En realidad, el término anacardo hace referencia al árbol de los que se obtienen estas saludables semillas, cuya principal particularidad es su curiosa forma, semejante al de un riñón. Sin embargo, el lenguaje común ha llevado a que esta palabra sirva hoy para referirse indistintamente a uno o a otro. Estas semillas crecen fuera de la base de los frutos como pequeñas colas, rodeada de una cáscara que la protege, que si entra en contacto con nuestra piel puede causar irritación, motivo por el que se comercializa sin ella.
Su origen se encuentra en América del Sur, en especial de Brasil, donde fue encontrada por los europeos a finales del siglo XVl. Sin embargo, hoy, los principales productores se encuentran en África y en Asia, donde fueron introducidos por los colonos europeos. Estos frutos secos se pueden encontrar hoy en el mercado tanto crudos como tostados, y salados o sin sal.
Esta semilla además de consistencia suave y un sabor dulce contiene unos interesantes valores nutricionales. Por cada 50 gramos de porción comestible, encontramos 285 calorías, 9 gramos de proteínas, 16 gramos de hidratos de carbono y casi un gramo de fibra. También son ricos en vitaminas del grupo B (B1, B2, B3, B5, B6 y B9) entre otras, y destaca en el aporte de minerales como el magnesio, el potasio, el fósforo o el zinc, así como en ácidos grasos insaturados.
Como señala la Fundación Española de Nutrición, el anacardo puede ser consumido directamente después de tostado o frito. También destaca su uso en la repostería, en especial para hacer confites y chocolates o en la industria panadera.
Sus potenciales beneficios para nuestra salud son diversos. Aquí explicamos algunos de ellos:
Aliada para la salud del corazón
Los ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados que se encuentran en los anacardos pueden ayudar a disminuir los niveles de colesterol LDL y triglicéridos, según se desprende de las conclusiones alcanzadas por diferentes estudios. Esto supone una ayuda para reducir el riesgo de enfermedad cardiovascular, accidente cerebrovascular y ataque cardíaco .
Además, los anacardos son una buena fuente de magnesio, que desempeña un papel importante en más de 300 reacciones enzimáticas dentro del cuerpo. Entre ellos, el metabolismo de los alimentos y la síntesis de ácidos grasos y proteínas. Y también está relacionado con la relajación muscular y la transmisión y actividad neuromuscular. En cambio, una carencia de este elemento, puede suponer un aumento del riesgo de enfermedades coronarias y calcificación arterial.
Contra el aumento de peso
Consumir anacardos está relacionado con un mayor consumo de energía. Además, si bien es cierto que no es bajo en calorías (algo más de 500 calorías por cada 100 gramos), algunas investigaciones recientes sugieren que el cuerpo humano solo puede digerir y absorber alrededor del 84% de estas. Esto es probable porque una porción de la grasa que contienen permanece atrapada dentro de la pared fibrosa del anacardo en lugar de ser absorbida durante la digestión.
Algunos estudios señalan que los anacardos tienen un gran porcentaje de fibras dietéticas de gran importancia que no son producidas por nuestro cuerpo: el ácido oleico y el ácido palmítico. Su consumo de nueces como los anacardos se ha relacionado con la disminución
Unos huesos fuertes
Los anacardos son una de las pocas fuentes de alimentos con alto contenido de cobre. 50 gramos de anacardos contiene alrededor de 1000 microgramos. Una cantidad importante si se tiene en cuenta que para los adultos, la ingesta recomendada de cobre cada día es de 900 microgramos. La deficiencia severa de cobre se asocia con una menor densidad mineral ósea y un mayor riesgo de osteoporosis.
El cobre también juega un papel importante en el mantenimiento del colágeno y la elastina, los principales componentes estructurales de nuestros cuerpos. Sin suficiente cobre, el cuerpo no puede reemplazar el tejido conectivo dañado o el colágeno que forma el andamio para el hueso. Esto puede conducir a una variedad de problemas, incluida la disfunción articular a medida que los tejidos corporales comienzan a descomponerse.