Entre los mitos que rodean al consumo del vino, hay ciertas propiedades saludables que se han visto desmentidas una tras otra por la evidencia científica. La más habitual: que tomar una copa de vino al día no engorda.
También se le atribuyen al vino propiedades antioxidantes y cardioprotectoras ya que contiene resveratrol, una molécula beneficiosa presente originalmente en la uva. El problema es que la concentración en esta bebida es tan baja que el nivel de alcohol consumido a la par contrarresta cualquier efecto positivo para la salud.
El alcohol es efectivamente el principal adversario, independientemente de que provenga de un producto milenario y tradicional como el vino o la cerveza, o de bebidas más fuertes. No hay un umbral seguro: aunque la OMS tolera dos dosis diarias para hombres y una para mujeres, este presunto "consumo moderado" ya estaría relacionado con una merma significativa de la esperanza de vida. El consumo ocasional, restringido por ejemplo a algún momento del fin de semana, sería menos dañino -sin entrar dentro de lo recomendable- que beber en cada comida.
La controversia, sin embargo, está lejos de zanjarse: aunque el consenso científico tiende a identificar a las bebidas alcohólicas como factores de enfermedades cardiovasculares y de cáncer, principales causas de mortalidad en el mundo desarrollado, todavía se apuntaba en fecha reciente al "consumo moderado de vino" como una forma de mantener a raya la diabetes. Los polifenoles, otros antioxidantes vegetales presentes, llegaron a ser esgrimidos como una posible manera de eliminar virus en lo más álgido de la crisis por COVID-19, una insinuación de la que la Federación Española de Enólogos se retractó rápidamente.
La realidad es que las supuestas virtudes del vino tomado con moderación contra enfermedades que desencadenan alteraciones metabólicas se ven descartadas también por un estudio llevado a cabo en Corea del Sur y presentado en el Congreso Europeo e Internacional sobre Obesidad (ECOICO), que se celebra este año de forma digital. Según sus conclusiones, bastaría tomar más de siete gramos diarios de alcohol, la mitad de una dosis estándar de alcohol establecida en 14 g, para incrementar el riesgo de padecer obesidad y síndrome metabólico.
En la práctica, esto pondría el límite en no más de media copa de vino (118 ml) o medio botellín de cerveza (335 ml) al día. Para establecer estas medidas, los investigadores analizaron los datos sobre salud y consumo de alcohol de 14 millones de hombres y 12 millones de mujeres cedidos al Sistema Nacional de Sanidad de Corea del Sur entre 2015 y 2016. Después de contabilizar factores como la edad, la práctica de ejercicio físico, el tabaquismo o los indicadores socioeconómicos, el análisis vinculó claramente el consumo habitual de alcohol con la obesidad y el sobrepeso, las alteraciones en el azúcar y las grasas en sangre, y la alta presión arterial.
Todos estos factores, subrayan, inciden en un mayor riesgo de desarrollar problemas de corazón y de sufrir tanto ataques como infartos. En comparación con los abstemios, los hombres que consumían más de media (7,1 g) o una dosis entera de alcohol al día presentaban un riesgo un 10% mayor de padecer obesidad y síndrome metabólico. Si tomaban hasta dos copas diarias (entre 14,1 y 24 gramos de alcohol), el riesgo escalaba hasta un 22% - 25% respectivamente. Y si superaban esta cantidad, tenían un 34% más de posibilidades de volverse obesos frente a los no bebedores, con un 43% de riesgo metabólico adicional.
En la misma línea, las mujeres más bebedoras de alcohol tenían más posibilidades de padecer las dos enfermedades. Tomar entre media y una copa completa al día elevaba el riesgo de obesidad un 9%, aunque el riesgo metabólico crecía menos que para ellos, un 3%. En el caso extremo de beber más de dos dosis diarias, la obesidad y el riesgo metabólico se incrementaban en ellas en un 22% y un 18% respectivamente, en comparación con las mujeres abstemias.
Según el equipo del doctor Hye Jung Shin, del Centro Médico Nacional de Seúl (Corea deñ Sur), "nuestros resultados sugieren que el riesgo de sufrir obesidad y síndrome metabólico se incrementan proporcionalmente al consumo de alcohol cuando hombres y mujeres beben más de media dosis estándar de alcohol al día".
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