Las nanopartículas de dióxido de titanio (TiO2) son uno de los aditivos más controvertidos para el consumo. Es uno de los pigmentos blancos más fáciles y baratos de emplear en la industria, tanto en pinturas como en textiles, pero también en productos que ingerimos: dentífricos, cremas (especialmente en las solares, donde también actúa como bloqueante de la radiación ultravioleta) y en la comida, donde aparece identificado bajo la nomenclatura de 'colorantes' como E-171. Lo encontramos por ejemplo en las mayonesas, impidiendo que su color blanco amarilleé y resulte desagradable al consumidor.
En 2019, Francia ordenaba por ley que, para finales de este año, el E-171 tendría que haber quedado erradicado de su mercado. El motivo responde a una serie de estudios realizados con ratones: en uno publicado en enero de 2017 en la revista Nature, el 40% de los roedores que consumieron oralmente este aditivo vieron comprometida la homeóstasis -o estado de salud general- de su sistema inmune y concretamente de su intestino, en donde se detectaron lesiones precancerosas de intestino grueso y colon.
Hace exactamente un año, otro trabajo publicado en Frontiers in Nutrition se centró en evaluar el impacto del E-171 sobre la microbiota intestinal, la flora de miles de millones de bacterias que redunda en múltiples aspectos de nuestra salud general, desde la tendencia a la depresión a la obesidad. Las nanopartículas "alteraron la actividad bacteriana y condujeron a que se apelmazaran formando un biofilm que provocó inflamación en los ratones", escribían los autores, relacionando esta condición con el riesgo de desarrollar Síndrome de Intestino Irritable (SII) y cáncer colorrectal.
La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria calificó la decisión de París por entonces de "precipitada", ya que, en las dosis en las que se permite su consumo, el aditivo se ha determinado como seguro, sin que se hayan completado a fecha de hoy los estudios a largo plazo a los que emplaza el organismo para justificar una eventual prohibición. Así, el dióxido de titanio sigue siendo de uso común tanto en EEUU como en la mayor parte de Europa, incluida España.
Ahora, un nuevo estudio publicado en Small ha confirmado ese mismo daño colorrectal en ratones debido a la alteración de la microbiota y el efecto de la inflamación. Pero además, a causa de la extensión de las funciones que cumplen estas bacterias para nuestro organismo, los investigadores han llegado a observar una alteración de las proteínas en el hígado. Además, como es un componente habitual en gominolas y bebidas, su concentración es de dos a cuatro veces superior en niños en EEUU que en adultos, alertan los autores.
Estas partículas pueden llegar a medir menos de 100 nanómetros, explica el investigador principal, Hang Xiao, de la universidad de Massachusetts Amherst (EEUU): "Las más grandes serán absorbidas con tanta facilidad, pero las más pequeñas pueden alcanzar los tejidos y formar acumulaciones". Para comprobarlo, el equipo de Xiao alimentó a dos grupos de ratones tanto con E-171 como con TiO2, las dos fórmulas del nanopartículas de dióxido de titanio empleados en artículos de consumo.
Además, al primer grupo de ratones se le alimentó con una dieta rica en grasas, vinculada con la inflamación y la alteración de las bacteria intestinales, y similar a la que mantienen la mayoría de estadounidenses, que sufren de sobrepeso u obesidad en una proporción de dos de cada tres. El otro grupo recibió una dieta baja en grasas. Sin embargo, aunque la mitad de los animales se volvieron obesos y la otra conservó su peso, los daños en la microbiota fueron similares en ambos grupos. Los ratones que engordaron, con todo, terminaron sufriendo un empeoramiento de salud más grave.
Lo que pudieron observa fue que las nanopartículas de TiO2 reducían los niveles cecales de ácidos grasos de cadena corta, básicos para la salud del colon, e incrementaron las células inmunes y citoquinas relacionados con un estado proinflamatorio. Para comprobar la relación entre ambos, erradicaron las bacterias intestinales de ratones sanos con antibióticos y realizaron un trasplante fecal con las que pertenecían a roedores expuestos al dióxido de titanio.
"Los resultados respaldan nuestra tesis de que las nanopartículas de TiO2 consumidas en la dieta alteran la homeóstasis de la microbiota intestinal, lo que provoca inflamación del colon en ratones", explica Xiao. Como corolario, analizaron muestras de heces humanas para determinar los niveles de TiO2 en el tracto gastrointestinal de la población. Los resultados, resume el investigador, fueron de "amplio espectro" y justifican estudios "a varias generaciones vista".