A pesas de todas las advertencias surgidas por las conclusiones de múltiples estudios, el consumo de carne procesada sigue siendo muy popular en España, a la par que el consumo de carne roja no procesada sigue protagonizando un consumo también excesivo en nuestro país.
Ahora, tras saber que el consumo de carne procesada aumenta el riesgo de sufrir eventos cardiovasculares y diversos tipos de cáncer, los investigadores del Grupo de Epidemiología Nutricional de la Universidad de Leeds, cuyo trabajo se ha publicado en the American Journal of Clinical Nutrition, han encontrado un perjuicio más: mayor riesgo de sufrir demencia.
Carne procesada, carne roja y demencia
El objetivo inicial del estudio era identificar una potencial relación entre el consumo de carne y el desarrollo de demencia, una patología que ya afecta a un 5-8% de los mayores de 60 años a nivel mundial.
Para ello, analizaron los datos de casi 493.888 personas del UK Biobank, una base de datos que contiene información genética y de salud de medio millón de participantes de Reino Unido, todos ellos de entre 40 y 69 años, para investigar diversas asociaciones entre el consumo de carne y la demencia.
Los datos incluyeron información tal como la frecuencia del consumo de carne entre los años 2006 y 2010, aunque no se evaluó específicamente el impacto de las dietas vegetariana y vegana, pero sí se incluyó información sobre aquellas personas que dijeron que no comían carne roja.
Entre todos los participantes, hubo 2896 casos de demencia durante los ocho años de seguimiento promedio. Todos estos individuos compartían algunas características en común, como una mayor edad, menor nivel socioeconímico, menor nivel educativo, mayor propensión a consumo de tabaco, menor actividad física y mayor relación con antecedentes de accidentes cerebrovasculares y antecedentes familiares de demencia. Así mismo, también era mas probable diagnosticar de demencia a hombres que a mujeres, al menos en la población estudiada.
Hubo algunas personas que tenían entre tres y seis veces más probabilidades de desarrollar demencia a causa de factores genéticos conocidos, pero además aquellos que consumían mayores cantidades de carne procesada también aumentaron su riesgo de forma significativa, independientemente de los factores genéticos.
Así pues, según los resultados del estudio, consumir una porción de 25 g de carne procesada al día (equivalente a una loncha de bacon) aumentaría hasta un 44% el riesgo de desarrollar demencia. Pero, por otro lado, el consumo de carne roja sin procesar, como la carne de vacuno o cerdo, ejercería un efecto protector: consumir alrededor de 50 g diarios reduciría un 19% las probabilidades de sufrir demencia.
La dieta como factor protector de la demencia
Como bien recuerda Huifeng Zhang, estudiante de doctorado en la Facultad de Ciencias de la Alimentación y Nutrición de la Universidad de Leeds, y autora principal del estudio, la prevalencia de demencia a nivel mundial está aumentando significativamente. Sin embargo, a su vez, cada vez son más los estudios que identifican la dieta como un potencial factor modificable para reducir el riesgo de acabar sufriendo esta enfermedad.
A su vez, hay cada vez más datos que relacionan el consumo de carne procesada con una variedad de enfermedades no transmisibles.
Anteriormente ya se había relacionado el consumo de carne con el riesgo de demencia, pero este sería el primer estudio a gran escala y con un tiempo de seguimiento significativo que identificaría dicho vínculo de forma más específica, teniendo en cuenta tipos y cantidades de carne específicos, diferenciando carne roja procesada y no procesada.
Aún así, los investigadores sugieren que es necesario confirmar estos hallazgos: actualmente hay hasta 50 millones de personas diagnosticadas de demencia en todo el mundo, a razón de 10 millones de nuevos casos cada año, donde la enfermedad de Alzheimer representa entre el 50% y el 70% de todos estos casos, y la demencia vascular alrededor del 25%. En ambos casos, tanto su desarrollo como su evolución se relacionan con factores genéticos, pero también ambientales, destacando en este último caso la dieta.