Para los vikingos, la comida era una parte importante de su cultura, tanto que, en su mitología, los festines eran un pilar fundamental. En el Valhalla, lugar a donde van la mitad de los muertos en combate (la otra mitad son reclamados por Freyja), peleaban de día y engullían de noche, así durante siglos, sin más ocupación o divertimento, hasta que llegara el fin del mundo, el Ragnarök.
Según la Edda de Sædmund, colección de poemas reunidos en el siglo XIII a partir de fuentes tradicionales antiguas, la Edda de Snorri y las Heimskringla, también del siglo XIII, en este fastuoso salón, ubicado en Asgard, Odín compartía viandas con todos aquellos que hubieran muerto en batalla que le correspondieran.
Según la mitología, los encargados de abastecer estos festines nocturnos eran la cabra Heiðrún, capaz de producir un hidromiel sin comparación a ninguna de las conocidas en Midgard (el mundo de los hombres); el jabalí Sæhrimnir, que era cocinado todos los días para saciar a todos los invitados, volviéndose a regenerar para el día siguiente; e Iðunn, que con las manzanas que cultivaba, además dotaba de inmortalidad.
En un entorno más mundano, los vikingos se reunían y festejaban alrededor de la comida, durante bodas, celebraciones tras la batalla, solsticios y buenas nuevas varias. Su propia supervivencia en entornos hostiles (desde Noruega en invierno hasta la mismísima Islandia), las largas travesías marítimas y la actividad física de alto rendimiento que llevaban a cabo, exigía una nutrición adecuada.
La dieta nórdica
Hasta nuestros días, la variedad de su dieta ha llegado como la dieta nórdica, que, a pesar de la diferencia latitudinal, tiene bastante en común con la mediterránea. Está basada en alimentos tradicionales de Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega y Suecia. Además, ni es restrictiva, ni exige grandes sacrificios, se trata de un conjunto de hábitos gastronómicos saludables que no requieren de ningún águila de sangre para su cumplimiento. Además, está recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Los alimentos básicos de esta dieta se basan en la pirámide dietética del Mar Báltico, creada por la Asociación Finlandesa del Corazón, la Universidad de Finlandia Oriental y la Asociación Finlandesa de Diabetes. Mientras que su versión moderna, fue planteada en 2004 por un grupo de chefs y nutricionistas escandinavos, apoyada en cuatro principios: potencial gastronómico, salud, identidad nórdica y sustentabilidad, que promueven el consumo de ingredientes locales, silvestres y frescos, como ya hacían Ragnar Lodbrok y su prole, hace más de 1.000 años.
En una revisión realizada en 2014, llevada a cabo por investigadores de la Universidad de Copenhague, se describen las pautas generales de esta dieta. Ingerir más calorías de vegetales que de carne, más alimentos de lagos y mares, de los que destacan su aporte de vitamina D y yodo, además de dar preferencia a la comida de origen silvestre.
Por su parte, la OMS especifica que esta dieta se basa en comer, en abundancia, legumbres, verduras, semillas, nueces, cereales integrales (cebada, avena y centeno), pescados magros (bacalao, merluza y fletán) grasos (arenque, caballa y salmón), mariscos, canola (aceite de colza), repollo, tubérculos, algas y bayas. Huevos, yogur, queso y carne de caza, con moderación y carne roja excepcionalmente. El azúcar en cualquiera de sus formas, aditivos, alimentos procesados y comida rápida, se deben evitar.
Vegetales locales y silvestres
Lo más característico de esta dieta es el consumo de bayas, que recomiendan comer con asiduidad y si son silvestres, mejor. Estas son ricas en vitaminas (como la C, E, B1, B2, B6), nutrientes esenciales como el Omega 3 u Omega 6, fibra, además de un alto aporte de calcio, hierro, potasio, selenio, zinc, fósforo y cobalto.
También cuenta con antocianinas, un tipo de flavonoides que tienen un poder antioxidante extraordinario, además se las relaciona con el correcto mantenimiento de los capilares de la retina, según un trabajo de la Universidad Copenhague, que se centra en los valores nutricionales de esta dieta.
La 'guerra' de los aceites
En el siglo XII, varias naves vikingas desembarcaron en Gijón y sus pasajeros fueron vencidos por Ramiro I de Asturias. Un encontronazo que, con menor intensidad y fiereza, tiene lugar entre las dos dietas más famosas, la mediterránea y la nórdica. Hay que tener en cuenta que cada una se basa en los productos locales de su lugar de procedencia, por lo que las frutas más típicas mediterráneas no constan en la dieta que nos compete. Sin embargo, la diferencia más importante radica en el aceite usado para cocinar.
Sabemos que los vikingos asediaron París en el 845, quizá desde entonces tomaron la costumbre de cocinar con mantequilla, pero también se conoce que poco a poco se fue sustituyendo por canola, es decir, aceite obtenido de las semillas de colza. Oliva y colza, ambos son ricos en grasas monosaturadas, beneficiosas para el corazón, ya que aumenta los niveles del colesterol bueno, que a su vez hace disminuir el malo, el que obstruye las arterias.
Sin embargo, los antioxidantes del aceite de oliva le faltan al de colza, punto para los mediterráneos, además, poniéndose exquisito, también le falta sabor. Pero el de colza tiene sus ventajas, resiste mejor el calor por lo que aguanta más frituras. "Lo importante es que no estén refinados, ni el de oliva ni el de colza. Eso nos asegura que cuentan con su contenido original de vitaminas y minerales beneficiosos, que con el refinado desaparecen", explica Candelaria Soulas, dietista- nutricionista.
Mediterráneos y nórdicos comen como hermanos
La OMS elaboró un informe en el que, poniendo algo de paz, dictamina que ambas dietas, nórdica y mediterránea, reducen la incidencia de accidentes cardiovasculares y enfermedades crónicas cardíacas, diabetes tipo 2 y hasta algunos tipos de cáncer, relacionados con la obesidad. Ambas tienen muchas similitudes como fomentar los alimentos locales y de temporada, aunque claro, estos son distintos en cada región.
Mientras, en la zona sur consumimos frutas y hortalizas variadas, en el norte dependen de variantes que soporten bajas temperaturas, como peras, manzanas y frutos rojos. También ingieren más cereal, pero menos legumbres, y las especies de pescado que se pescan en Escandinavia son menos variadas que la rica fauna que hay por las aguas del Mediterráneo.
Ambas tratan de ser sostenibles con el medio ambiente, aunque sin duda, la dieta nórdica es bastante más estricta con esto, priorizando la carne procedente de caza sobre la ganadería y los frutos silvestres sobre los cultivados. A pesar de nuestras diferencias, ambas dietas son igualmente saludables y beneficiosas para la salud, aunque claro, sólo una puede acercarte a la fuerza de un verdadero berserker.