El yogur es el alimento fuente de probióticos más popular entre los consumidores, pero no el único producto lácteo fermentado del que podemos obtener estos microorganismos vivos que favorecen la salud de la flora intestinal. Otro productos habitual entre los duchos en probióticos es el kéfir, una leche fermentada y ligeramente alcoholizada, obtenida a partir de bacterias y levaduras. A estos se suma otro alimento que, aunque no está tan extendido en España, cuenta entre sus ingredientes con fermentos lácticos: el queso fresco batido.
Pero, ¿qué significa eso que dice la etiqueta de que el queso batido contiene fermentos lácticos?. A este grupo pertenecer unas bacterias buenas, llamadas probióticas, que están presente en alimentos fermentados como el yogur y el queso, también en los encurtidos. Estas bacterias tienen la capacidad de llegar activas al intestino, en el que habitan millones de microorganismos, tanto buenos como malos. Una vez allí promueven el equilibrio de la microbiota intestinal, lo que evita el desarrollo de patógenos que puedan causar problemas de salud.
Así, se ha demostrado que el consumo de alimentos ricos en probióticos además de favorecer la digestión, ayudan al intestino a combatir infecciones o inflamaciones. También se les atribuyen un efecto beneficioso sobre el sistema inmunológico, previenen ciertos trastornos cardiovasculares, reducen el riesgo de padecer diabetes (si se lleva una dieta saludable) y protegen contra el sobrepeso. Por si fuera poco, hay evidencia científica de que ofrecen beneficios contra alergias, artritis, asma, cáncer, depresión y problemas gastrointestinales, según apunta la Escuela Médica de Harvard.
Pero, ¿en qué cantidad deben tomarse? Tomar todos los días un yogur natural es suficiente para obtener estos beneficios, según explicó a EL ESPAÑOL Elena de la Fuente, nutricionista del Hospital Quirónsalud San José (Madrid). "Con tomar un yogur al día (natural y entero) ya sería suficiente como para aportar una buena dosis de probióticos", dijo.
Hay cientos de estas bacterias buenas y su nombre se encuentra en las etiquetas de los productos probióticos del súper. Entre las más comunes: Lactobacillus, Lactococcus, Aerococcus, Alloiococcus, Enterococcus y Streptococcus y las bifidobacterias (Bifidobacterium). Cada una de ellas tiene unos efectos sobre el organismo. En los últimos años, ante su creciente demanda, las cepas se aislan y se cultivan para su producción a gran escala.
Bajo en grasa
Como los yogures y el kéfir, el queso fresco batido es una buena fuente de calcio, así como de proteínas, que ayuda a sentirse saciado y a no comer en exceso. Sus ingredientes son: leche desnatada pasteurizada y los mencionados fermentos lácticos. Se trata de una especie de 'falso yogur' que va ganando popularidad y que los supermercados no han dudado en sacar en marca blanca. Es un tipo de queso que no se ha curado y, por tanto, conservan una gran proporción de agua, por lo que contienen una proporción menor de calorías y de grasas que otros quesos.
La fama también le llega por su versatilidad. Se puede aderezar, por ejemplo, con semillas, frutos secos, fruta, cereales integrales o con cacao puro en polvo en el desayuno, en la merienda y también puede incorporarse a las cenas. Las opciones son muy diversas.
Además del citado queso fresco batido, cualquier queso blando o duro que haya sido envejecido y no calentado después contiene probióticos. Los ejemplos incluyen el suizo, provolone, Gouda, cheddar, Edam, Gruyère y el requesón, según la Escuela Médica de Harvard.
Pero para llevar una dieta sana no hay que abusar del queso, ya que es una fuente importante de grasas saturadas que tienden a elevar el colesterol dañino, un factor de riesgo de las enfermedades cardiovascular. La ventaja del queso fresco batido es que se suele vender desnatado, con lo que apenas tiene grasa.
No obstante, antes de demonizar el queso, hay que apuntar que varios estudios recientes confirman que si no se toma en exceso, no empeora la salud cardiovascular y, de hecho, en algunos casos se ha observado que puede ser positivo. Los estudios citado han sido realizados por la Universidad de Harvard o publicados en revistas de prestigio como The Lancet.