Con la llegada del buen tiempo, la lista de nuevas dietas que se pueden encontrar con una sencilla búsqueda en Internet parece crecer con cada nueva temporada. Desde hace algunos años se promociona una denominada 'dieta brasileña' que presuntamente seguirían supermodelos como Adriana Lima o Alessandra Ambrosio. No todas las publicaciones, sin embargo, son rigurosas: las que prometen un adelgazamiento en pocos días a base de una restricción radical de calorías y nutrientes no son más que otro tipo de 'dieta milagro', y como tal, insanas y propicias al 'efecto rebote'.
Otra cosas muy distinta es la dieta tradicional brasileña, un patrón alimentario rico en productos de origen vegetal "crudos o cocidos", cereales -arroz- y legumbres -judías o frijoles- complementada con "pequeñas porciones de carne roja", pequeños aportes de marisco y frutos secos, y abundante fruta. Con algunas variables, es una forma de comer que no difiere excesivamente de la dieta mediterránea. Algo que también tienen tristemente en común es que están desapareciendo frente a la denominada 'dieta occidental' dominante en los países desarrollados: la obesidad en Brasil ha crecido un 36,4% entre 2006 y 2013.
Hay un motivo clave, sin embargo, que impide a la dieta tradicional brasileña subirse al podio definitivo de las más saludables, que lideran algunas milenarias como la mediterránea u otras de nuevo cuño como la DASH. Se trata de las grasas; específicamente, de los aceites para cocinar. Según un trabajo de investigadores de la Universidad Federal de Goiás (Brasil) publicado en la revista Nutrients, el principal es el aceite de soja, de consumo masivo en toda América pero relacionado con problemas como la obesidad, la diabetes e incluso un aumento del riesgo de sufrir enfermedades neurodegenerativas.
Le sigue el aceite de maíz, sin estas contraindicaciones y con un mejor perfil de ácidos grasos. Además, hay un tercer aceite vegetal que se relaciona enfáticamente con la dieta brasileña: el aceite de coco, elogiado por algunas tendencias dietéticas. Su principal particularidad es que es muy rico en grasas saturadas, lo que en principio lo colocaría entre los alimentos responsables de elevar el LDL o 'colesterol malo'. En realidad el aceite de coco no es ni un superalimento ni "veneno puro" como se ha llegado a decir, ya que no se ha observado una incidencia mayor de los problemas cardiovasculares en las poblaciones que basan en él su gastronomía.
Sin embargo, solo hay un aceite con un efecto cardioprotector sustancialmente demostrado, que es el aceite de oliva virgen extra. Lo que han planteado los investigadores de la Universidad de Goiás es si precisamente el toque mediterráneo es lo que le faltaba a la dieta tradicional brasileña para garantizar un adelgazamiento saludable. Para ello, seleccionaron a 152 personas adultas con obesidad o sobrepeso y los dividieron en tres grupos. Al primero se le alimentó con una dieta EVOO ('Extra virgin olive oil'); al segundo, con DieTBra (Dieta brasileña tradicional); y al tercero, con una combinación de ambas.
Los resultados demostraron que un énfasis en el consumo de alimentos no procesados y basados en plantas (verduras, legumbres, frutos secos, frutas) y/o la sustitución de grasas por aceite de oliva virgen extra se relacionaron con un descenso aproximado de un 5% en el colesterol LDL, a lo que se suma la acción antiinflamatoria y antiioxidante que tienen de por sí los alimentos vegetales.
Además, el grupo que combinaba EVOO+DieTBra comió menos durante las 12 semanas que duró el ensayo, ya que las raciones fueron ajustadas en función del elevado aporte calórico del aceite de oliva. Una menor ingesta en las comidas, sumada a la mejora metabólica que aporta este aceite, son factores relacionados con la protección contra el sobrepeso.
"Pasarse a una dieta tradicional brasileña basada en plantas con asesoramiento individualizado e incorporando aceite de oliva virgen extra es una manera prometedora de reducir importantes factores de riesgo cardiometabólico", escriben los autores. Además, según señalan, los ingredientes básicos de este patrón alimentario -frutas y verduras locales, arroz y judías, y un poco de carne- son accesibles para la gran mayoría de consumidores de todo el mundo.