Las semillas de chía son unos diminutos alimentos que se suelen sumergir en líquidos tales como la leche o el zumo. En contacto con estos medios, adquieren una textura gelificada que permite comerlas con una cuchara. Desde hace unos años, las semillas de chía protagonizan desayunos, meriendas y snacks saludables o healthy, como se escribiría en Instagram. Precisamente, esta red social es una de las principales culpables de la fiebre de la semilla de chía.
De todas formas, este alimento cuenta con unos buenos atributos. La chía cuenta con aceites vegetales saludables y, entre ellos, destaca su contenido en ácidos grasos omega-3. Sin embargo, las bondades de la chía continúan: cuenta con antioxidantes, una buena proporción de proteínas y de fibra y, además, es fuente de vitaminas del grupo B y de minerales como el calcio y el hierro. Sin embargo, la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) explica en su página web que exceder los 10 gramos de chía al día puede ser contraproducente. Su alto contenido en fibra puede provocar un exceso de este componente que, a su vez, dificulte la absorción de ciertos nutrientes.
Por esta razón, muchos usuarios de internet coronaron a estos granos con el título de superalimento. Un concepto polémico donde los haya. Primero, porque la definición de superalimento no existe y, por tanto, otorgar esta calificación a un producto puede considerarse arbitrario. Además, estos alimentos se publicitan como contenedores de los principales elementos necesarios para mantener una buena salud. En cualquier caso, consumirlos no puede ser excusa para no seguir una dieta saludable a base de alimentos naturales.