La imagen de Jacob Anthony Chansley, el esbelto hombre que asaltó el Capitolio con unos cuernos de bisonte y la cara pintada, será recordada para siempre por protagonizar uno de los momentos más lamentables y surrealistas de la historia de la democracia en Estados Unidos. El Chamán de QAnon, un hombre de férreas y conspiranoicas convicciones, no pasa precisamente por su mejor momento ya que, además de encontrarse en un centro de detención a la espera de juicio, se niega a comer y pasa los días sin probar bocado.
Según ha relatado su madre, Martha Chansley, el Lobo de Yellowstone, de 33 años, sigue una dieta en la que sólo se alimenta de comida orgánica o bio. "No ha comido desde el viernes. Se pone muy enfermo si no come comida orgánica. Literalmente se va a poner muy enfermo", ha asegurado la progenitora a los medios locales de Arizona. Paradójicamente, las sorprendentes declaraciones han colado y han servido para que los jueces, más allá de lo que dicta la evidencia científica, se preocupen por el estado de salud de Chansley y ordenen que se le reparta comida orgánica para que pueda seguir con el régimen que lleva años realizando.
¿Es posible que una persona caiga enferma por el hecho de no comer comida orgánica o lo que le ocurre al Chamán de QAnon es más bien una dolencia conocida como cuentitis aguda? La realidad es que la literatura médica no recoge ninguna enfermedad relacionada con la falta de alimentos ecológicos en la dieta. Es cierto que hay personas que tienen una aversión irracional hacia los productos que incluyen algunas sustancias químicas (es lo que los expertos en Seguridad Alimentaria bautizaron como "quimiofobia"), pero esto no les impide comer ni les provoca ningún daño físico.
Lo que sí recogen los manuales médicos es un trastorno obsesivo-compulsivo conocido como ortorexia, en el que las personas se obsesionan de forma enfermiza por llevar a cabo lo que ellos consideran como una alimentación saludable. De esta forma, los pacientes tratan de evitar a toda costa alimentos con grasas insanas, azúcares, con exceso de sal o con distintos tipos de aditivos. Sin embargo, esto tampoco tiene nada que ver con la comida orgánica, tal y como dice Chansley que le ocurre. De hecho, las personas que tienen ortorexia consideran que una lechuga, unos tomates o unas lentejas son alimentos perfectamente válidos para ellos, ya sean orgánicos o no.
Ahora, ¿qué es realmente un alimento orgánico? ¿Podemos considerar que llevar a cabo una alimentación basada exclusivamente en productos ecológicos u orgánicos es más sana? Los alimentos orgánicos son aquellos que se cultivan y procesan de acuerdo a unas pautas que abordan factores tales como "la calidad del suelo, las prácticas de cría de animales, el control de plagas y malezas o el uso de aditivos", según explica el Departamento de Agricultura de Estados Unidos. "El producto se puede llamar orgánico si se certifica que ha crecido en un suelo que no tenía sustancias prohibidas aplicadas durante tres años antes de la cosecha", añade el organismo.
Estas sustancias incluyen a la mayoría de fertilizantes y pesticidas sintéticos. Así, en lo relacionado con la carne orgánica "las regulaciones requieren que los animales se críen en condiciones de vida que se adapten a sus comportamientos naturales (como la capacidad de pastar en los pastos), que se alimenten con alimentos y forrajes 100% orgánicos y no se les administren antibióticos u hormonas".
Ni más sano ni más seguro
En España la legislación es similar a la norteamericana y delimita cómo ha de ser la producción de estos alimentos ecológicos. Sin embargo, tal y como señala el profesor de Biotecnología de la Universidad Politécnica de Valencia y divulgador José Miguel Mulet en su último libro ¿Qué es comer sano? (Destino, 2018), existen algunos contrasentidos. "El reglamento sólo te dice que todo lo que pongas en el cultivo sea natural, nada más. Hace referencia al origen de los productos que puedes utilizar en el cultivo pero no a que sean más o menos efectivos o más o menos contaminantes", escribe.
La cosa no queda aquí. Como señala el experto, es posible comprar en España plátanos ecológicos cultivados en Colombia, que han tenido que cruzar medio mundo en avión o en barco hasta llegar a nuestros supermercados, o naranjas de Valencia en Kuala Lumpur. "De hecho, España es el mayor productor de agricultura ecológica de Europa , y la mayoría se produce bajo plástico en Almería", advierte el investigador. Mulet también reconoce que los alimentos orgánicos o ecológicos no son más sanos, tal y como piensan muchas personas. "Dado que el término ecológico hace referencia al método de cultivo y no al cultivo en sí, al final el contenido nutricional va a ser muy similar, y eso es lo que señala la mayoría de estudios comparativos", explica.
Así lo refrendó hace algún tiempo un metaanálisis publicado en la revista Annals of Internal Medicine. El trabajo científico, en el que se analizaron 240 estudios distintos sobre el valor nutricional de los alimentos orgánicos en comparación con los convencionales, concluyó que "la literatura publicada carece de pruebas sólidas sobre que los alimentos orgánicos sean significativamente más nutritivos que los alimentos convencionales". De la misma forma, otra revisión de 170 estudios publicada en la revista BMJ en 2016 llegó a la conclusión de que los lácteos y carnes orgánicas sí podía una mayor cantidad de ácidos grasos omega-3, aunque su contenido era no era relevante como para justificar su precio, que es mucho más elevado.
Estos no son ni mucho menos los únicos estudios que han ahondado en las escasas diferencias que existen desde el punto de vista nutricional y de la salud entre ambos tipos de alimentos. Ya en 2010, investigadores de la London School of Hygiene & Tropical Medicine apuntaron en este camino al señalar, una vez más, que se carece de evidencia sobre los efectos en la salud relacionados con el consumo de alimentos orgánicos.
Es cierto que algunas investigaciones sí han apuntado que los productos ecológicos transmiten una menor exposición a residuos de plaguicidas que los alimentos producidos convencionalmente, "pero el impacto de esto en la salud no está claro". "Las comparaciones se complican porque el consumo de alimentos orgánicos está fuertemente correlacionado con varios indicadores de un estilo de vida saludable", subraya otro artículo publicado en 2017 en la revista Annual Review of Public Health.
Por último, cabe señalar que la Autoridad Europea en Seguridad Alimentaria (EFSA) ha desmontado en distintas ocasiones sus supuestos beneficios para la salud en detrimento de los alimentos convencionales. Bernhard Url, director del prestigioso organismo, lo afirmaba de forma tajante hace un par de años en una entrevista: "Lo orgánico no es ni más seguro ni más nutritivo". Así, tal y como señala Mulet en su libro, el consumo de productos ecológicos u orgánicos "sólo puede por motivos filosóficos o políticos". "Por motivos de beneficio para la salud o para el medio ambiente, la ciencia dice que nada de nada", finaliza.