Aunque no es el primero de los minerales en el que pensamos al comer, el zinc es fundamental para la regeneración de los tejidos celulares y para la síntesis del ADN. Es especialmente importante en la infancia, para garantizar el crecimiento y desarrollo correcto de los niños. Durante el resto de la vida, nos ayudará con el proceso de sustituir las células viejas por otras.
El zinc participa de forma activa en cientos de reacciones enzimáticas, entre ellas las que intervienen en el metabolismo de las grasas, las proteínas y los hidratos de carbono. El zinc ayuda en la producción de hormonas como la testosterona, mantiene en perfectas condiciones la piel, el pelo y las uñas, y ayuda fortaleciendo las defensas del sistema inmunitario.
Para poder beneficiarnos de los beneficios del zinc sobre el cuerpo se recomienda el consumo diario de 15 miligramos al día, pero la asimilación es limitada y puede ser diferente en cada persona.
Además, las proteínas y la vitamina C favorecen su absorción. En cambio, el ácido oxálico y el ácido fítico la disminuyen. También la dificultan el exceso de cobre, calcio y fósforo. Es por eso por lo que se pueden producir problemas de salud tanto por exceso como por escasez.
Deficiencias y excesos
El cuerpo humano no tiene la capacidad directa de sintetizar el zinc, por lo que es necesario obtenerlo a través de la dieta. De todo el zinc tomado el cuerpo solo utiliza un 20%.
Según un estudio publicado por la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos la deficiencia de zinc está directamente relacionada con el retraso del crecimiento infantil, una curación más lenta de las heridas, mayor riesgo de contraer infecciones, pérdida de peso que se traduce en anorexia, una disminución regresiva de los sentidos del sabor y del olfato y lesiones cutáneas como irritaciones.
Una dieta equilibrada puede cubrir la cantidad diaria recomendada sin problemas de exceso. Pero cuando se toman suplementos sí que pueden darse. Más de 150 miligramos de zinc al día de forma regular puede producir una bajada de la presión arterial, convulsiones o dolor en las articulaciones. Además de la alteración de los niveles de hierro el debilitamiento del sistema inmune y la deficiencia de cobre.