En el proceso de elaboración del queso, los principales componentes de la leche se concentran. Esto pasa, principalmente, porque las diferentes fases consisten en restarle líquido a la leche. En un primer momento, se separa el suero de la cuajada y, con esta última, se elabora el queso. El tiempo y las condiciones en los que se deje curar determinarán la tipología del queso.
Por esta razón, los quesos que maduren durante mucho tiempo perderán más cantidad de agua y las proteínas, las grasas y los hidratos de carbono aumentarán por cada gramo de alimento. En consecuencia, el valor energético de los quesos curados será más elevado que el de los quesos frescos.
Los quesos que menos grasa tienen son, por tanto, los que han atravesado un proceso de curación más breve o, incluso, no han sido curados. La pérdida de agua de un queso fresco con respecto a un vaso de leche se sitúa en torno a un 20% y, en consecuencia, se vuelve casi tres veces más calórico.