Cuando uno acude a la sección de yogures de un supermercado en España, no se para a pensar si el producto que está comprando es sano o no. Porque con los yogures y la salud ocurre como con el valor en el soldado, que se le presupone, independientemente de si estamos comprando una variedad u otra. De hecho, lo habitual es que confiemos más en las propiedades de un yogur en cuyo envase se han estampado reclamos como "0% grasa", "ayuda a tus defensas", o "sin conservantes".
De esta forma, lo que la industria del yogur ha conseguido es que reine la desinformación entre los consumidores, que ya no saben qué tipo de yogur realmente es el que beneficia a nuestro organismo, si el que tiene estampadas unas fresas en el envase o el que en teoría sirve para controlar el colesterol. La realidad es que, desde el punto de vista de la salud, el mejor yogur que podemos comprar en el supermercado es precisamente el que tiene menos glamour, el yogur natural, seguido del yogur griego.
"Un buen yogur sigue la regla del 3-4-3. Esto significa que aproximadamente contiene un 3% de grasa, 4% de azúcares y 3% de proteínas", explica Marián García (Boticaria García) en su libro El jamón de York no existe (La Esfera de los Libros, 2019). En el caso del yogur griego, la cantidad de grasa saludable asciende al 10% del producto. Sin embargo, no se trata de ningún problema ya que es saludable.