Estamos en plena época de vendimia y no faltan medios de comunicación, cuñados y hasta algún médico que aprovechan para insistir en el tópico de que el vino es beneficioso para la salud, sobre todo para el corazón, al menos "una copita" con las comidas. Sin embargo, la evidencia científica actual está en contra de esta afirmación.
En parte, la propia investigación ha contribuido a difundir el error a través de algunos estudios que se han convertido en uno de los principales argumentos de quienes defienden el consumo del vino.
La idea es que el vino contiene muchos antioxidantes y uno por encima de todos: el resveratrol. Es cierto que esta molécula, presente en las uvas, ha demostrado muchas cualidades beneficiosas in vitro, tantas que hasta se la ha llamado "molécula de la eterna juventud", con propiedades anticancerígenas y antiinflamatorias.
Sin embargo, ése es uno de los principales problemas: las investigaciones con tubos de ensayo, levaduras o pequeños animales como moscas y gusanos no siempre se pueden equiparar con lo que sucede en el cuerpo humano y no hay estudios clínicos que hayan probado esos efectos milagrosos en nuestro organismo. Además, los ensayos se realizan con tal concentración de resveratrol que una persona tendría que beber cientos de litros de vino al día para igualarlas.
Por si fuera poco, hay que tener en cuenta su baja "biodisponibilidad". Esto quiere decir que, aunque la molécula se encuentre activa y tenga ciertas propiedades, nuestro organismo la transforma o no la asimila como tal, con lo cual no le saca partido. En definitiva, según explica el bioquímico y divulgador científico José Manuel López Nicolás, "no sirven para nada sus estudios como agente antioxidante". Aún así, muchos se han subido al carro y lanzando al mercado productos con resveratrol en forma de complementos alimenticios "antienvejecimiento" y cosas por el estilo.
El engaño del "consumo moderado"
A medida que la posible influencia beneficiosa del resveratrol ha quedado aclarada, las evidencias científicas en contra del consumo de alcohol se han multiplicado en los últimos años. Los expertos tienen claro que incluso el famoso "consumo moderado" es perjudicial. Por eso, si a día de hoy un médico nos dice que una copita de vino es buena, habría que acusarle, como mínimo, de estar desactualizado.
Los metaanálisis –más fiables que los estudios aislados, porque agrupan los resultados de muchas investigaciones– demuestran que el consumo de alcohol aumenta los problemas cardiacos en todos los bebedores, incluyendo los moderados, como reveló una amplia revisión de la literatura científica en 2014.
¿Mejor salud que los abstemios?
La idea de que el consumo moderado de alcohol es bueno procede de errores en la metodología o en la interpretación de los resultados de algunos estudios. Hay investigaciones que muestran que la salud de los que consumen moderadamente alcohol es mejor que la de los abstemios y los que lo consumen en grandes cantidades. Sin embargo, entre los abstemios hay muchas personas que no beben por estar enfermas e incluso por ser ex alcohólicos, así que en realidad no salud es peor ya de partida, no por el hecho de que no beban.
Además, las personas que beben de forma moderada "también son moderadas en el resto de sus conductas cotidianas", como explica el nutricionista Julio Basulto en una conferencia TEDx. Es decir, que asumen menos conductas de riesgo, en general, lo cual siempre es beneficioso para la salud. En general, tienen más nivel socioeconómico, fuman menos, toman más verduras y hortalizas, hacen más ejercicio… Y todo eso influye en un bajo riesgo cardiovascular, no el hecho de que se tomen un vino o una cerveza de vez en cuando.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), tras estudiar a fondo la cuestión con todo tipo de evidencias científicas, asegura que no hay una cantidad mínima de alcohol que se pueda considerar segura para la salud y mucho menos recomendable. Además, recuerda que hasta tres millones de personas mueren al año en el mundo por sus efectos nocivos.