En la primera semana lectiva de enero, los alumnos del colegio público Costa i Llobera comieron carne roja un único día. En su menú, al que se puede acceder desde su web, se observa una tónica similar el resto del mes. Lo mismo sucede con la escuela pública Ágora y con otros centros privados de la ciudad como el St. Pauls o la British School de la capital catalana.
En este contexto, resulta sorprendente el anuncio realizado por la alcaldesa Ada Colau en la Primera Declaración de Emergencia Climática de Barcelona, en la que afirma que una de las iniciativas que llevará a cabo será limitar el consumo de carne roja en los colegios. Se trata de una medida que ya había recomendado la Agencia de Salut Pública de Catalunya (Aspcat) al inicio del curso y que, aunque no era imperativo, parece que los colegios han asumido como propia desde hace algún tiempo.
De hecho, la guía La alimentación saludable en etapa escolar, actualizada por la Generalitat de Cataluña en 2017, que tiene como objetivo "facilitar a las familias, a los centros educativos y a los servicios de restauración escolar herramientas para preparar cuidadosamente las planificaciones alimentarias", limita el consumo de carne roja a "un máximo de dos veces por semana".
Eso sí, la medida de las autoridades sanitarias del Gobierno catalán, que ha reforzado la alcaldesa ahora pese ser una idea extendida en buena parte de los centros de la ciudad condal, tiene todo el sentido del mundo. Estas son las principales razones, tanto medioambientales como relacionadas con la salud, por las que consumir carne roja en exceso es una mala idea.
"Probablemente carcinógena"
En 2015, la OMS publicó un famoso informe en el que declaraba la carne procesada como "carcinógena para los humanos" y la carne roja como "probablemente carcinógena". El panel de 22 científicos de 10 países de la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC, en inglés) concluía que existe una fuerte evidencia que asocia el consumo de carne roja con el cáncer colorrectal. También hay evidencia de vínculos con el cáncer de páncreas y el cáncer de próstata.
"Si se demostrara que las asociaciones reportadas son causales, el Proyecto sobre la Carga Global de Enfermedad ha estimado que las dietas ricas en carnes rojas podrían ser responsables de 50.000 muertes por cáncer al año en todo el mundo", señalaba el organismo internacional.
Más riesgo cardiovascular
En realidad, el cáncer no es la única enfermedad asociada al consumo de carne roja. Los científicos también llevan años alertando sobre que el consumo de este alimento se asocia con un mayor riesgo cardiovascular y una mayor mortalidad. Por ejemplo, un estudio publicado en la prestigiosa revista JAMA International Medicine por investigadores de la Escuela de Salud Pública de Harvard calculó que la ingesta de una porción de carne roja al día aumentaba en un 13% el riesgo de mortalidad. En cambio, si se sustituía esta porción por alimentos como el pescado, las aves de corral, las legumbres, o cereales con granos enteros, el riesgo de mortalidad descendía entre un 7% y un 19%.
No es imprescindible
La Organización Mundial de la Salud (OMS) no es el único organismo científico que ha pedido limitar el consumo de carne roja. La Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard lanzó hace algún tiempo una guía para crear comidas saludables y balanceadas, que destierra la tradicional pirámide alimentaria que se ha estudiado en los colegios desde tiempos inmemoriales, y que desaconseja el consumo de carne roja.
Los epidemiólogos de la prestigiosa universidad recomiendan que la mitad de nuestras comidas -de cada uno de nuestros platos- estén integradas por frutas y verduras. "Cuantos más vegetales y mayor variedad, mejor. Coma muchas frutas, de todos los colores", explican los expertos. ¿De dónde obtenemos entonces las proteínas? Los expertos hablan específicamente del pescado, el pollo, las legumbres y las nueces como fuentes alternativas de proteínas saludables. "Limite las carnes rojas, y evite carnes procesadas como el bacon y los embutidos", sentencian.
Menos carne, mejor planeta
La ONU ha sido el último organismo internacional en pronunciarse en contra de la carne. Esta vez, por motivos medio ambientales. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) de la organización publicó el pasado mes de agosto un documento especial en el que se alertaba, entre otras cosas, sobre la necesidad de cambiar el modelo alimenticio para combatir la emergencia climática que afecta al planeta.
El documento era meridianamente claro y señalaba que las dietas equilibradas que contienen alimentos de origen vegetal generan importantes beneficios tanto para la salud como para el clima. "Sería realmente beneficioso, tanto para el clima como para la salud humana, que la gente de muchos países desarrollados consumiera menos carne, y que la política creara incentivos apropiados a tal efecto", aseguraba Hans-Otto Pörtner, presidente del grupo de trabajo del IPCC sobre impactos, adaptación y vulnerabilidad en la presentación del informe.
Menos gases de efecto invernadero
La producción de alimentos de origen animal daña el planeta. Según datos de la FAO, el 14,5% de los gases de efecto invernadero que se emiten a la atmósfera están directa o indirectamente relacionados con la ganadería. Estos gases provienen principalmente del proceso de digestión de las vacas y de la liberación de metano a través de las ventosidades y excrementos que éstas expulsan.
El ganado vacuno es la especie animal que más gases de efecto invernadero emite a la atmósfera (alrededor del 62% del total), frente a cerdos, aves de corral, pollos y pequeños rumiantes, que representan entre el 7% y el 11% del total. Pero la cosa no queda aquí. El estiércol, la producción de piensos o el consumo de energía que tiene lugar durante toda la cadena de producción también provoca la emisión de este tipo de gases perjudiciales para el planeta.