La patata no está considerada, por decirlo amablemente, especialmente "interesante" desde el punto de vista nutricional. Tal y como señala Federación Española de la Nutrición (FEN), aporta una "pequeña proporción" de glucosa, fructosa y sacarosa, potasio y vitamina B6. Sin embargo, no es ni la única fuente de estos nutrientes ni la mejor. Por ejemplo, la mayoría de la vitamina C que podríamos obtener de este tubérculo se pierde al cocinarla. Y bien cocinada que debe estar, o nos enfrentamos al problema de una posible intoxicación por glicoalcaloides naturales que produce.
De hecho, aunque se trate de un vegetal, no debería contar como parte de las 'cinco piezas de fruta y verdura' que hay que tomar diariamente para garantizar una dieta saludable. El motivo es el almidón que contiene, un tipo de carbohidrato de absorción rápida. El cuerpo lo digiere prácticamente de forma instantánea, lo que provoca que el azúcar en sangre aumente de golpe y se produzca un pico de insulina. Su elevado índice glucémico se compara al de las harinas refinadas, una de las comidas más denostadas desde el punto de vista nutricional.
Pero, por otro lado, la patata contiene fibra y flavonoides, dos nutrientes que tienden a estar peligrosamente ausentes en la denominada como 'dieta occidental'. Y en Estados Unidos, cuna de este modo de alimentación que hoy en día predomina en el mundo industrializado, abogan por el mal menor: mantener el consumo de patatas cuando no haya otras hortalizas y verduras alternativas, reduciendo sus efectos perjudiciales para la salud. La clave, en este caso, está en huir de las recetas más palatables en favor de otros métodos de preparación.
Para llegar a esta conclusión, investigadores de la Universidad Estatal de Pensilvania reclutaron a 50 adultos estadounidenses en buen estado de salud general para calcular la calidad nutricional y el impacto sobre los marcadores de riesgo cardiometabólico de las patatas -siempre y cuando no estuvieran fritas- en comparación con el grano refinado. Los resultados de su trabajo han sido publicados en la revista British Journal of Nutrition.
Su conclusión, en resumen, es que una ración diaria de patatas puede ser compatible con una dieta sana, ya que no afectó a los marcadores de glucemia de los participantes. Eso sí, siempre que no se trate de patatas fritas y que se prescinda al mismo tiempo de los alimentos a base de harina refinada como el pan blanco, que se relacionaron con una calidad dietética mucho peor.
"Los estudios clínicos son importantes para poner en contexto los hallazgos observacionales", escriben los autores. "Hay estudios epidemiológicos que vinculan el consumo de patatas con un incremento del riesgo de sufrir enfermedades cardiometabólicas. Pero el contexto en el que se comen estas patatas, las formas en las que se cocinan y las comidas que se ingieren a la vez pueden ser factores importantes a la hora de explicar por qué los resultados del ensayo clínico difieren de los de los estudios observacionales".
Así, los sujetos recibieron aleatoriamente guarniciones de una cantidad equivalente de calorías para sus platos principales durante cuatro semanas: para unos, eran a base de grano refinado (pasta, arroz blanco...) y para otros, patatas asadas o hervidas. Se les otorgó un descanso de dos semanas, y los dos grupos se intercambiaron para las siguientes cuatro semanas. Más allá de las limitaciones en la elección de guarnición, no se estableció ninguna otra restricción dietética.
Se procedió a medir los marcadores de riesgo cardiometabólico: glucosa plasmática, insulina sérica, colesterol y otros lípidos en sangre y presión arterial. Además, se pidió a los participantes que valorasen la calidad de su dieta. Ninguno de los dos menús elevó de por sí los marcadores a niveles de riesgo, pero la alimentación con patatas se relacionó con una mayor ingesta de potasio y fibra, y a un consumo de alimentos de origen vegetal mejor ajustado al Baremo del Índice Saludable, una forma de evaluar si se ajusta a las recomendaciones dietéticas oficiales de EEUU.
En cualquier caso, lo ideal sería comer menos vegetales y cereales almidonados, pero se puede alcanzar un compromiso, escriben."Nuestras conclusiones apuntan a que comer una ración de patatas al día, siempre que no estén fritas, se preparen de forma saludable sin añadirles grasa o sodio (sal) y sustituyan a los alimentos de grano refinado, puede contribuir a alcanzar las recomendaciones para una dieta sana".