De un tiempo a esta parte, ir al supermercado suele parecerse bastante a descifrar un acertijo. Uno se enfrenta a toda una serie de productos con todo tipo de reclamos que, lejos de facilitar la elección de los más recomendables para nuestra salud, suelen llevar a equívocos. Resulta de lo más habitual que, atraídos por mensajes como "fitness", "casero", "light", "natural", "digestive" o "extrajugoso", acabemos echando a la cesta de la compra alimentos que no son tan saludables como pretenden aparentar.
La normativa europea que regula el etiquetado señala que "la información alimentaria no inducirá a error al consumidor en lo referido a la naturaleza, identidad, cualidades o composición" de los productos. Sin embargo, lo cierto es que las marcas estiran el chicle todo lo que pueden y se valen de la laxitud de las distintas normativas para llevar a cabo algunas malas prácticas (amparadas por la ley). Porque ¿quién establece si términos como "original", "tradicional", o "bienestar" inducen a error o reflejan una realidad?