El polémico artículo del 'New York Times' que 'salva' a los refrescos light
Un pediatra insinúa que se publican demasiados estudios sobre las bebidas de este tipo y que hay un exceso de alarmismo.
16 octubre, 2019 04:31Noticias relacionadas
"Existen muchas posibilidades de que estés leyendo estudios sobre refrescos ligth de aquí hasta que te mueras", comienza un artículo publicado recientemente en The New York Times y firmado por un polémico pero, a la vez, reputado médico. Aaron E. Carroll es decano asociado en el área de Investigación de la Universidad de Indiana y experto en políticas sanitarias, así como en el uso de las tecnologías en el área de la pediatría.
Este último dato de su biografía le debería convertir casi por sistema en un enemigo a ultranza de los refrescos, tanto en su versión azucarada como en la light. Pero, tal y como hizo cuando publicó su libro La biblia de la mala alimentación (aún no traducido al castellano), Carroll ha vuelto a liarla.
En el texto publicado en uno de los periódicos más influyentes del mundo, no es que defienda a los refrescos, pero sí critica y explica las razones de lo que a su juicio es un machaque por parte de medios e investigadores. La idea de que los refrescos son malísimos para la salud se refuerza con cada estudio -el último, publicado en septiembre, afirmaba que sólo dos refrescos al día aumentaban el riesgo de mortalidad en un 17%- y, según apunta el médico, causa más preocupación de la que debería. La razón: a los estudios, y a los artículos donde se recogen, les falta contexto.
Lo peor, según denuncia Carroll, es que el ciclo, que él bautiza como "el mito de los refrescos light", no va a acabar nunca. Y explica las que él considera las cinco razones por las que esto es así. Sin duda, argumentos que no gustarán a muchos, pero que el médico utiliza con destreza.
Si es artificial, tiene que ser malo
Carroll señala que uno de los éxitos de la lucha antirefrescos ligth es que la gente siempre piensa que si algo es artificial, debe de ser perjudicial para la salud. "La gente se preocupa sobre los organismos modificados genéticamente, el glutamato monosodíco y sí, los edulcorantes artificiales, porque suena a algo que da miedo", escribe.
Sin embargo, el autor señala que "todo es químico", incluyendo el agua."Son sólo palabras que utilizamos para describir ingrediente", argumenta, mientras afirma que el hecho de que algo sea natural no lo hace mejor necesariamente que algo artificial. De hecho, algunas investigaciones afirman que el consumo de edulcorantes artificiales es mejor que el de azúcares añadidos, aunque uno de los últimos estudios dice lo contrario, explica.
Los refrescos, un blanco fácil
Estamos en una época en la que se da mucha importancia a la salud y los refrescos están casi estigmatizados en algunos círculos, afirma el autor. Entre las razones para este estigma hay una indiscutible, que es que nadie necesita de refrescos para vivir. De hecho, explica Carroll, hay "un millón de variedades" y ninguna sabe a nada que se encuentre en la naturaleza. "Hay algunos, como Dr. Pepper, de los que hacer una definición supone un desafío", bromea.
Sin embargo, comenta el médico, hay muchas cosas que comemos y bebemos que tampoco necesitamos. Es el caso del helado o de las tartas, que no están tan mal vistas como los refrescos. El problema, apunta el autor, es la moderación. "La falta de evidencia de peligro en cantidades normales no significa que consumir cualquier cosa en grandes cantidades sea una buena idea", señala.
Los científicos tienen que publicar para mantener sus trabajos
Este argumento puede ser realmente provocador, pero Carroll señala -y lo hace desde su posición como profesor en una carrera plagada de investigaciones- que los laboratorios necesitan financiación para sobrevivir y que el modo de conseguir esos fondos es precisamente publicando. Lo que quizás sea más discutible es lo que afirma a continuación, que el paso más fácil para publicar es coger una gran cantidad de datos y publicar un análisis de la correlación entre un factor y una consecuencia. Además de atizar a los investigadores por tender a lo sencillo, Carroll carga contra los periodistas. "Como los medios también tienen que publicar para sobrevivir -por si no lo sabes, a la gente le gusta leer sobre salud y alimentación- seguiremos leyendo historias sobre cómo los refrescos light nos matarán", afirma.
Investigan las entidades más prestigiosas
Según argumenta el pediatra, el tipo de estudios que concluyen que los refrescos light son malos para la salud se basan en el análisis de enormísimas cantidades de datos sobre los que los investigadores bucean. "Analizar las cifras de cientos de miles de personas no es un juego de niños, pero reunir esos datos es mucho más caro y requiere de mucho más tiempo", escribe el autor.
Por esta razón, continúa, sólo unas pocas universidades producen la mayoría de las investigaciones en estos asunto y tienden a ser los centros educativos con más recursos y más reconocidos, que atraen a más investigadores y más financiación.
Pero precisamente por esta razón, atraen también más la atención de los periodistas, lo que supone el cierre del círculo perfecto, siempre según Carroll.
Las limitaciones de los estudios observacionales
Para Carroll, hay otra razón para que este tipo de estudios se saquen de contexto y generen titulares alarmistas. "No importa cuántas veces subrayes las diferencias entre correlación y causalidad, la gente todavía mira al parámetro "incremento de riesgo" y determina que ese riesgo está causando el resultado", señala el autor. Está claro que para dar datos de cientos y miles de personas, los estudios observacionales son la única "opción realista" pero, salvo escasas excepciones, este tipo de trabajos sólo nos cuentan si dos cosas están relacionadas, no si se puede culpar a una de otra. Es justo lo contrario de lo que sucede, por ejemplo, con los estudios aleatorizados, como la mayoría de ensayos clínicos utilizados para probar medicamentos.
El investigador señala algunos datos específicos que, a su juicio, afectan a los refrescos light. Por ejemplo, reflexiona, es posible que la gente que tiende a beberlos sean personas preocupadas por su peso o por su salud; puede ser que los consuman por un problema de salud en vez de que tengan buena salud por consumirlos. Así, al igual que no se puede afirmar con rotundidad -como parecen hacerlo algunas interpretaciones de estudios- que los refrescos sin azúcar empeoran la salud, tampoco se puede afirmar lo contrario.
Muchos de estos estudios observacionales, cree el autor, añaden poca información a la que ya se sabe. "En algún punto, un estudio con 200.000 participantes no es mejor que uno con 100.000, porque los dos tienen limitaciones que no vamos a poder solventar", afirma el especialista, que concluye así su polémico artículo: "Lo que sería un verdadero servicio público es que dejáramos de repetir estas investigaciones y paráramos de escribir artículos sobre ellas como si no hubiera un mañana. Si eso es imposible, lo mejor que puede hacer la gente es dejar de prestar tantísima atención".