El mundo se divide entre quienes aman la cerveza y quienes la odian. Bien es cierto que este segundo grupo es muy reducido. A partir de la hora del aperitivo, la cerveza puede maridar casi cualquier comida. Tanto es así que, quienes se desfogan con una cerveza tras una larga jornada de trabajo, miran con pena a quienes, por desgracia, no les gusta este líquido dorado.
La cerveza tiene muchas maneras de ser bebida: desde los pequeños zuritos de cerveza del norte de España, pasando por las británicas pintas y hasta las enormes jarras germanas. Sin embargo, una de las maneras más internacionales de hacerlo es abrechapas en mano y pegando los labios a la abertura del cuello del botellín.
Normalmente, no prestamos mucha atención a estos botellines de vidrio. Mientras compartimos cervezas entre amigos nos dedicamos a charlar o a rascar frenéticamente la etiqueta que llevan pegada. Sin embargo, es posible que, en alguna ocasión, hayamos llegado a preguntarnos por qué la mayoría son de color marrón oscuro.
La razón es que a la cerveza, al igual que al conde Drácula o a Pocholo, no le sienta nada bien la exposición al Sol. El cristal coloreado es, en este sentido, como unas gafas de sol que protegen este líquido. Si este líquido pasa demasiado tiempo bajo los rayos del astro rey, comenzará a oler mal y su sabor se deteriorará del mismo modo.
¿Por qué pasa esto? Esta luz genera una reacción química que altera la composición de las moléculas de algunos derivados del lúpulo, uno de los cereales utilizados en la receta de la cerveza. Son estas estructuras las que tienen mal sabor y olor. El cristal de color marrón reduce el espectro electromagnético de la luz que lo atraviesa de manera más eficiente que los de color verde o los transparentes.
Beneficios exagerados
A pesar de que España es famosa por la calidad de sus vinos, los españoles no solemos hacerle ascos a una cerveza sea cual sea el momento del día. La costumbre de la caña y la tapa está muy arraigada en nuestra cultura y, probablemente, sea una de nuestras principales asignaturas pendientes a la hora de apuntarnos a un estilo de vida más saludable.
Otra cosa que no define a los españoles es pensar que una copa de vino o una cerveza diaria no sólo no son dañinas, sino que son beneficiosas. Esto no es cierto: el alcohol siempre es malo para nuestro organismo. Los fans del vino dicen que tiene muchos antioxidantes, pero para sacarles partidos deberíamos beber grandes cantidades, lo que es muy peligroso.
La cerveza tampoco es tan buena como la pintan. En realidad, no cura la resaca, porque, según los expertos, la única manera de evitarla es no beber alcohol. Hay quien dice que ayuda a contrarrestar sus efectos por ser una bebida muy hidratante y contener una buena proporción de sodio y potasio, pero esto es también falso.
Nuestra bebida favorita tiene, por lo general, un 5% de alcohol que tiene efecto diurético. Es decir, que buena parte del agua y de los minerales que tomamos son eliminados por la orina y, por tanto, contribuye a la deshidratación. Pero no es el único mito que nos hemos tragado: la cerveza no previene de enfermedades cardiovasculares, no quita el dolor y, por supuesto, engorda.
Conocer los riesgos
Si bien es cierto que la cerveza tiene muy pocas calorías, una buena parte procede del alcohol, es decir, del etanol. Cada gramo de esta sustancia supone 7 kilocalorías, pero lo peor es que son calorías vacías, esto significa que no contienen nutrientes y, por tanto, no aportan nada al organismo. Al no llevar alcohol, la cerveza 0,0 es la más hipocalórica.
Las bebidas alcohólicas, por tanto, no son inofensivas y deben consumirse con un pleno conocimiento de sus riesgos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte del grave riesgo para la salud que supone el consumo de alcohol: cada año se convierte en la causa de la muerte de 3 millones de personas en todo el mundo.
No existe una cantidad segura de consumo de alcohol y, por tanto, lo mejor es abstenerse de beberlo. Sin embargo, la cerveza es un producto que tiene un gran valor gastronómico. Se trata de una bebida con una larga tradición y que sigue generando interés entre los consumidores.
La cerveza fue en el año 2018, según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, la bebida alcohólica que más impuestos recaudó para el estado español, su valor se corresponde con el 1,3% de nuestro Producto Interior Bruto (PIB) y generó 7.000 millones de euros en valor añadido para nuestra economía. Además, un dato curioso: el 90% de la cerveza que consumimos es de producción nacional.