La gran mentira del tabaco y la dieta: fumar ni quita el hambre ni ayuda a adelgazar
Los fumadores que se someten a un periodo de abstinencia no ven incrementar sus deseos de comer y beber significativamente.
26 septiembre, 2019 03:41Noticias relacionadas
Si estás dejando de fumar, prepárate para echarte kilos encima, dicta la sabiduría popular: la ansiedad provocada por la adicción a la nicotina nos llevará a darnos atracones sustitutivos. Esta creencia ha llevado a prácticas insanas, como evitar dejar el tabaco por miedo a engordar, pero un estudio de la Universidad de Búfalo (UB) de EEUU apunta a que la relación no es ni mecánica ni directa como puede parecer.
El estudio, publicado en la revista Drug and Alcohol Dependence, tiene una base psicológica y económica: ¿cuánto dinero se gastan los fumadores, y en qué, cuando no pueden fumar? Los resultados, escriben los autores, son indicativos de cómo los diferentes sistemas controlan los mecanismos de motivación y recompensa: ¿realmente revertimos nuestros recursos en comida y bebida como compensación a los cigarillos que dejamos de consumir?
"Lo que nos dice la muestra de este estudio es que las motivaciones para fumar, para comer y para beber no influyen mucho las unas sobre las otras", explica Stephen Tiffany, profesor del Departamento de Psicología de la UB. Aunque el estudio solo abordó la abstinencia al tabaco a corto plazo, las conclusiones apuntan a que la comida no se vuelve más deseable para el fumador cuando, por el motivo que sea, no puede echar mano de un pitillo cuando desea.
Lo cierto es que la relación estadística entre el peso y el tabaco es un hecho, reconoce Tifanny. "Los fumadores, de media, pesan menos; y cuando tratan de dejarlo, tienden a engordar". Pero, ¿por qué ocurre esto? La hipótesis que quisieron poner a prueba fue que, en ausencia de cigarrillos, se produce un aumento del apetito y la comida resulta más apetecible a ojos del sujeto.
Para esta prueba, se seleccionaron 50 fumadores habituales que tuvieron que abstenerse de cualquier consumo durante doce horas. A continuación se les sentó delante de una caja con una puerta corredera, y en su interior, tres objetos diferentes: una cajetilla de su tabaco, una barrita de chocolate preferido, y un vaso de agua. Cada uno de estos ítems se les fue presentando acompañados de una señal sonora, y los participantes debían evaluar en qué medida les resultaban deseables.
Previamente, los investigadores les habían entregado nueve dólares. Ahora debían valorar con una nota del 1 al 7 el deseo que les provocaba el tabaco, la comida y la bebida respectivamente, y estimar cuánto de su presupuesto estaban dispuestos a gastar en cada uno. Se produjo entonces una forma de "subasta": cuánto más gastasen, mayor sería la probabilidad de que la puerta corredera se abriese para que pudieran acceder al objeto de sus deseos.
Lo que ocurrió es que los fumadores no demostraron una mayor predisposición a gastar dinero en comida antes del periodo de abstinencia que después de las doce horas de ascetismo. Aunque se habían vuelto más ansiosos, apuntan los autores, no se observaba una "hipersensibilidad" ante los estímulos. "Si está en un avión y no puedes fumar, no parece probable que vayas a gastar más en aperitivos de lo normal", explica Tifanny, que también es miembro del Instituto de Investigación Clínica de las Adicciones de la UB.
Deseo, estímulo y recaída
La clave está en poder reproducir en laboratorio el concepto de craving, la mezcla de antojo, deseo y ansiedad que acompaña a la abstinencia de la nicotina. Esto se consigue, explica Tifanny, induciendo los estímulos (cues) que hacen que las personas que tratan de dejarlo recuerden los cigarillos. "La gente no recae por que sí", subraya. "Recae en presencia de oportunidades a su alcance que se desencadenan mediante estímulos".
El experimento con "dinero de bolsillo", en el que las decisiones (incluida la de no 'pujar' por nada y quedarse los nueve dólares) de los participantes tenían una recompensa tangible e inmediata, es significativo de cómo ciertos eventos afectan de forma determinante y sirven de estímulo para los actos de los fumadores. "Hay que pagar un precio", concluye Tifanny. "Como con todo en la vida".
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