De entre todas las creencias falaces que pululan por el imaginario colectivo, la que sostiene que cualquier alimento elaborado de forma casera es mejor que un igual fabricado de forma industrial es una de las más extendidas. Es absurdo, pero es así. Son muchas las personas que creen que unas galletas, unas magdalenas o una donuts hechos en el horno de nuestra casa "con ingredientes 100% naturales" (como el azúcar) son más sanos que otros comprados en el supermercado. No es así. O, al menos, no es tan fácil.
Sólo podemos calificar un alimento de sano o insano atendiendo a los ingredientes utilizados para su elaboración. Es decir: por muy caseras y mucha receta de la abuela que utilicemos para cocinar un bizcocho, si va cargadito de azúcar, harinas refinadas y mantequilla, estaremos ante un alimento perjudicial para nuestra salud. Lo recordaba hace unos días en Twitter Miguel Ángel Lurueña, doctor en Ciencia y Tecnología de los Alimentos. Ocurre lo mismo, por ejemplo, con el zumo natural, que sigue siendo un alimento insano pese a ser exprimido en casa con naranjas recién cogidas del huerto.
Así lo confirma el dietista-nutricionista Daniel Ursúa, autor del blog de divulgación Nutrihabits: "Debemos entender que no existe ni lo 'casero' ni lo 'natural' y, desde luego, ninguna de esas dos alegaciones hacen referencia a la salubridad de los productos". Tal y como explica el especialista, un producto es sano o no es sano "independientemente de si sus ingredientes son 'industriales' o 'caseros'". Tampoco es cierto que un bollo, por el hecho de ser elaborado de forma tradicional en un horno de leña, engorde menos. Todo dependerá de la cantidad de azúcar y del resto de componentes que incluya.
"Ya, pero es que un bizcochos elaborado de forma industrial lleva un montón de conservantes y colorantes", podría decirte tu cuñado. Y es cierto, la industria utiliza este tipo de aditivos -que son perfectamente seguros aunque no poseen ningún valor nutritivo- para alargar la vida útil de un producto, para potenciar su sabor, o para facilitar el proceso de elaboración.
¿Los aditivos convierten a un dulce en un producto todavía menos sano? Ursúa se muestra tajante: "Definitivamente no". El especialista insiste en que lo que de verdad convierte a un producto de bollería en una opción poco recomendable son los ingredientes que lo integran mayoritariamente. "Estos ingredientes suelen ser harinas refinadas, grasas o azúcares que, además, necesitan de aditivos para asegurar la durabilidad, palatabilidad o seguridad del producto del que forman parte. Pero el problema no radica en los aditivos, sino en la mala calidad de los principales ingredientes que lo forman".
Tal y como hemos explicado en otros artículos, los reclamos que suelen acompañar a estos y otro tipo de productos ("artesano", "de la abuela", "tradicional" o "casero") no están regulados por ninguna norma de calidad. De esta forma, nos podríamos encontrar en el supermercado perfectamente un bizcocho natural, unas galletas de la abuela, o un triángulo de chocolate artesano si se terciase la cosa. En realidad, se trata de productos ultraprocesados de los que es conveniente huir. "Como ya hemos dicho otras veces debemos fijarnos en lo que marca en la etiqueta. En el listado de ingredientes y en la tabla nutricional".
¿Y qué hacemos si a pesar de todo queremos tomar unas magdalenas o unos croissants? ¿Cuáles son los mejores? ¿En el supermercado o en la panadería podemos encontrar algunos salvables? "Si nuestro consumo de bollería o de ultraprocesados es realmente ocasional y está dentro de un estilo de vida saludable, las diferencias entre unos y otros no son significativas", dice Ursúa. "De hecho, los productos hechos en casa son más susceptibles de ser menos seguros puesto que los controles a los que está sometida la industria garantizan la seguridad alimentaria de sus productos", finaliza.
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