Los irlandeses iluminaban nabos la noche del 31 de octubre, víspera de Todos los Santos (All Hallows Eve), siguiendo una tradición celta. Cuando emigraron de forma masiva a Estados Unidos en el siglo XIX, comenzaron a hacerlo con calabazas. La fuerza de las películas y las series americanas hace que ahora las calabazas se hayan convertido en el gran icono de un Halloween ya universal.
Sin embargo, las calabazas sirven para algo más que para decorar establecimientos y casas en estas fechas. Esta planta de la familia de las cucurbitáceas da frutos de formas y colores diversos –no sólo está la típica redonda y naranja– que son muy aprovechables en la cocina. Recetas hay muchas: se puede cocinar con otras verduras, hacer en puré o incluso postres.
¿Es un alimento saludable? Los estudios destacan su alto contenido en vitaminas, minerales y fibra. En particular, tanto las investigaciones que comparan diferentes variedades como otras que se centran en algunas clases en particular coinciden en destacar su contenido en carotenos, pigmentos responsables del color amarillento o naranja tanto en las calabazas como en las zanahorias, por ejemplo.
Con función antioxidante, algunos carotenos se transforman en vitamina A y su consumo parece estar relacionado con beneficios cardiovasculares. Por otra parte, la fibra de las calabazas también es excelente, según un estudio que destacaba la capacidad de los compuestos que la forman para retener agua y glucosa.
Los dietistas-nutricionistas consideran que este alimento puede ayudar a perder peso teniendo en cuenta no sólo que aporta muy pocas calorías (unas 40 por cada 100 gramos), sino que tiene un gran poder saciante, lo que hace que tengamos menos ganas de comer.
Posibles propiedades farmacológicas
Ante tantas propiedades, algunos estudios incluso han explorado posibles usos farmacológicos de las calabazas, analizando si tienen efectos antidiabéticos, antibacterianos, antiinflamatorios, contra los parásitos intestinales e incluso antitumorales.
Aunque no estén probadas todas estas cualidades –abundan los estudios in vitro y con animales–, lo cierto es que la calabaza tiene todo para ser un alimento de referencia, al menos en esta época, ya que se cosechan en otoño.
Por eso, si vamos a destrozar alguna para celebrar Halloween, mejor aprovechar también la pulpa que contiene en su interior.
Las pipas
Además, hay que tener en cuenta que tienen muchas semillas y que éstas también cuentan con un montón de propiedades, por ejemplo, son muy ricas en ácidos grasos insaturados, proteínas y aminoácidos poco frecuentes. Como buen fruto seco, las pipas de calabaza también nos ofrecen en abundancia vitaminas y minerales.
En este sentido, un estudio reciente muestra que estas semillas destacan sobre todo por su contenido en vitamina E, que actúa como antioxidante, y su variedad de ácidos grasos; y que estos nutrientes se mantienen en diferentes situaciones de cultivo, con más y menos riego.
Y hasta la cáscara
Habitualmente, la parte menos aprovechable de la calabaza para la cocina es la cáscara, que se tira con el resto de adornos una vez que pasa la también llamada Noche de Brujas. Sin embargo, hay quien propone hervirla para sacarle los últimos jugos a esta hortaliza, ya que, básicamente, tiene los mismos componentes nutricionales que la pulpa.
Otra posibilidad es que estos desechos vayan a parar a la alimentación animal. De hecho, tradicionalmente, en el ámbito rural era habitual dar de comer a cerdos y otros animales las calabazas.
Un estudio que acaba de publicar la revista Animals habla de esta posibilidad y asegura que aprovechar los desperdicios de las calabazas para este fin puede servir para mejorar la calidad de la carne, los huevos y la leche. Un beneficio adicional que al final también repercute de forma positiva en nuestra alimentación.