A última hora de la tarde del martes pudimos conocer el plan de desconfinamiento por fases que ha planeado el Gobierno. Las diferentes comunidades autónomas podrán avanzar fases de manera independiente, siempre y cuando, sus cifras de nuevos contagios permitan relajar los estándares. Para sorpresa de todos, Pedro Sánchez dijo que podremos visitar nuestras amadas terrazas de bar antes de lo que muchos esperábamos.
Si ahora nos encontramos en la fase 0, será en la siguiente en la que podamos ir a hacer una visita a nuestro bar favorito. Eso sí, habrá que ver en qué condiciones: de cuántas personas estarán compuestos los grupos que se reúnan, cuántas mesas podrá disponer cada bar, y un largo etcétera del que iremos conociendo más en las próximas semanas. Lo que parece seguro es que tomar el aperitivo no será, al principio, lo de siempre.
De todas formas, ahora que la pandemia del coronavirus nos ha hecho plantearnos ciertos hábitos de higiene y de vida saludable es posible que queramos también reemplazar a nuestra bebida predilecta. Es posible que, precisamente por la falta de bares y de vida social, una gran parte de la sociedad haya reducido considerablemente su ingesta de alcohol. Si esto ha pasado, los beneficios para la salud han sido muchos.
En este artículo de The Conversation, que publicó EL ESPAÑOL, se explica el caso contrario. Beber alcohol durante el confinamiento para animarnos tiene otro peligro, además de los que supone el propio alcohol, y es que el cerebro lo entenderá como un refuerzo y puede arrastrarnos a un consumo habitual. La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte de que el consumo nocivo de alcohol mata a 3 millones de personas al año en todo el mundo.
La terraza y el vermú
Pedro Sánchez, de hecho, sugirió que a partir del comienzo de la fase 1 podremos beber vermú. Desde luego, esta invitación no es tan peligrosa a corto plazo ni está tan mal aceptada por la sociedad como el consumo intravenoso de desinfectante que proponía Donald Trump el pasado viernes. Sin embargo, muchos expertos de la salud prefieren que los representantes del Gobierno no blanqueen el consumo de alcohol.
El vermú es una bebida que, generalmente, se toma a la hora del aperitivo en España. Se trata de un vino macerado con plantas y especias, que puede ser rojo o blanco. Para realizarlo se utiliza un vino, que suele ser blanco, y se le añaden estas especies botánicas —la más característica es el ajenjo— e, incluso, caramelo para darle color y un sabor más dulce. La graduación de esta bebida no es siempre la misma, pero puede llegar a superar el 20% de graduación alcohólica.
Es decir, que hasta el 20% del vermú es etanol. Esta sustancia es el alcohol que los humanos toman, pero, para poderla asimilar, el hígado debe procesarla y, en ese camino, daña el sistema nervioso. Además, cada gramo de etanol supone 7 kilocalorías que no contienen ningún tipo de nutriente. Es decir, nutricionalmente no aportan nada al cuerpo. De ahí el famoso dicho de que el alcohol tiene calorías vacías.
Evitar riesgos
Aún así, el alcohol se asocia al aumento de peso y, por supuesto, a las enfermedades cardiovasculares. Un riesgo que, en el caso del vermú, se ve especialmente reforzado por esa presencia de caramelo. Este dulce no es otra cosa que azúcar añadido puro: una hidrato de carbono que los nutricionistas recomiendan evitar cuando sea posible. ¿Por qué? Porque tiene el mayor índice glucémico que se puede registrar: 100.
Esto quiere decir que, cuando tomamos vermú, el azúcar que se encuentra en el disuelto pasa rápidamente al torrente sanguíneo y provoca picos de glucosa. Estos picos de glucosa se relacionan con una gran liberación de insulina para poder procesarla. Si el aporte de azúcares se produce en altos y bajos, en vez de manera sostenida, puede generarse una resistencia a la insulina y, en consecuencia, una diabetes tipo 2.
Después del riesgo de adicción, de enfermedades metabólicas y cardiovasculares y del daño en órganos y sistema nervioso, el alcohol azucarado también motiva el sobrepeso. Aunque en algunas ocasiones se escuchan mensajes de que el vino o la cerveza pueden tener beneficios —antioxidantes u otras sustancias—, estos no compensan los daños que proporcionan.
Es decir, si queremos tomar antioxidantes es mejor hacerlo a través del café (natural, arábica 100%, preferiblemente), los frutos rojos o, incluso, el chocolate (siempre que tenga más de un 80% de cacao). En los bares es mejor optar por bebidas como el agua con gas o las cervezas 0,0% alcohol.