente palomitas de maíz al asistir al cine? Incluso al obviar sus evidentes riesgos nutricionales, la alta concentración de sal de este producto deshidrata rápidamente al cuerpo.
Muchos consumidores optan incluso por reemplazar su cena con un cubo de palomitas. ¿Supone esto un riesgo inminente para su salud? En líneas generales, no. Las palomitas de maíz sin añadidos están básicamente compuestas por carbohidratos.
Pese a que aún prevalece como mito, cenar hidratos de carbono no engorda más que en cualquier otro momento del día. Lo verdaderamente importante que hay que tener en cuenta es cuál ha sido la dieta durante el resto del día, y la cantidad que se va a consumir durante la noche. Es decir, mientras no se compre un cubo familiar de palomitas para una sola persona, esta circunstancia temporal no debería afectar al peso.
Una variedad del maíz
Las palomitas nacieron como una variedad del maíz en América Central. Aunque los colonos intentaron exportarla por el resto del continente, solo perduró en algunos países sudamericanos hasta el siglo XIX, de acuerdo con Andrew Smith. El autor de Popped Culture: A Social History of Popcorn relata para el Museo Smithsonian cómo los balleneros de este siglo consiguieron transportar desde Chile a Nueva Inglaterra este particular alimento.
A partir de este momento, y con la invención en 1885 de la primera palomitera portátil, el producto comenzó a venderse en las calles y trascendió la costa este de Estados Unidos. Su popularidad estaba justificada: productos como las patatas fritas solo podían elaborarse en establecimientos culinarios, de modo que las palomitas ganaron la guerra gastronómica del picoteo yankee.
Su éxito en el cine llegó con el crack bursátil de 1929 y la consecutiva Gran Depresión. Durante la década de los 30, las salas de cine -industria que había comenzado a despegar gracias al talento emigrado de los directores y productores del este de Europa- comenzaron a cerrar, como consecuencia de unas tasas de desempleo que alcanzaban cotas de récord por todo Estados Unidos.
Solo aquellos establecimientos que permitieron las ventas de palomitas dentro y fuera de las salas sobrevivieron. Aquellos empresarios que prohibieron consumir en su interior al considerar que degradaban el estatus de su negocio quebraron irremediablemente.
Los efectos positivos
Además de contener carbohidratos, las palomitas son bajas en grasa y contienen mucha fibra. Esto hace que sean más saludables que la mayoría de aperitivos, como las ya mencionadas patatas fritas u otro tipo de productos industriales que también suelen venderse en los vestíbulos de los cines.
También contienen algunos minerales como hierro, zinc y magnesio, así como pequeñas cantidades de vitamina B, presente en una gran parte de los alimentos de una dieta regular.Las calorías de una porción de palomitas (30 gramos) no deberían superar las 125 calorías.
Sin embargo, una bolsa con estas mismas cantidades proporciona alrededor del 10% de la cantidad recomendada diaria de sal, así como el consumo de grasas saturadas. Estas grasas añadidas, en el caso de las bolsas de palomitas vendidas en los supermercados, pueden ser trans o de palma, algo que habría que evitar.
Es recomendable fijarse en el envasado y comprobar qué tipo de añadidos cuenta esa marca en concreto.Así mismo, muchos cines ofrecen la opción de añadir más sal o azúcar a las palomitas, lo cuál agrava el resultado nutricional de su consumo.
Posibles alternativas a este ultimo añadido son hierbas o especias como la canela o el pimentón. Lo ideal en estos casos es prepararlas de forma casera con granos de maíz, un poco de aceite de oliva y la menor cantidad posible de sal. EEUU es culpable de popularizar el consumo de palomitas en la mayoría del globo. Pese a las cantidades recomendadas descritas, una bolsa de palomitas del cine puede llegar a contener cerca de 1.400 calorías debido a su gran tamaño.
Sin embargo, otros países han encontrado alternativas adecuadas a la adquisición de palomitas en sus salas de cine. Los japoneses optan por consumir ara yaki, peces asados similares a una sardina y ricos en omega-3. Suelen combinarse con una mezcla de soja y azúcar, y al ser tan pequeños pueden consumirse junto con sus espinas sin que haya ningún tipo de riesgo para la salud.
Existen otros tentempiés, como el karaage: un tipo de pollo frito callejero. En Países Bajos es tradicional el consumo de unos regalices denominados salmiakdrop, presentes también en los países escandinavos. Los neerlandeses consumen cerca de dos kilogramos por año, aunque algunos estudios han encontrado algunas contraindicaciones frente a la tradicional escuela que defiende su uso contra los resfriados.
En Tailandia la costumbre es consumir Tom Yum, una curiosa mezcla de citronela, zumo de lima, una salsa hecha con pescado, guindillas y jengibre. La sopa, pese a contener muchas más calorias que una simple palomita, es sin duda mucho más sana que un cubo lleno de sal o mantequilla. Es algo parecido al lituano kvas, un líquido dulce fermentado al que se le incorporan sabores de bayas o hierbas típicas del Báltico.