El consumo de fibra alimentaria sigue siendo una asignatura pendiente en España dado que se sitúa, de media, en apenas 12,5 gramos por persona y día, la mitad de lo que establecen las recomendaciones europeas.
Se sabe que la fibra dietética tiene un gran potencial para mejorar la salud a través del microbioma intestinal, pero hasta ahora se creía que se trataba de un efecto relativamente acumulativo. Sin embargo, un nuevo estudio sugeriría que sus efectos son más rápidos: incluso con una intervención a corto plazo, el consumo de fibra puede cambiar significativamente el microbioma, aportar gran cantidad de nutrientes y mejorar la salud.
Esas serían al menos las conclusiones de un nuevo trabajo llevado a cabo por investigadores de la Universidad de California en Irvine, el cual se ha publicado en mSystems, la revista de la Sociedad Americana de Microbiología.
La fibra dietética, explicado de forma simplificada, no es más que un tipo de carbohidrato resistente y no digerible que puede encontrarse en frutas, verduras y granos integrales. La fibra permanece en el sistema digestivo sin ser procesada, pero sí puede metabolizarse a través de las bacterias intestinales y formar ácidos grasos de cadena corta y otros subproductos esenciales para la salud humana
Tanto en Europa como en América del Norte, el consumo de fibra dietética apenas roza el 50% de las recomendaciones oficiales, dado que la población general no llega a consumir la suficiente cantidad de alimentos de origen vegetal a causa de su exceso de consumo de alimentos ultraprocesados.
Se sabe que un bajo consumo de fibra aumenta el riesgo de sufrir enfermedades como la diabetes tipo 2 y el cáncer de colon, e incluso algunos nuevos trabajos sugieren que los cambios en el microbioma intestinal pueden llegar a producir efectos indirectos en las alud humana, para bien o para mal.
Sabiendo esto, los investigadores de la UCI quisieron determinar si un aumento de la fibra dietética a corto plazo podría alterar la diversidad del microbioma intestinal con el objetivo de producir metabolitos saludables. De hecho, su estudio apenas duró dos semanas, dentro del marco de un curso de biología de pregrado en la universidad.
Durante la investigación, los estudiantes recibieron 10 comidas frescas no procesadas con un alto contenido en fibra cada semana, a lo largo de dos semanas. Durante el periodo de estudio, se recolectaron muestras de microbioma intestinal de todos los participantes antes y después de la intervención. Así mismo, los estudiantes también registraron su información dietética respecto al consumo de macronutrientes, con el objetivo de alcanzar un consumo de 50 gramos diarios de fibra (un par de aguacates, por ejemplo) durante las dos semanas de intervención.
Una experiencia motivadora y educativa
Según las autoras del presente trabajo, la experiencia también fue motivadora para los estudiantes, los cuales debatieron sobre las diversas comidas y aumentaron su conciencia sobre los hábitos alimenticios, y sobre todo su conocimiento sobre alimentos ricos en fibra, tales como bayas, aguacates o legumbres, entre otros.
De media, los estudiantes aumentaron su ingesta de fibra en 25 gramos diarios, e incluso algunos pasaron de una ingesta casi nula a 50 gramos diarios al finalizar el estudio.
Tras las dos semanas de intervención, los investigadores compararon la composición bacteriana general mediante secuenciación de ADN y midieron la producción de ácidos grasos de cadena corta mediante cromatografía de gases. Además, se realizaron experimentos adicionales específicos con Bifidobacterium.
Con tan solo dos semanas de intervención, el microbioma intestinal de los participantes se alteró significativamente, incluyendo un aumento significativo de Bifidobacterium. Sin embargo, no se detectó un cambio significativo en la cantidad de ácidos grasos.
Como objetivo futuro, los investigadores esperan poder llevar a cabo intervenciones controladas más prolongadas en el tiempo, y estudiar más a fondo el papel de la fibra sobre el microbioma intestinal y la salud.